capítulo 41

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—¡Ay, señor! —exclamó Hyunjin—. ¡Y él que me ha enviado a decirle justo lo contrario!
—Y eso es lo que ha hecho usted —dijo el Rey, acercando su silla un dedo hacia Hyunjin —. Permítame que sea igual de franco que usted. Señor Pendragon, necesito urgentemente que vuelva mi hermano. No es solo que le tenga cariño y que lamente la discusión que tuvimos. Ni siquiera es por que haya ciertas personas que murmuran que yo mismo lo despaché, lo cual cualquiera que nos conozca sabe que
es una auténtica estupidez. No, señor Pendragon. La verdad es que mi hermano
Christopher es un general brillante y ahora que Alta Norlandia y Estrangia están a punto
de declararnos la guerra, no puedo prescindir de él. Y además, la bruja también me ha amenazado a mí. Ahora que todos los informes confirman que Christopher se dirigió al Páramo, estoy seguro de que la bruja tenía intención de privarme de él cuando más lo necesitaba.
Creo que se llevó al mago Suliman como cebo para capturar a Christopher.
De lo que se deduce que necesito a un mago inteligente y sin escrúpulos para recuperarlo.
— Lee Know saldrá corriendo —le advirtió Hyunjin al Rey.
—No —dijo el Rey—. No creo. Me lo dice el hecho de que lo haya enviado a usted. Lo hizo para mostrarme que era demasiado cobarde como para que le importe lo que yo piense de él, ¿no es cierto, señor Pendragon?
Hyunjin asintió. Deseó poder recordar los sutiles comentarios de Lee Know. El Rey los hubiera entendido.
—No es una acción propia de un hombre vanidoso —dijo el Rey—. Pero nadie lo
haría a no ser que fuese el último recurso, lo que me demuestra que el mago Lee Know hará lo que le pido si le dejo claro que su último recurso ha fallado.
—Yo creo que podría estar interpretando... esto... débiles insinuaciones donde no las hay, Su Majestad —dijo Hyunjin.
—A mí me parece que no —dijo el Rey con una sonrisa. Sus facciones ligeramente vagas se habían reafirmado. Estaba seguro de tener razón—. Señor Pendragon, dígale al mago Lee Know que a partir de ahora le nombro Mago Real, y es Nuestro Real Mandato que encuentre al príncipe Christopher, vivo o muerto, antes de que termine el año. Ahora tiene permiso para irse.
Extendió la mano hacia Hyunjin, igual que había hecho la señora Pentstemmon, pero no tan majestuosamente. Hyunjin se levantó, sin saber si debía besarle la mano o no. Pero como de lo que de verdad tenía ganas era de levantar su bastón y pegarle al Rey con él en la cabeza, decidió estrecharle la mano y hacer una pequeña reverencia.
Pareció ser lo correcto. El Rey le dirigió una sonrisa amistosa mientras él se alejaba
cojeando hacia las puertas.
—¡Maldición! —murmuró para sí. No solo había logrado exactamente lo que Lee Know quería evitar, sino que ahora trasladaría el castillo a mil millas de distancia.
Felix, Jeongin y Seungmin serían todos desgraciados y para colmo de males sin duda
habría torrentes de fango verde—. Eso me pasa por ser el mayor —murmuró
mientras empujaba las pesadas puertas—. ¡Así es imposible hacer nada bien!
Y además había otra cosa que había salido mal. Debido a su enfado y contrariedad, de alguna manera Hyunjin había salido por la puerta que no era. Esta antesala estaba cubierta de espejos. En ellos vio su propia figura pequeña inclinada y renqueante vestida de gris, a mucha gente con el uniforme azul de la corte y otros con trajes tan finos como el de Gol; pero no vio a Seungmin, quien, naturalmente estaba esperando en la antesala recubierta de paneles de madera de cien tipos distintos.
—¡Maldita sea!
Uno de los cortesanos se acercó a toda prisa y se inclinó ante ella.
—¡Señor Hechicero! ¿En qué puedo servirla?
Era un joven muy bajito, con los ojos enrojecidos. Hyunjin lo miró fijamente.
—¡Cielo santo! —exclamó Hyunjin—. ¡Así que el conjuro funcionó!
—Pues sí —dijo el pequeño cortesano ligeramente avergonzado—. Le desarmé
mientras estornudaba y ahora me ha puesto un pleito. Pero lo más importante es
que... —su rostro se iluminó con una gran sonrisa— ... es que ¡mi querida Jane ha
regresado conmigo! Ahora, ¿en qué puedo servirle? Me siento responsable de su felicidad.
—No estoy segura de que no sea al revés —dijo Hyunjin—. ¿No serás por casualidad el Conde de Catterack?
—A su servicio —dijo el pequeño cortesano, con una reverencia.
¡Jane Farrier debía de sacarle una cabeza!, pensó Hyunjin. Es culpa mía, está claro.
—Sí, puedes ayudarme —dijo, y le contó lo de Seungmin.
El Conde de Catterack le aseguró que irían a buscar a Seungmin y lo llevarían al vestíbulo para encontrarse allí con él. No era ningún problema. Él mismo lo condujo hasta un ayudante enguantado y se la pasó con muchas sonrisas y reverencias. Hyunjin fue pasando de ayudante en ayudante, igual que antes, y al final bajó cojeando las escaleras custodiadas por los soldados.
Seungmin no estaba allí. Ni tampoco Lee Know, pero aquello no alivió a Hyunjin.
¡Debería haberlo sabido! Obviamente el Conde de Catterack era una persona que
nunca hacía nada a derechas, igual que ella. Probablemente había sido una suerte
que hubiera encontrado la salida. Se sentía tan cansada, acalorada y derrotada que
decidió no esperar a Seungmin. Quería sentarse en la silla junto al fuego y contarle a
Calcifer cómo lo había estropeado todo.
Bajó renqueante por la escalinata y continuó avanzando con dificultad por una gran avenida. Siguió cojeando por otra, donde las torres, capiteles y tejados dorados giraban a su alrededor en una mareante profusión. Y se dio cuenta de que la situación era peor de lo que pensaba: se había perdido. No tenía ni idea de cómo encontrar el establo donde estaba la entrada del castillo. Tomó otra hermosa avenida al azar, pero tampoco la reconoció.
Para entonces ni siquiera sabía cómo volver a Palacio. Intentó preguntar a la gente con la que se cruzaba. Pero la mayoría parecían tan acalorados y cansados como ella.
—¿El mago Pendragon? —decían—. ¿Quién es ese?
Hyunjin siguió avanzando penosamente sin esperanza. Estaba a punto de rendirse y sentarse en el siguiente portal a pasar la noche, cuando se topó con el estrecho callejón donde estaba la casa de la señora Pentstemmon. Pensó entonces que podía preguntarle al mayordomo. Lee Know y él parecían tan amigos que seguro que sabía
dónde vivía. Así pues, tomó esa calle.

El castillo ambulante - MinjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora