capítulo 12

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—No lo entiendo —le dijo Hyunjin a la calavera. Y luego, como el fuego parecía
casi apagado, le puso un par de troncos y quitó con el rastrillo parte de la ceniza.
Las llamas verdes se elevaron de los troncos, pequeñas y rizadas, y formaron una cara alargada y azul con una cabellera verde llameante.
—Buenos días —dijo el demonio del fuego—. No olvides que tenemos un trato.
Así que no había sido un sueño. Hyunjin no solía llorar, pero se sentó en la silla
durante un buen rato mirando a la cara borrosa y danzarina del demonio del fuego,
y no prestó mucha atención a los sonidos que hacía Seungmin al levantarse, hasta que
lo vio de pie frente a él, con aspecto avergonzado y un poco exasperado.
—Todavía estás aquí —dijo—. ¿Te pasa algo?
Hyunjin se sorbió las lágrimas.
—Soy viejo —comenzó.
Pero, como le había dicho la bruja y el demonio del fuego había adivinado, no
podía hablar de ello. Seungmin dijo alegremente:
—Bueno, a todos nos llega con el tiempo. ¿Te gustaría tomar algo para desayunar?
Hyunjin descubrió que realmente era un anciano resistente. Después de haber
comido solo pan y queso en el almuerzo del día anterior, ahora estaba hambriento.
—¡Sí! —asintió. Y cuando Seungmin fue al armario, se levantó y miró por encima
del hombro para ver qué había de comer.
—Me temo que solo hay pan y queso —dijo Seungmin algo tenso.
—¡Pero si hay una cesta entera de huevos! —dijo Hyunjin—. ¿Y no es eso beicon?
¿Y qué tal si bebemos algo caliente? ¿Dónde está la tetera?
—No tenemos —dijo Seungmin—. Y Lee Know es el único capaz de cocinar.
—Yo también sé cocinar —dijo Hyunjin—. Dame esa sartén y te lo demostraré.
Alargó la mano para coger una sartén grande y negra que colgaba en la pared del
armario, a pesar de que Seungmin intentó evitarlo.
—No lo entiendes —dijo Seungmin—. Es Calcifer, el demonio del fuego. Solo inclina la cabeza para cocinar ante Lee Know.
Hyunjin dio media vuelta y miró al demonio, que llameó con aspecto desafiante.
—Me niego a que me exploten —dijo.
—¿Quieres decir que no puedes ni siquiera beber algo caliente si Lee Know no está?
—le preguntó Hyunjin a Seungmin. Seungmin asintió avergonzado—. ¡Entonces es a ti a
quien están explotando! —exclamó Hyunjin—. Dame eso —cogió la sartén de las
manos reacias de Seungmin y agarró el beicon, luego metió una cuchara de madera en
la cesta de los huevos y avanzó con todo aquello hacia la chimenea—. A ver, Calcifer
—dijo—, vamos a dejarnos de tonterías. Inclina la cabeza.
—¡No me puedes obligar! —crepitó el demonio.
—¡Claro que puedo! —crepitó a su vez Hyunjin, con una fiereza que a menudo
hacía que sus hermanos se detuvieran en medio de una pelea—. Si no, te echaré agua
por encima. O cogeré las tenazas y te quitaré los dos troncos —añadió mientras se
arrodillaba junto al hogar con gran crujir de huesos. Y entonces suspiró—: O me
puedo retractar del trato y contárselo a Lee Know, ¿no te parece?
—¡Maldición! —escupió Calcifer—. ¿Por qué la dejaste entrar, Seungmin?
Enfurruñado, inclinó la cara azul hacia adelante hasta que lo único que se veía de
él era un círculo de llamitas verdes bailando sobre los troncos.—Gracias —dijo Hyunjin, y colocó de golpe la pesada sartén sobre las llamas para
asegurarse de que Calcifer no se levantaba de repente.
—Espero que se te queme el beicon —dijo Calcifer, con la voz ahogada bajo la
sartén.
Hyunjin plantó varias lonchas sobre la sartén. Estaba bien caliente. El beicon
chisporroteó y Hyunjin tuvo que enrollarse la mano en la falda para sostener el mango.
Cuando se abrió la puerta, ni siquiera se dio cuenta por el ruido de la fritura.
—No hagas tonterías —le dijo a Calcifer—. Y estáte quieto, porque voy a cascar
los huevos.
—Ah, hola, Lee Know—dijo Seungmin sin saber qué hacer.
Apresuradamente, Hyunjin dio media vuelta al oírle. Los ojos se le abrieron como
platos. El joven alto con el traje azul y plateado que acaba de entrar se detuvo cuando
se disponía a dejar una guitarra en un rincón. Se apartó el pelo rubio de sus curiosos
ojos verdes y le devolvió la mirada a Hyunjin. Su cara larga y angulosa mostraba
perplejidad.
—¿Quién rayos eres tú? —dijo Lee Know—. ¿Dónde te he visto antes?
—Soy un total desconocido —mintió Hyunjin con firmeza. Después de todo,
Lee Know solo la había visto el tiempo suficiente para llamarlo ratoncito, así que era casi
cierto. Debería darle gracias al cielo por la suerte que había tenido al haber podido
escapar en aquella ocasión, pero en realidad su principal pensamiento fue: «¡Anda!
¡Si el mago Lee Know no es más que un veinteañero, por muy malo que sea!». «La vejez
lo cambiaba todo», pensó mientras le daba la vuelta al beicon en la sartén. Y se
hubiera muerto antes que dejar que aquel jovenzuelo peripuesto se enterase de que
era el chico de la que se había compadecido el día de la fiesta. Y aquello no tenía
nada que ver con las almas y los corazones. Lee Know no se iba a enterar.
—Dice que se llama Hyunjin —intervino Seungmin —. Llegó anoche.
—¿Cómo ha conseguido que se incline Calcifer? —preguntó Lee Know.
—¡Me ha obligado! —dijo Calcifer con voz lastimera y ahogada debajo de la
sartén.
—No hay mucha gente capaz de hacer una cosa así —dijo Lee Know pensativo. Dejó
la guitarra en el rincón y se acercó al hogar. Un aroma a jacintos se mezcló con el del
beicon cuando empujó a Hyunjin a un lado con firmeza—. A Calcifer no le gusta que
nadie cocine sobre él, excepto yo —dijo al arrodillarse mientras se enrollaba una de
sus largas mangas sobre la mano para sujetar la sartén—. Pásame dos lonchas de
beicon más y seis huevos, por favor, y dime para qué has venido.
Hyunjin se quedó mirando fijamente a la joya azul que le colgaba de la oreja de
Lee Know y le fue pasando un huevo detrás de otro.
—¿Que para qué he venido, joven? —dijo. Después de lo que había visto del
castillo, era evidente—. He venido porque soy la nueva limpiadora, naturalmente.
—¿Ah, sí? —preguntó Lee Know, cascando los huevos con una sola mano y arrojando
las cascaras entre los troncos, donde Calcifer parecía comérselas con mucho deleite y
ruido—. ¿Y quién lo dice?
—Yo lo digo —afirmó Hyunjin, y añadió en tono piadoso—: Seré capaz de limpiar

El castillo ambulante - MinjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora