capítulo 50

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Seungmin bajó de buen humor y se puso de nuevo con su conjuro. Estaba tan contento que mientras trabajaba se unió a Calcifer en su canción sobre la sartén y charlaba con la calavera igual que hacía Hyunjin.
—Vamos a vivir en Market Chipping —le dijo a la calavera—. Podré ir a ver a mi Felix todos los días.
—¿Por eso le has dicho a Lee Know lo de la tienda? —le preguntó Hyunjin mientras
enhebraba la aguja. Ya iba por el triángulo número ochenta y nueve.
—Sí —contestó Seungmin—. Lettie me habló de ella cuando pensábamos en cómo seguir viéndonos. Yo le dije...
Le interrumpió la llegada de Lee Know, que bajaba las escaleras envuelto en su colcha.
—Esta es definitivamente mi última aparición —graznó Lee Know—. Se me ha
olvidado deciros que mañana van a enterrar a la señora Pentstemmon en su finca cerca de Porthaven y que necesito que este traje esté limpio para entonces — Lee Know sacó el traje gris y escarlata de debajo de la colcha y lo dejó caer sobre el regazo de Hyunjin—. Te preocupas del traje equivocado —le dijo a Hyunjin—. El que me gusta a mí es este, pero no tengo fuerzas para limpiarlo yo mismo.
—No tienes que ir al funeral, ¿no? —le preguntó Seungmin preocupado.
—Ni se me ocurriría dejar de asistir —dijo Lee Know —. Fue la señora Pentstemmon quien me hizo el mago que soy. Tengo que presentarle mis respetos.
—Pero estás peor de la tos —dijo Seungmin.
—El mismo se lo ha buscado —dijo Hyunjin—, al levantarse y andar por ahí de paseo.
Lee Know adoptó inmediatamente su expresión más noble.
—Estaré bien —gimió—, siempre que me mantenga alejado de la brisa marina.
La finca de Pentstemmon es un lugar inclemente. Los árboles están todos vencidos
por el viento y no hay ni un refugio en millas a la redonda. Hyunjin sabía que buscaba su compasión. Soltó un bufido.
—¿Y la bruja? —preguntó Seungmin. Lee Know tosió penosamente.
—Iré disfrazado, probablemente de cadáver —dijo, arrastrándose hacia las escaleras.
—Entonces te hace falta una sábana blanca, en lugar de este traje —le dijo Hyunjin. Lee Know siguió subiendo las escaleras sin contestar y Hyunjin no protestó. Ahora que
tenía el traje encantado en su poder no quería perder la oportunidad. Sacó las tijeras
y cortó el traje gris y escarlata en siete piezas de distinto tamaño. Aquello bastaría para desanimar a Lee Know. Luego se puso a coser los últimos triángulos del traje azul y plateado, casi todos trocitos de alrededor del cuello. Se había quedado muy pequeño. Parecía que no le sentaría bien ni siquiera al paje de la señora Pentstemmon.
— Seungmin —le dijo—, date prisa con ese conjuro. Es urgente.—Ya me falta poco —respondió Seungmin.
Media hora después fue tachando los ingredientes de la lista y dijo que creía que
estaba listo. Se acercó a Hyunjin llevando en la mano un cuenco con una pequeña
cantidad de polvo verde en el fondo.
—¿Dónde lo quieres?
—Aquí —dijo Hyunjin, cortando los últimos hilos. Echó a un lado al perro-hombre dormido y colocó el traje de talla infantil en el suelo. Seungmin, con el mismo cuidado, inclinó el cuenco y espolvoreó la sustancia sobre cada centímetro de tela.
Los dos esperaron con ansiedad.
Pasó un momento. Seungmin suspiró aliviado. El traje comenzaba a estirarse poco a poco. Lo contemplaron mientras crecía, hasta que por un lado se subió sobre la pelambrera del perro-hombre y Hyunjin tuvo que retirarlo un poco para hacerle sitio.
Al cabo de cinco minutos estuvieron de acuerdo en que el traje volvía a ser del
tamaño de Hyunjin. Seungmin lo recogió y con mucho cuidado sacudió el polvo restante sobre el fuego. Calcifer se alteró y protestó. El perro-hombre se estremeció en sueños.
—¡Cuidado! —exclamó Calcifer—. Era un conjuro muy fuerte.
Hyunjin cogió el traje y subió las escaleras de puntillas. Lee Know estaba dormido
sobre las almohadas grises, mientras sus arañas se afanaban en construir nuevas
telas a su alrededor. Dormido tenía un aspecto noble y triste. Hyunjin avanzó cojeando para colocar el traje azul y plateado sobre el viejo arcón junto a la ventana, intentando convencerse de que el traje había dejado de crecer desde que lo cogió.
—De todas formas, si te impide que asistas al funeral, tampoco sería mala cosa
—murmuró mientras miraba por la ventana.
El sol descendía sobre el primoroso jardín. Allí había un hombre alto y moreno,
que tiraba con entusiasmo una pelota roja hacia el sobrino de Lee Know, Neil, que tenía un aspecto de paciente sufrimiento sujetando un bate. Hyunjin supo que el hombre era su padre.
—Otra vez cotilleando —oyó decir a Lee Know. Hyunjin se volvió inmediatamente sintiéndose culpable, y vio que estaba todavía medio dormido. Tal vez creyera que era el día anterior, porque dijo:
—Enséñame a librarme del aguijón de la envidia, eso forma parte de los años pasados.
Amo a Gales, pero Gales no me ama a mí. A Megan le corroe la envidia porque ella
es respetable y yo no —luego se despertó un poco más y preguntó—: ¿Qué haces?
—Te he traído el traje, nada más —dijo Hyunjin, y se alejó cojeando a toda prisa.
Lee Know debió de quedarse dormido. No volvió a bajar aquella noche. A la mañana
siguiente, cuando Hyunjin y Seungmin se levantaron, no le oyeron removerse. Tuvieron
mucho cuidado para no despertarle. A ninguno de los dos le parecía una buena idea
que asistiera al funeral de la señora Pentstemmon.
Seungmin salió sin hacer ruido a las colinas para que el perro-hombre corriera un poco. Hyunjin se movía de puntillas mientras preparaba el desayuno, confiando en que Lee Know siguiera durmiendo.
Cuando Seungmin regresó, no había ni rastro del mago. El perro-hombre estaba muerto de hambre. Hyunjin y Seungmin rebuscaban por los armarios algo que pudiera comer un perro cuando oyeron a Lee Know bajar muy despacio los escalones.

El castillo ambulante - MinjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora