capítulo 37

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—Señorita Angorian —dijo Lee Know—, si ha oído todas esas cosas sobre mí, sabrá que escribí mi tesis doctoral sobre conjuros y encantamientos.
¡Por su expresión parece que estuviera haciendo magia negra! Le aseguro que nunca he usado ningún tipo de conjuro en mi vida —Hyunjin no pudo evitar una ligera tos al oír aquella
mentira descarada—. Con la mano en el corazón —añadió Lee Know, lanzándole a Hyunjin una mirada irritada—, le digo que este conjuro es solamente para estudiarlo.
Es muy viejo y excepcional. Por eso quería recuperarlo.
—Bueno, pues ya lo tiene —dijo la tajante señorita Angorian—. Antes de que se vaya, ¿le importaría devolverme la hoja de los deberes? Las fotocopias cuestan dinero.
Howl sacó el papel enseguida y lo levantó justo fuera de su alcance.
—Y ahora este poema —dijo—, me tiene intrigado. Es una tontería, en realidad,
pero no me acuerdo de cómo termina. Es de Walter Raleigh, ¿no?
La señorita Angorian lo miró con desprecio.
—Por supuesto que no. Es de John Donne y es muy conocido. Aquí tengo el libro
en el que aparece, si quiere refrescarse la memoria.
—Por favor —y por cómo siguió con la vista a la señorita Angorian hacia la
estantería, Hyunjin se dio cuenta de que aquella era la verdadera razón por la Lee Know había venido a esta tierra extraña donde vivía su familia.
Pero a Lee Know no le importaría matar dos pájaros de un tiro.
—Señorita Angorian —dijo suplicante, observando su silueta cuando ella se
estiraba para coger el libro—, ¿consideraría usted la posibilidad de salir a cenar conmigo esta noche?
La señorita Angorian se dio la vuelta con un gran libro en la mano, con una
expresión más severa que nunca.
—No —dijo—. Señor Jenkins, no sé qué habrá oído sobre mí, pero debe saber que todavía me considero comprometida con Ben Sullivan...
—No sé quién es —dijo Lee Know.
—Mi prometido —dijo la señorita Angorian—. Desapareció hace años. Y ahora,
¿quiere que le lea en voz alta el poema?
—Por favor —dijo Lee Know, sin arredrarse—. Tiene usted una voz tan hermosa.
—Entonces empezaré con la segunda estrofa —dijo la señorita Angorian—, ya que tiene la primera en la mano.
Leía muy bien, no solo melodiosamente sino en una forma en la que la segunda estrofa parecía encajar con el ritmo de la primera, cosa que en opinión de Hyunjin no ocurría en absoluto sobre el papel:


Si has nacido con visiones extrañas,
cosas invisibles a los ojos,
cabalga diez mil días con sus noches
hasta que la edad nieve de blanco tus cabellos.
Cuando regreses, me contarástodas las extrañas maravillas que te han ocurrido,
y jurarás
que en ningún lugar
existe ninguna mujer hermosa y fiel.
Si encontrases...


Lee Know se había puesto terriblemente pálido. Sophie percibió el sudor en su rostro.
—Gracias —dijo—. Ya puede parar. No la molestaré con el resto. Incluso la buena mujer es infiel en el último verso, ¿no es así? Ahora me acuerdo. Qué tonto he sido. John Donne, naturalmente —la señorita Angorian bajó el libro y lo miró. Lee Know forzó una sonrisa—. Ahora tenemos que irnos. ¿No cambiará de opinión sobre la cena?
—No —dijo la señorita Angorian—. ¿Se encuentra bien, señor Jenkins?
—Estupendamente —dijo Lee Know, mientras empujaba a Seungmin y Hyunjin escaleras abajo y hacia el horrible carruaje sin caballos. Los observadores invisibles en las casas de alrededor debieron de pensar que la señorita Angorian los perseguía con un sable, a juzgar por la velocidad con la que Lee Know los metió en el coche y se marchó.
—¿Qué pasa? —preguntó Seungmin mientras el carruaje avanzaba rugiendo colina arriba y Hyunjin se agarraba a los pedazos del asiento con todas sus fuerzas.
Lee Know fingió no haberlo oído. Así que Seungmin esperó hasta que Lee Know guardó el carro en la caseta y volvió a preguntar.
—Ah, nada —dijo Lee Know con arrogancia, dirigiendo el camino hacia la casa amarilla llamada Rivendell—. La bruja del Páramo me ha pillado con su maldición, nada más. Tenía que pasar, antes o después —parecía estar calculando o haciendo sumas de memoria mientras abría la puerta del garaje—. Diez mil —le oyó murmurar Hyunjin—. Eso será sobre el día del solsticio de verano.
—¿Qué pasa el 21 de junio? —preguntó Hyunjin.
—Que cumpliré diez mil días de vida —dijo Lee Know—. Y ese día, don Metomentodo —dijo, entrando en el jardín de RIVENDELL—, será el día en que tendré que enfrentarme a la bruja del Páramo—.  Hyunjin y Seungmin se quedaron
parados en el camino, con los ojos clavados en la espalda de Lee Know, donde se leían las
misteriosas palabras RUGBY de GALES—. Si me mantengo alejado de las sirenas
—le oyeron murmurar— y no toco una raíz de mandrágora...
Seungmin lo llamó.
—¿Tenemos que volver a entrar en esa casa?
Y Hyunjin añadió:
—¿Y qué hará la bruja?
—Me dan escalofríos solo de pensarlo —apuntó Lee Know—. Tú no tienes que volver a entrar allí, Seungmin.
Abrió la puerta de cristal. Dentro estaba la sala del castillo. Las grandes llamas de
Calcifer coloreaban las paredes de azul y verde a la luz del atardecer. Lee Know apartó
hacia atrás sus largas mangas y le echó un tronco.—Nos ha cogido, viejo amigo azul —dijo.
—Ya lo sé —dijo Calcifer—. Noté cómo se agarraba.

El castillo ambulante - MinjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora