capítulo 40

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“En el que Hyunjin ensucia el nombre de Lee Know”


CUANDO LLEGÓ AL PALACIO, Hyunjin volvió a sentirse mal. Sus muchas cúpulas doradas lo cegaban. Para llegar a la entrada principal había que subir una enorme escalinata, donde un soldado con uniforme escarlata montaba guardia cada seis escalones. Los pobres muchachos debían estar a punto de desmayarse con el calor, pensó Hyunjin mientras pasaba resoplando junto a ellos.
Al final de los escalones había arcos, salones, corredores, vestíbulos, uno detrás
de otro. Hyunjin perdió la cuenta. En cada arcada una persona espléndidamente
vestida, con guantes, que de algún modo seguían blancos a pesar del calor, le preguntaba qué la traía por allí y luego la conducían hasta la siguiente persona en la siguiente arcada.
—¡El señor Pendragon para ver al Rey! —resonaba la voz de cada uno por los pasillos.
Aproximadamente a mitad de camino separaron a Lee Know educadamente y le pidieron que esperara. A Seungmin y a Hyunjin los siguieron escoltando de una puerta a otra. Los llevaron al piso superior, donde los lacayos pasaron a estar espléndidamente vestidos de azul en lugar de rojo, y fueron escoltados hasta llegar a
una antesala recubierta de paneles de madera de cien colores distintos. Allí apartaron también a Seungmin y le pidieron que esperara. Hyunjin, que para entonces no estaba seguro de si estaba inmersa en un sueño extraño, fue conducida a través de unas puertas enormes, y esta vez la voz resonante anunció:
—Su Majestad, el señor Pendragon ha venido a verle.
Y allí estaba el Rey, no en un trono sino sentado en una silla cuadrada que tenía
como único adorno una hoja dorada, en el medio de una gran sala, vestido con
mucha más modestia que sus sirvientes. Estaba totalmente solo, como una persona normal. Es cierto que estaba sentado con una pierna extendida en un ademán más bien real, y que era atractivo de una forma regordeta y un tanto vaga, pero a Hyunjin le pareció demasiado joven y un poco demasiado orgulloso para ser el Rey. Sentía que, con aquella cara, debía de sentirse menos seguro de sí mismo. El Rey le dijo:
—Y bien, ¿para qué quiere verme el padre del mago Lee Know?
Y Hyunjin se sintió de repente sobrecogido de estar hablan do con el Rey. Era como si el hombre que estaba allí sentado y el cargo tan importante que suponía reinar fueran dos cosas distintas que por casualidad ocuparan la misma silla. Y se dio cuenta de que no recordaba ni una sola palabra de todas las cosas estudiadas que
Lee Know le había encargado decir. Pero tenía que decir algo.
—Me ha enviado para anunciarle que no va a ir a buscar a su hermano, Su Majestad. Miró al Rey fijamente. El monarca le devolvió la mirada. Aquello era un desastre.
—¿Está seguro? —preguntó el Rey—. El Mago parecía muy dispuesto cuando hablé con él.
Lo único que Hyunjin tenía en la cabeza era que había venido a ensuciar el hombre de Lee Know, así que añadió:
—Mintió. No quería molestarle. Es tan escurridizo como una anguila, si sabe a lo que me refiero, Su Majestad.
—Y espera escabullirse sin tener que buscar a mi hermano Christopher —dijo el Rey—.
Comprendo. ¿Por qué no se sienta, ya que veo que no es tan joven, y me cuenta las razones del Mago?
Bastante lejos del Rey había otra silla corriente. Hyunjin se acercó hasta ella renqueante y se sentó con las manos apoyadas en su bastón, como la señora Pentstemmon, esperando sentirse mejor así. Pero su mente seguía completamente en blanco por los nervios. Lo único que se le ocurrió fue:
—Solo un cobarde enviaría a su anciano padre a suplicar en su lugar. Con eso Su Majestad se puede dar cuenta del tipo de persona que es.
—Es una idea inusual —concedió el Rey con gravedad—. Pero le dije que le recompensaría con creces si aceptaba.
—Ah, el dinero no le importa —dijo Hyunjin—. Pero la bruja del Páramo le causa terror. Le ha puesto una maldición.
—Entonces tiene motivos para estar asustado —dijo el Rey con un ligero escalofrío—. Pero cuénteme más sobre el Mago, por favor.
«¿Más sobre Lee Know?», pensó Hyunjin desesperadamente. «¡Tengo que ensuciar su
nombre!». Tenía la mente tan vacía que por un momento le pareció que Lee Know no tenía ningún defecto. «¡Qué estupidez!».
—Pues es inconstante, atolondrado, egoísta e histérico —dijo—. La mitad de las veces me parece que no le importa qué les pase a los demás, siempre que no le afecta
a él, pero luego descubro que ha sido de lo más considerado con alguien. Después me da la impresión de que solo se porta bien cuando le conviene, pero entonces me entero de que cobra de menos a los pobres. No sé, Su Majestad, es un lío.
—A mí me da la impresión —dijo el Rey— de que Lee Know es un truhán sin principios, escurridizo, con un pico de oro y muy listo. ¿Está de acuerdo?
—¡Qué bien lo ha dicho! —dijo Hyunjin de corazón—. Pero se le ha olvidado
mencionar lo presumido que es y...
Miró con desconfianza al Rey a través de los metros de alfombra. Parecía
sorprendentemente dispuesto a ayudarle a ensuciar el nombre de Lee Know.
El Rey sonreía. Era la sonrisa ligeramente insegura que iba con la persona que era, más que con el Rey que debía ser.
—Gracias, señor Pendragon —dijo—. Su franqueza me ha quitado un peso de
encima. El Mago accedió a buscar a mi hermano con tanta presteza que pensé que había elegido a la persona equivocada después de todo. Temí que fuera una persona incapaz de resistirse a alardear o que haría cualquier cosa por dinero. Pero usted me ha demostrado que es justamente el hombre que necesito.

El castillo ambulante - MinjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora