Nunca habrá vacío cuando esté dentro del mar

257 12 0
                                    

20 de Mayo, 2014.

Oh, Dafne, dime, Dafne, ¿Lo habremos hecho bien?


___________________________________________

Guardó en su chaqueta su par de guantes sintéticos de piel, dejando su conciencia libre pues ella sería incapaz de vestirse con las ropas de algún animal. Sus delicadas manos sintieron el frío alojarse al fondo de sus huesos; el viento golpeo a su rostro y removió sus cabellos dejando un murmullo tras de si. Cerró los ojos ante la mirada que le daba el mundo frente a ella, imaginando que la lluvia mojaba sus hombros y la soledad traía consigo aquellos ojos azules, sintiéndose Lizzie, pero de una manera vacía, en sueños.

La suela de sus zapatillas azules al golpear con el pavimento creaba el sonido perfecto que le hacía seguir imaginando que era ella quien esperaba al señor Darcy. Su vestido le llegaba poco más arriba de la rodilla, moviendo sus holanes blancos al compás de una tintineante canción que su memoria reproducía. Su mente, embellecida por lo que su imaginación creaba al mismo tiempo que sus ojos miraban la escena frente de ella de todas esas personas disfrutando de un día 27 de Agosto. Las luces de la puesta de sol embriagaban sus cabellos, tiñéndolos de un rojo anaranjado que le hacía sobrepasar lo fantasioso de su tono natural. Sus uñas remarcadas en esmalte blanco, contornearon la superficie fría de su cámara mientras le sacaba de su estuche y el viento empezaba a hacer bailar las copas de los árboles.

Se paró en el centro sobre un puente que le dejaba admirar todo, como si le diera permiso a invadir aquella tarde de cálido color pero de clima hostil. Sus delgados dedos sostuvieron con cuidado el artefacto de laminillas polaroid dentro. Sostuvo el aliento ante las miradas y sonrisas felices que inundaban su campo de visión, más allá del parque, el bosque y la ciudad que se alzaba detrás. Escuchando el sonido de los mantos acuosos correr a unos metros bajo sus pies llevando de un lado a otro las hojas que lloraban de los arboles por ver la temporada partir, cerró los ojos.

Descansa su bolso del lado derecho de su cuerpo, sosteniendo dentro la novela que justo la noche anterior le ha hecho derramar sonrisas. Acerca la cámara a sus ojos, mirando por vez primera en el día la vista del mundo detrás de un cristal. Movió su dedo índice al pequeño botón de plástico que le permitiría guardar para siempre aquel día tan vacío y al mismo tiempo tan lleno de todo menos de ella.

Tan llena de nada.

Aquel frío se instaló en su pecho vacío, sintió el reloj tintinear dentro de su cabeza, caótico, sabiendo que ni el tiempo ni la vida estaban cociendo los destrozos que alguien hace tiempo rompió.

Pero, ¿Aún había destrozos dentro? Sabía que estaba descocida, pero nunca estuvo rota, y se había cansado de esperar a por ese alguien que fuera capaz de con hilo y aguja enmendar todos esos errores que alguna vez cometió.

El frío acuno en su pecho pero ella no sintió nada. Y con una última respiración cargada de la poca valentía que alguien como ella podría sostener, subió sobre la barandilla del puente, equilibrando su peso completo sobre un solo pie, el otro volando en el aire. Y con una última calada a este viento que le empuja el cabello invitándola a seguir adelante, inspira su último aliento antes de cerrar los ojos a espera de ese hermoso momento en el que su cuerpo se llene de mariposas y pueda volar.

-¡Detente! –Sus ojos bañados en plata mojada giraron en dirección de la vos sin siquiera dar cuenta de ellos. Y le miró. Y se miraron.

¿Acaso era un sueño? Pues dicen que en sueños el tiempo se detiene, las sonrisas son eternas, y la vida no necesariamente tiene que tener sentido. Y allí estaba, perdida en un mar tranquilo pero vacío, al igual que ella. Y en un segundo sus pasos se unieron a los de él y ahora ella se encontraba en sus brazos.

¿Cómo es que algo que no es nada al juntarse con un igual llegar a ser un todo? Más que un todo ¡Ellos eran un universo!

Y ahí estaba él, acunándola a su pecho como si esas lagrimas que llovían de sus ojos tuvieran un fin común más allá de ir a llenar un poco más el río que corría bajo sus pies.

Aquellos ojos azules que la noche pasada había visto a través de las hojas roídas de un libro, estaban frente a ella. Y ahora Lizzie y el señor Darcy se volvían a encontrar, más allá de las páginas robadas en el libro de la biblioteca local.

Y cada vez que sonreían una fina lluvia caía sobre sus hombros, y los sueños y los relojes nunca se detenían; Y el tiempo, y los colores, y el frío acunando a sus manos nunca se fue.

Y la vida nunca había parecido tan llena.

...

Se levantó de la cama vacía escuchando el reloj volver a sonar. No se puso las mullidas pantuflas o siquiera quiso hacerlo, caminanó hacía el baño y las puertas roídas que le había dejado como regalo el tiempo se burlaron de ella. Se detuvo frente al espejo cubierto que enmarcaba la puerta del armario, y  nunca se dio cuenta del momento exacto en el que sus manos temblaron halando del manto que cubría su reflejo.

Y ahí detrás de la tela, se hallaba una mujer.

Su corazón se hizo un ovillo y se acercó a la mujer del pelo cano y los ojos repletos de plata sin lustre. Allí estaba ella como si los años gustasen de restregarle en la cara los minutos que nunca pudo sostener. Allí estaba ella de nuevo, tirando lejos muy lejos los recuerdos de una vida compartida entre dos.

Tic toc

Recorrió cada arruga y cada bolsa bajo sus ojos, detallando la textura de papel que había adquirido su piel mientras un viejo anillo se mantenía atado a su dedo anular.

-¿Acaso volveré a perderme bajo la profundidad del mar? ¿Acaso volveré a ahogarme en sus ojos?

Con pasos cansados tan propios como mecánicos de una máquina, volvió a esconderse bajo las sábanas blancas que cubren su cama mientras acuna a su cuerpo una vieja foto, de un atardecer en el que las hojas de los arboles llueven y el vacío deja de ser tiempo, y las sonrisas y las miradas vuelven a llenar lo que alguna vez fue una tarde de Agosto. Y empieza a llorar.

-Detente.

Sus ojos papalotean hacía la vos, sus miradas se encuentran y la de ella viaja maravillada viendo a su amor vestido con el traje verde, igual que como lo vio la ultima vez, mientras sostiene en la mano derecha su boina militar y en la izquierda reposa un anillo, y los sueños vuelven a dejar de necesitar del sentido para sobrevivir, y las sonrisas son eternas y la verdad de las cosas es que él nunca se volverá a ir.

Al igual que ella.

Historias de mis pesadillas y sus asesinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora