capítulo 64

6 2 0
                                    

Hyunjin cogió la lata y exterminó las malas hierbas generosamente, deseando que los hierbajos fueran la bruja.
—¿Y justo después de eso te convirtió en perro?
—Nada más salir del pueblo —dijo Percival—. En cuanto le dije lo que quería saber, abrió la puerta del carruaje y dijo: «Lárgate. Te llamaré cuando te necesite». Y salí corriendo, porque sentí que una especie de hechizo me perseguía. Me alcanzó justo cuando llegué a una granja y los que me vieron convertirme en perro creyeron  que era un hombre lobo e intentaron matarme. Tuve que morder a uno de ellos para escaparme. Pero no conseguí librarme del palo, que se atascó en el seto cuando intenté atravesarlo.
Hyunjin siguió su avance destructivo hasta una curva del camino mientras escuchaba.
—¿Y entonces fuiste a casa de la señora Fairfax?
—Sí. Iba buscando a Felix. Los dos se portaron muy bien conmigo —dijo Percival—, aunque nunca me habían visto antes. Y el mago Lee Know empezó a venir de visita para cortejar a Felix. A él no le gustaba, y me pidió que le mordiera para librarse de él, hasta que Lee Know empezó a preguntarle un día sobre ti y... Hyunjin estuvo a punto de destrozarse los zapatos con el líquido. Tuvo suerte, pues la grava del camino echaba humo donde había caído.
—¿Qué?
—Dijo: «Conozco a una Hyunjin que se parece un poco a ti». Y Félix contestó: «Es mi hermano», sin pensarlo —siguió Percival—. Y entonces se preocupó una barbaridad, especialmente porque Lee Know no dejaba de preguntarle por su hermano.
Felix dijo que ojalá se hubiera mordido la lengua. El día en que apareciste por
allí, estaba siendo agradable con Lee Know con intención de averiguar de qué te conocía.
Lee Know le dijo que eras un anciano. Y la señora Fairfax comentó que te había visto.
Felix lloró muchísimo y dijo: «¡Algo terrible le ha pasado a Hyunjin. Y lo peor de todo
es que cree estar a salvo de Lee Know. ¡Hyunjin es demasiado bueno para darse cuenta de
lo desalmado que es!». Y estaba tan alterado que conseguí convertirme en hombre lo
suficiente para decirle que vendría a cuidarte.
Hyunjin extendió el herbicida formando un gran arco humeante.
—¡Mira que es! Muy amable de su parte. Lo quiero mucho y se lo agradezco. Yo
estaba igual de preocupada por él. ¡Pero no necesito un perro guardián!
—Claro que sí —insistió Percival—. Al menos lo necesitabas. Llegué demasiado
tarde.
Hyunjin dio media vuelta, con el herbicida en la mano. Percival tuvo que echar acorrer y esconderse detrás del árbol más cercano. La hierba murió en un gran arco a
su espalda mientras corría.
—¡Malditos sean todos! —gritó Sophie—. ¡Estoy harto de ustedes! —soltó la lata en el medio del camino y avanzó entre los hierbajos hasta el arco de piedra—.
¡Demasiado tarde! —iba murmurando—. ¡Qué idiotez! ¡Lee Know no solo es un desalmado, sino que es imposible! Además —añadió—, soy un anciano.
Pero no podía negar que algo le pasaba desde que el castillo viajero se trasladó, o incluso antes. Y parecía estar relacionado con el hecho de que Hyunjin parecía misteriosamente incapaz de verse cara a cara con sus hermanos.
—¡Y todo lo que dije al Rey era verdad! —siguió.
Iba a recorrer siete leguas con sus propios pies y no regresaría jamás. ¡Para que se enterasen! ¡A quién le importaba que la señora Pentstemmon hubiera confiado en Hyunjin para evitar que Lee  Know se inclinara hacia el mal! Había sido un fracaso. Eso le pasaba por ser el mayor. Y de todas formas la señora Pentstemmon la había tomado por el anciano padre de Lee, ¿verdad? ¿O tal vez no? Hyunjin tuvo que admitir con
inquietud que si su experta mirada le había permitido detectar un conjuro cosido en
un traje, con toda seguridad habría podido ver la magia más poderosa de un conjuro de la bruja.
—¡Maldito sea el traje gris y escarlata! —dijo Hyunjin—. ¡Me niego a creer que fue
a mí a quien hechizó! —el problema era que el traje azul y plateado parecía haber
funcionado exactamente igual. Avanzó unos pasos más—. Además —dijo con gran
alivio—, ¡a Lee Know no le caigo bien!
Aquel pensamiento tranquilizador hubiera bastado para mantenerla en marcha
toda la noche, si no se hubiera apoderado de ella una gran inquietud. Sus oídos
habían percibido un golpeteo familiar. Miró con atención hacia el sol poniente y allí,
en el camino que torcía bajo el arco de piedra, vio una figura distante con los brazos
extendidos, saltando sin cesar.
Hyunjin se sujetó el chaleco, dio media vuelta y echó a correr por donde había venido. A su alrededor se levantaron nubes de polvo y gravilla. Percival estaba parado en el camino con expresión triste, junto al cubo y la lata. Hyunjin lo agarró y lo arrastró tras los árboles más cercanos.
—¿Pasa algo? —preguntó.
—¡Silencio! Es ese maldito espantapájaros otra vez —susurró Hyunjin sin aliento.
Cerró los ojos—. No estamos aquí. No nos puedes encontrar. Vete. ¡Márchate rápido,
rápido, rápido!
—Pero, ¿por qué...? —preguntó Percival.
—¡Cállate! ¡No estamos aquí, aquí no, aquí no! —dijo Hyunjin con desesperación.
Abrió un ojo. El espantapájaros, casi entre las dos columnas del arco, estaba quieto,
balanceándose indeciso—. Muy bien. No estamos aquí. Vete rápido. El doble de
rápido, el triple de rápido, diez veces más rápido. ¡Márchate!
Y el espantapájaros, vacilante, giró sobre su pata de palo y se puso a andar a saltitos por el camino. Al cabo de momento, los saltos se hicieron gigantescos, cada vez más rápido, como le habían ordenado. Hyunjin casi no respiraba y no soltó la manga de Percival hasta que el espantapájaros se perdió de vista.

El castillo ambulante - MinjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora