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Faltaban uno o dos días para viajar a Argentina, se encontraban en la casa de Lisandro, tomando mate, ya que fue el último en jugar.
Tenían que planear qué hacer respecto a su relación una vez que llegaran con el plantel. Por precaución decidieron que no iban a contarle a nadie fuera del círculo más cercano y confiable, hasta ahora sólo lo sabían cuatro personas: Enzo, Gonzalo, Cuti y Nahuel. Al menos por el momento.

—al capitán sí ¿No? —preguntó Julián, agarrando una masita.

—Sí obvio, necesito su aprobación, si no le gusta vamos a tener que cortar —bromeó.

—bueno, saldré con alguno del city —contestó en el mismo tono. Lisandro soltó un sonidito reprobatorio.

—¿Con quién? ¿El noruego?

—con Jack —eligió luego de pensar unos segundos.

—lo voy a anotar y se lo voy a decir a Cuti también.

—Cuti ya lo cagó a patadas —contestó con una risa y agarró otra masita, acercándola a la boca del mayor quien la aceptó de inmediato.

Luego de ordenar las cosas y reírse un rato, ambos se tiraron en el sofá grande de la sala.

—pensar que vamos a estar juntos varios días pero vamos a dormir separados me pone triste —habló Lisandro, acariciando la cabellera del delantero.

—nos vamos a tener que escapar para besarnos —habló divertido y se acurrucó mejor, disfrutando las caricias.

—¿Alguno se pondrá celoso si se llega a enterar? Mira si yo no era el único enamorado de vos.

—espero que no porque escasean los solteros e infieles a mí no me van —Julián se levantó y le hizo un gesto para que espere sentado.

Luego de un rato, el cordobés volvía con una bolsita en las manos, Lisandro lo miró con curiosidad y abrió sus brazos para que Julián se sentara encima suyo.

—te compré algo —habló, entregándole la bolsa y se sentó encima del regazo ajeno, tirando su torso un poco hacía atrás para que tuviera más espacio.

—¿Por qué? No hacía falta —contestó algo tímido e igualmente abrió la bolsita emocionado. Una vez que sacó una pequeña caja, dejó la bolsa de cartón a un lado y abrió el objeto, encontrándose con dos aretes muy lindos. Los sacó para inspeccionarlos con detalle.

Julián lo veía expectante, había comprado ese regalo algunos días atrás porque lo vio una vez en una vidriera y no pudo parar de pensar en lo bien que le quedarían a su novio, así que al otro día volvió y los compró.

—están hermosos. Muchas gracias, bebé —agradeció, cerrando la cajita y alzando la vista para mirarlo.

Julián notó un brillo en los ojos ajenos y soltó una risita —no vayas a llorar —comentó, agarrándolo por las mejillas para poder besarlo. Luego de separarse, agregó:— me alegra que te haya gustado, ponetelos, quiero ver cómo te quedan.

Lisandro asintió, agarrando el desinfectante que Julián guardaba en su bolsillo y se los puso, guardando los anteriores en la cajita. Julián no apartaba la vista de su novio y Lisandro terminó sonriendo coqueto.

—¿Me quedan bien? —preguntó, agarrándolo por la cintura, ejerciendo un poco de presión.

—sí, estás hermoso —sonrió y usó sus dedos como peine para acomodar el cabello ajeno, Lisandro simplemente cerró los ojos, dejándose peinar —te amo.

—te amo más —contestó de inmediato, acercándose un poco para poder abrazarlo con fuerza, escondiendo su rostro en el pecho ajeno.

—besame, deja de dar vueltas —ordenó con una sonrisa, alejándolo.

Lo que quieras //Julián Álvarez, Lisandro MartínezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora