capítulo 15

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Cada vez que entraba Lee Know, Seungmin y Calcifer se quejaban en voz alta sobre
Hyunjin.
Pero Lee Know no parecía hacerles caso. Ni tampoco parecía notar la limpieza. Y
tampoco que el armario de la comida estaba cada vez mejor surtido de pasteles, mermelada y alguna lechuga de vez en cuando.
Porque, como Seungmin había profetizado, se había extendido el rumor en
Porthaven y la gente llamaba a la puerta para ver a Hyunjin. En Porthaven lo llamaban señor Brujo y Hechicero en Kingsbury. El rumor había llegado también a la capital. Aunque los que se acercaban en Kingsbury iban mejor vestidos
que los de Porthaven, nadie en ninguno de los dos sitios se atrevía a llamar a la puerta de una persona tan poderosa sin una excusa. Así que Hyunjin tenía que hacer constantemente pausas en su trabajo para asentir, sonreír y aceptar un regalo, o hacer que Seungmin preparara rápidamente un conjuro para alguien. Algunos de los regalos eran muy bonitos: cuadros, collares de conchas y delantales. Hyunjin usaba
los delantales a diario y colgó las conchas y los cuadros en las paredes de su cubículo bajo las escaleras, que pronto empezó a parecerle realmente acogedor.
Hyunjin sabía que lo echaría de menos cuando Lee Know lo despidiera. Cada vez tenía más miedo de que lo hiciese. Sabía que no podría seguir ignorándola para siempre.
Lo siguiente que limpió fue el cuarto de baño. Tardó varios días porque Lee Know pasaba muchísimo tiempo dentro todas las mañanas antes de salir. En cuanto se marchaba él, dejándolo lleno de vaho y conjuros perfumados, entraba Hyunjin.
—¡Ahora veremos qué hay de ese contrato! —murmuró en el baño, pero su objetivo fundamental era, naturalmente, el estante de paquetes, tarros y tubos.
Los cogió uno por uno, con el pretexto de limpiar la estantería, y pasó casi todo el día
examinándolos cuidadosamente para ver si los que tenían el letrero PIEL, OJOS y
PELO eran en realidad pedazos de las desventuradas jovencitas. Pero por lo que vio,
no eran más que cremas, polvos y pintura. Si en otros tiempos fueron niñas, Howl
habría usado el tubo PARA EL DETERIORO y las habría deteriorado de tal forma que era imposible reconocerlas. Sophie confiaba en que los paquetes solo contuvieran cosméticos.
Colocó las cosas de nuevo en la estantería y siguió limpiando. Aquella noche, cuando se acomodó en la silla con dolores por todo el cuerpo, Calcifer se quejó de que por su culpa había secado uno de los manantiales de aguas termales.
—¿Dónde están esas termas? —preguntó Sophie. En aquellos días sentía curiosidad por todo.
—Bajo los pantanos de Porthaven —dijo Calcifer—, pero como sigas así, tendré
que traer agua caliente del Páramo. ¿Cuándo vas a dejar de limpiar y a averiguar lo
de mi contrato?
—Todo a su tiempo —dijo Hyunjin—. ¿Cómo voy a sacarle Lee Know lo del contrato si no para en casa? ¿Siempre sale tanto?
—Solo cuando anda cortejando a alguna dama —dijo Calcifer.
Cuando el baño quedó limpio y reluciente Hyunjin fregó las escaleras y el rellano.
Luego entró en el pequeño cuarto de Seungmin. El muchacho, que para entonces parecía haber aceptado resignadamente a Hyunjin como una especie de desastre natural, lanzó un grito de desesperación y subió corriendo las escaleras para rescatar sus posesiones más preciadas. Estaban en una caja vieja bajo su pequeño camastro taladrado por la carcoma. Cuando se llevaba la caja con actitud protectora, Hyunjin
vislumbró un lazo azul con una rosa de azúcar, sobre lo que parecían ser cartas.
—¡Así que Seungmin tiene una enamorada! —se dijo mientras abría la ventana,
que también daba a una calle en Porthaven, y sacaba el colchón sobre el alféizar para
que se aireara. Teniendo en cuenta lo curiosa que se había vuelto, Hyunjin se sorprendió a sí mismo al no preguntarle quién era aquella chica y cómo la mantenía a salvo de Lee Know.
Barrió tal cantidad de polvo y basura de la habitación de Seungmin que estuvo a
punto de ahogar a Calcifer intentando quemarlo todo.
—¡Me vas a matar! ¡Eres tan despiadado como Lee Know! —tosió Calcifer. Solo se le
vía el pelo verde y un pedazo azul de su frente alargada.
Seungmin metió su preciada caja en el cajón de la mesa de trabajo y lo cerró con
llave.
—¡Ojalá Lee Know nos hiciera caso! —dijo—. ¿Por qué tardará tanto con este chico?
Al día siguiente Hyunjin intentó empezar con el patio, pero en Porthaven estaba
lloviendo. La lluvia azotaba la ventana y repiqueteaba contra la chimenea,
provocando el siseo irritado de Calcifer. El patio también formaba parte de la casa de
Porthaven, así que estaba diluviando cuando Sophie abrió la puerta. Se cubrió la
cabeza con el delantal y trasteó un poco, y antes de mojarse demasiado, encontró un
cubo con cal y un pincel largo. Se los llevó dentro y se puso a trabajar en las paredes.
Encontró una vieja escalera en el armario y encaló el techo entre las vigas. Siguió
lloviendo durante dos días en Porthaven, aunque cuando Lee Know abrió la puerta con
la mancha verde hacia abajo y salió a la colina hacía sol, y las sombras de las nubes
corrían sobre el brezo a más velocidad de la que el castillo podía permitirse. Hyunjin encaló también su cubículo, las escaleras, el rellano y la habitación de Seungmin.

El castillo ambulante - MinjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora