Por las mañanas recojo rosas

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2012 o 2013.

Historia de mi baúl, una de las muchas que me gustaría algún día terminar. Y si son cazadores de detalles, notarán varias cosas que ya conocen, no aquí, pero de algún otro lado. 

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Por las mañanas recojo rosas

Café, amarillo, rojo, sepia, verde, azul, rosa, gris, naranja, blanco y negro. 

De tantos e insuficientes colores dejamos que la vida nos tiñera, colorando cada hebra de nuestros cuerpos con tonos de un extraño arcoíris, y dejamos que nos cociera y descociera a su manera. 

Pero tú y yo sabemos esas historias que se esconden detrás de un sombrero y unas mascaras, y solo tú sabes de los juegos de jenga a media noche, y de las buenas conversaciones que mantuvimos. Y tú sabes más de mi de lo que yo misma se, pero no sé si yo podré decir lo mismo de ti, solo sé que quisiera que pudieras recordarlo. Y entonces tu y yo fuimos los que compramos un balde de pintura y bañamos con ella a la vida, y juntos recogimos las rosas que nosotros mismos plantamos. 

Y aún aquí, de pie sosteniendo tu mano no puedo dejar de verte teñido de todos esos colores que solo yo conozco. Y que a pesar de todo, nunca se irán. Al igual que tú.


Capitulo 1, Café

El vapor del agua hirviendo se cuela por la cocina, viajando por sobre las cabezas de todos nosotros, filtrándose por la nariz mientras el sonido se escabulle por nuestros oídos.

La buena vida se disfruta desde que entras al Rosas llueven, una cafetería en el centro de la ciudad pequeña, o pueblo grande, en la que vivo; un lugar embriagado de aromas y amena paz que te transporta de aquí, a donde tú quieras.

Las cosas no se planean, y no es muy común tener toda la razón, pero cuando eres yo, de verdad nunca nunca nunca, esperas que te pasen cosas extraordinarias.

¿Qué es lo extraordinario? Algo ordinario, a lo que le pones algo extra. Y eso extra, es lo que encontré en ti ese día, Tom.

Los acordes de una guitarra resuenan en alguna parte de la cafetería, con el delicioso raspado de una uña a una cuerda y el sonido mezclándose con las conversaciones y buenos cafés. Las personas hablan entre ellas o se dedican a resolver ecuaciones de segundo grado, pero les gusta. Si giras la cabeza, te encontraras a tres chicos pasando sus pinceles por sobre un bastidor blanco, marcando pinceladas que deslizan al espectador a un estilo muy parecido al de las obras de Degas. Si giras a mi izquierda, veras una estantería grande de pequeños cajoncitos y radio reproductores con auriculares, además de unas cajitas rellenas con tinteros de colores, pinceles y algunas tizas. A mi derecha, encontrarías la puerta de madera y ventana de cristal que da al pequeño pueblo o gran ciudad en la que vivo, y cuando entras con el sol a tus espaldas y ves a Trabys y Silvia en el recibidor, listos para servirte un café moca con canela y nuez, sabrás a que vienen todas estas personas en este pequeño baúl de mis recuerdos.

Sé que lo hiciste, porque ya casi era hora de que me fuera cuando te vi entrar. Llevabas una chamarra negra he ibas con las manos dentro de tus bolsillos, y giraste el rostro hacía donde todos los clientes estábamos, buscando a alguien.

Pediste un café negro cargado y no le pusiste azúcar, y sé que nunca te había visto antes por aquí, así que eso de tomar el café solo es de admirar.

Recibiste tu café por un elevado precio, como todos los que veníamos aquí cada día, y sé que estuviste extrañado en ese primer momento, porque era tu primera vez aquí y aún no sabías que ese dinero de más valía la pena.

Historias de mis pesadillas y sus asesinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora