capítulo 47

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—Es de carne y hueso —dijo Calcifer. Su rostro azul volvió a asomarse por la chimenea con expresión desorientada—. No sé lo que es, pero tiene muchas ganas de entrar. Creo que no tiene malas intenciones.
Como los golpes no cesaban y Hyunjin se sentía cada vez más irritado, decidió abrir la puerta y terminar de una vez. Además, le picaba la curiosidad. Todavía tenía en la mano la segunda capa de terciopelo que había sacado del armario y se la echó sobre los hombros mientras se acercaba a la puerta. Calcifer la miró. Entonces, por primera vez desde que lo conocía, agachó la cabeza voluntariamente. Debajo de las llamas verdes y rizadas se oyeron grandes carcajadas secas. Preguntándose en qué la
habría convertido la capa, Hyunjin abrió la puerta.
Un enorme perro de caza saltó ágilmente desde la colina y aterrizó en medio de la habitación. Hyunjin dejó caer el abrigo y se apartó a toda prisa. Los perros siempre lo habían puesto nervioso y los perros de caza no tienen una imagen muy tranquilizadora. Hyunjin miró con nostalgia a las rocas y los brezos que pasaban por la puerta y se preguntó si serviría de algo llamar a Lee Know.
El perro arqueó el lomo y de alguna forma consiguió alzarse sobre sus delgadas
patas traseras. Aquello lo hacía casi tan alto como Hyunjin. Con las patas delanteras
extendidas rígidamente, intentó enderezarse de nuevo. Entonces, justo cuando Hyunjin abría la boca para gritar llamando a Lee Know, la criatura hizo un enorme esfuerzo y adoptó la forma de un hombre con un traje marrón arrugado. Era pelirrojo y tenía un rostro pálido e infeliz.
—¡Vengo de Upper Folding! —jadeó el perro-hombre—. Amo a Felix... Felix
me envía... Felix llora y muy triste... me mandó contigo... me dijo que me quedara...
—empezó a doblarse y a encogerse antes de terminar de hablar. Lanzó un aullido
canino de desesperación e irritación—. ¡No se lo digas al Mago! —lloriqueó y se encogió bajo el pelo rojizo hasta convertirse otra vez en perro. Esta parecía un setter.
El setter agitó la cola peluda y miró a Hyunjin con seriedad bajo sus ojos acuosos y
tristes.
—¡Ay, madre! —dijo Hyunjin mientras cerraba la puerta—. Tienes problemas, amigo mío. Eras el collie aquel, ¿verdad? Ahora me doy cuenta de a qué se refería la señora Fairfax. ¡Esa Bruja es tremenda! Pero, ¿por qué te ha mandado Felix aquí? Si no quieres que se lo diga al mago Lee Know...
El perro gruñó ligeramente al oír el nombre. Pero también movió la cola y le dirigió una mirada suplicante.
—Está bien. No se lo diré —prometió Hyunjin. El perro pareció tranquilizarse. Se acercó trotando hasta la chimenea, donde le lanzó a Calcifer una mirada un tanto desconfiada y se tumbó junto a la pantalla de la chimenea formando un delgado
bulto marrón—. Calcifer, ¿qué te parece a ti?
—Este perro es un humano hechizado —asintió Calcifer.
—Ya lo sé, pero ¿le puedes quitar el hechizo? —preguntó Hyunjin. Imaginó que Felix debió de haber oído, como tanta gente, que Lee Know tenía un Brujo que trabajaba para él. Y parecía algo importante convertir al perro otra vez en hombre y enviarle de vuelta a Upper Folding antes de que Lee Know se levantara y lo encontrara allí.
—No. Tendría que estar unido a Lee Know para conseguirlo —dijo Calcifer.
—Entonces lo intentaré yo —dijo Sophie—. ¡Pobre Félix! ¡Primero Lee Know le rompe el corazón y el otro pretendiente es un perro la mayor parte del tiempo! Hyunjin puso la mano sobre la cabeza suave y redonda del perro—. Conviértete en el hombre que deberías ser —le dijo. Lo repitió muchas veces, pero el único efecto era que el perro parecía dormirse. Roncaba y se estremecía en sueños junto a las piernas de Hyunjin.
Mientras tanto, de la planta de arriba llegaban gemidos y quejas. Hyunjin siguió murmurándole cosas al perro y los ignoró. Después llegaron golpes de tos fuertes y huecos, que se fueron convirtiendo en gemidos. Hyunjin también los ignoró. A las toses les siguieron estornudos escandalosos, que hacían estremecerse las puertas y ventanas. A Hyunjin le costó más no hacerles caso, pero lo consiguió.
¡Puuuuuut-puuuuuut!, se sonó la nariz, como una tuba en un túnel. Volvieron a
empezar las toses, mezcladas con gemidos. Los estornudos alternaban con los quejas y las toses y todos aquellos sonidos se elevaron hasta alcanzar un punto en el que Lee Know se las arreglaba para toser, quejarse, sonarse la nariz, estornudar y lamentarse quedamente todo a la vez. Las puertas se estremecían, las vigas del techo temblaban y uno de los troncos de Calcifer rodó fuera del hogar.
—¡Está bien, está bien, mensaje recibido! —dijo Hyunjin, colocando el tronco de
nuevo sobre la rejilla—. Lo siguiente será el lodo verde. Calcifer, asegúrate de que el
tronco sigue en su sitio —y subió las escaleras murmurando en voz alta—. ¡Hay que ver con estos magos! ¡Como si fueran los únicos en pillar un resfriado! A ver, ¿qué te pasa? —preguntó, avanzando a tientas por la habitación hasta la alfombra mugrienta.
—Me muero de aburrimiento —dijo Lee Know con un tono patético—. O a lo mejor, simplemente, me muero.
Estaba recostado sobre unas sucias almohadas grises, con bastante mal aspecto, cubierto con lo que podía haber sido una colcha de retales, excepto que era de un solo color por culpa del polvo. Las arañas que tanto parecían gustarle tejían afanosamente en el dosel. Hyunjin le tocó la frente.
—Tienes un poco de fiebre —admitió.
—Estoy delirando —dijo Lee Know—. Veo puntos delante de los ojos.
—Son arañas —dijo Hyunjin—. ¿Cómo es que no puedes curarte con un conjuro?
—Porque no existe cura para el resfriado —dijo Lee Know con voz lastimera—. Las cosas dan vueltas a mi alrededor, o a lo mejor es la cabeza la que da vueltas. No dejo de pensar en la maldición de la bruja. No me había dado cuenta de que podía desarmarme de esa manera, aunque las cosas que se han cumplido hasta ahora han sido todas por mi culpa. Estoy esperando a que ocurran las demás. Hyunjin pensó en la desconcertante poesía.
—¿Qué cosas? ¿Dime dónde están los años pasados?
—No, eso ya lo sé —dijo Lee Know—. Los míos o los de cualquier otro. Están todos allí, donde han estado siempre. Podría ir y jugar a ser el hada madrina de mi propio bautizo si quisiera. A lo mejor lo hice y de ahí vienen mis problemas. No, solo faltan tres cosas: las sirenas, la raíz de mandragora y el viento que impulsa una mente honesta. Y que me salgan canas, supongo, pero no pienso quitarme el conjuro para comprobarlo. Solo quedan unas tres semanas para que se hagan realidad y en cuanto se cumplan, la bruja me atrapará. Pero la reunión del Club de Rugby es la noche del solsticio de verano, así que al menos eso no me lo perderé. El resto ya pasó hace
mucho tiempo.

El castillo ambulante - MinjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora