Jungkook tomó el ultimo sorbo de la botella de escoces, luego la estrelló contra la chimenea. Era como la tercera que había tomado, y todavía no podía olvidar las palabras que le había susurrado Yoongi.
Su pareja estaba embarazada. Su hermosa, inquieta, mentirosa e infiel pareja estaba embarazada. Gruñó y agarró otra botella. Si alguna vez descubría quien había embarazado a Yoongi, los destrozaría miembro por miembro.
—¿No crees que ya has tenido suficiente?
—¡No! —Gruñó. Cuando Vernon trató de quitarle la botella de las manos, lo atacó con sus garras. —Déjame en paz, maldita sea.
—Jungkook, esta no es la forma de manejar esto. Habla con Yoongi.
—¡Yoongi! ¡Yoongi! —Gritó. —No quiero oír su nombre de nuevo. Me mintió y me engañó. No se merece que pronuncien su nombre en esta casa. De hecho, haré un decreto real. Su nombre nunca será pronunciado en esta casa de nuevo.
—Jungkook, no quieres hacer eso.
—¡Por supuesto que sí! —Azotó la botella en la mesa, con tal fuerza, que la botella se destrozó. —Se suponía que fuera mi pareja. Me engañó. Me dijo que era virgen. Me mintió. Debería haberlo sabido mejor. Ningún hombre puede dar una mamada como esa y seguir siendo virgen. Probablemente se acostó con cada conejo de su colonia. ¿Quién sabe quién es el padre de su hijo?
El dolor en su mano, a causa de la botella de vidrio roto, no era nada comparado con el dolor en su corazón. Había estado listo para dárselo a Yoongi, y el hombre se lo había escupido en la cara. No le sorprendía que Yoongi hubiese dormido tanto. Quería evitar decirle la verdad.
—Podrías estar equivocado —, dijo Vernon.
—No estoy equivocado. —Miró a Vernon, quien parecía estar del lado de Yoongi—. Hemos estado apareados por dos semanas, y ya sabe que está embarazado. No importa cuántas veces hayamos follado, no puede ser mío.
—Jungkook...
—Probablemente lo sabía antes de que nos apareáramos. Apuesto que todo nuestro apareamiento era un montaje. Probablemente lo planeó todo. —Se rió con aspereza. —Engánchate a un príncipe y vive una vida de lujos.
—Maldición, Jungkook, estás siendo ridículo. Yoongi te adora. Seguramente no planeó el pequeño decreto de los Ancianos. Es una víctima igual que tú.
—Oh, cierto. —Ondeó su mano hacia Vernon. —Probablemente tenía un amante en algún lado. Apuesto a que el decreto de los Ancianos lo puso contra la pared. Sólo se enganchó al tipo más cercano, uno que casualmente era un príncipe.
—Dios, eres tan egocéntrico —se burló Vernon. —Espero que tuviera un amante. Al menos, entonces tendría a alguien que lo quisiera por ser él mismo, y no porque se quedó atascado con alguien.
Su boca se abrió de golpe, mientras su viejo amigo, en quien más confiaba, lo traicionaba. —No quisiste decir eso.
—Por supuesto que sí. No has hecho nada más que señorear tu título de noble sobre la cabeza de Yoongi desde el principio, mostrándole cuán afortunado era de estar apareado con un príncipe dragón. Debería agradecerle su fortuna a las estrellas.
Vernon golpeó su mano en la mesa y se inclinó hacia adelante. —Espero que nunca te perdone por esto. No te lo mereces. Él es dulce y tierno, y te ama, y tú lo tratas como un fenómeno. Desdeñas su ropa, su elección de zapatos, incluso su esmalte de uñas. Le haces sentir como si hubiese algo malo con él, lo cual es exactamente lo que le han hecho todos su vida entera. ¿Por qué deberías ser diferente, sólo porque eres su pareja?