capítulo 70

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“En el que se anula un contrato ante testigos”


TODOS SALIERON CORRIENDO detrás del espantapájaros, pero Hyunjin corrió en
dirección contraria, atravesó el armario de las escobas y llegó a la tienda, cogiendo su
bastón por el camino.
—¡Es culpa mía! —murmuró—. ¡Soy un experto en hacerlo todo al revés! No debí dejar salir a la señorita Angorian. ¡Habría bastado ser educada con ella, pobrecilla! Puede que Lee  Know me haya perdonado muchas cosas, ¡pero esto no me lo va a perdonar así como así!
En la floristería sacó las botas de siete leguas del escaparate y vació en el suelo los
hibiscos, las rosas y el agua. Abrió la puerta y arrastró las botas mojadas hasta el
medio de la calle abarrotada de gente.
—Perdón —dijo en dirección a los zapatos y mangas anchas que avanzaban en
su dirección. Levantó la vista buscando el sol, que no era fácil de encontrar en el cielo
nublado—. A ver. Sudeste. Por allí. Perdón, perdón —dijo, abriendo un pequeño
espacio para las botas entre la gente que de fiesta. Las colocó en el suelo apuntando
en la dirección adecuada, metió los pies y se puso en marcha.
Zip—zip, zip—zip, zip—zip, zip—zip, zip—zip, zip—zip, zip—zip. Fue rapidísimo, y el viaje la dejó más mareada y sin aliento con las dos botas que cuando llevaba solo una. Ante los ojos de Hyunjin pasaban las imágenes a toda velocidad: la mansión al fondo del valle, reluciente entre los árboles con el carruaje de Irene a la
puerta; heléchos en las colinas; un riachuelo precipitándose hacia el verdor de un valle; el mismo río deslizándose por un valle mucho más ancho; el mismo valle que ya era tan amplio que parecía eterno y azul en la distancia, y un montón de torres a lo lejos que podían haber sido Kingsbury; la llanura que volvía a estrecharse en dirección a las montañas; una montaña tan empinada que se tropezó a pesar del bastón, lo que la llevó al borde de un precipicio teñido de niebla, desde el que se
veían las copas de los árboles muy al fondo, donde tuvo que dar otro paso para no
caerse.
Y aterrizó sobre arena amarilla. Clavó el bastón en el suelo y miró con cuidado a su alrededor. Detrás de su hombro derecho, a varias millas de distancia, había una neblina blanca y vaporosa que casi ocultaba las montañas por las que acababa de pasar. Bajo la neblina se veía una franja verde oscuro. Hyunjin asintió. Aunque desde tan lejos no distinguía el castillo viajero, estaba segura de que la bruma marcaba el
lugar de las flores. Dio otro paso cuidadoso. Zip. Hacía un calor espantoso. La arena amarillenta se extendía en todas direcciones, relumbrando bajo el sol. Había rocas desperdigadas por aquí y por allá. Lo único que crecía eran unos arbustos grisáceos y tristes. Las montañas parecían nubes acercándose en el horizonte.
—Si esto es el Páramo —dijo Hyunjin, chorreando sudor por todas sus arrugas—,entonces la bruja me da lástima, por tener que vivir aquí.
Dio otro paso. El viento no la refrescó en absoluto. Las rocas y los arbustos eran
iguales, pero la arena era más gris y las montañas parecían haber hundido el cielo.
Hyunjin escudriñó el tembloroso resplandor gris que se divisaba a lo lejos, donde le
pareció ver algo más grande que una roca. Dio un paso más. Era como estar dentro de un horno. Distinguió un montículo con una forma
peculiar como a un cuarto de milla, erguido sobre una leve pendiente en un terreno
rocoso. Era una forma fantástica de torres torcidas, que se elevaban hacia una torre
principal ligeramente inclinada, como un viejo dedo nudoso. Hyunjin se quitó las botas. Hacía demasiado calor para cargar con algo tan pesado, así que avanzó para
investigar llevando solo su bastón.
Aquella cosa parecía estar hecha con la misma tierra amarilla del Páramo. Al
principio Hyunjin se preguntó si sería algún tipo de hormiguero extraño. Pero al acercarse se dio cuenta de que era como si estuviera formado por miles de macetas amarillas amontonadas unas sobre otras. Sonrió. A menudo el castillo viajero le había recordado al interior de una chimenea y aquel edificio era como una colección de remates de chimenea, de los que se colocan por fuera para mejorar el tiro. Tenía
que ser obra de un demonio del fuego.
Mientras Hyunjin subía jadeando la pendiente, no le quedó ninguna duda de que
aquello era la fortaleza de la bruja. De un espacio oscuro al fondo salieron dos
figuras anaranjadas que se quedaron paradas esperándola. Reconoció a los pajes de la bruja. Acalorada y sin aliento, intentó hablar con ellos educadamente, para hacerles ver que no tenía problemas con ellos.
—Buenas tardes —dijo.
Se limitaron a mirarla con cara de pocos amigos. Uno de ellos se inclinó y extendió la mano, señalando hacia una entrada con un arco deformado y oscuro entre las columnas torcidas de remates de chimenea. Hyunjin se encogió de hombros y lo siguió al interior. El otro paje caminó detrás de ella. Naturalmente, la entrada se desvaneció en cuanto la atravesaron. Hyunjin volvió a encogerse de hombros. Tendría
que solucionar ese problema a la salida.
Se colocó bien el chal de encaje, se estiró las faldas arrugadas y avanzó. Era como atravesar la puerta del castillo con el pomo apuntando hacia el negro. Hubo un momento de nada, seguido por una luz sucia. La luz venía de las llamas amarillas verdosas que ardían y flameaban por todas partes, pero estaban hechas como de
sombra, porque no despedían calor y solo muy poca luz. Cuando Hyunjin las miraba,
las llamas no estaban nunca donde ella fijaba la vista, sino siempre a un lado. Un
efecto mágico típico. Hyunjin se encogió de hombros otra vez y siguió al paje entre
delgados pilares formados por los mismos remates de chimeneas que el resto del
edificio. Por fin los pajes la llevaron a una especie de madriguera central. O tal vez no
fuera más que un espacio entre los pilares. Sophie estaba confundida. La fortaleza
parecía enorme, aunque sospechaba que era un engaño, como ocurría con el castillo.
La bruja la estaba esperando. No supo cómo la había reconocido, salvo que no podía ser nadie más. La bruja era enormemente alta y delgada y ahora tenía el pelo rubio, recogido en una coleta como una cuerda que le colgaba sobre un hombro huesudo.
Llevaba un vestido blanco. Cuando Hyunjin avanzó directamente hacia ella levantando el bastón, la bruja retrocedió.












Estamos llegando al final, de hecho que hice todo hace un buen tiempo, sólo faltan cuatro capítulos para terminar.
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El castillo ambulante - MinjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora