Pasamos cuatro horas de compras, lo cual fue más tiempo del que probablemente había gastado en una tienda en la última década combinado. Después del centro comercial, Drea nos dejó y terminó llevándose la mayor parte de las cosas a casa para entre ella y Miyeon desempaquetar. Pensé que era una gran idea ya que no quería hacerlo. Luego fuimos a la "tienda traviesa" como Jungkook la llamó.
Pensaron que estaban siendo disimulados cuando me alejaron distrayéndome mientras uno de ellos iba a la caja registradora y entregaba un artículo en la caja para que lo pasaran y lo escondieran antes de que lo viera. Los dejé que se divirtieran. No era como si no fuera a averiguar lo que compraron con el tiempo.
Pagamos y nos fuimos cuando llegó a ser pasada la hora del almuerzo.
Fue un corto viaje de regreso a casa y llenamos muestras bocas de comida antes de irme y bajar a mi laboratorio. Estaba más decidido que nunca a hacer que la sangre sintética fuera hecha para que mis compañeros no tuvieran que preocuparse por fuentes externas o que no tuviera suficiente sangre para ambos.
Trabajé en silencio durante horas antes de que sonara una alarma. Mirando hacia arriba, me di cuenta de que era uno de los relojes alarma que Miyeon había puesto en mi laboratorio. La mujer me conocía demasiado bien y mi tendencia a distraerme y olvidarme por completo de las comidas. Yo podría haber sido el jefe, pero había aprendido desde el principio cuando la contraté hace siglos que ella era la que estaba a cargo. Y eso estaba bien para mí. Sólo quería trabajar y que alguien más me dijera lo que tenía que hacer o dónde estar.
Apagué la alarma que me decía que eran las seis y la hora de la cena, sonreí. Iba a ser nuestra primera cena juntos como compañeros reales. Y por primera vez en mi vida, no tenía esa voz molesta en el fondo de mi mente diciéndome que mi vida estaba vacía porque estaba solo. Subí las escaleras y fui al comedor. Cuando llegué allí, me pregunté por qué la puerta estaba cerrada, pero me encogí de hombros y la abrí, caminando dentro.
—Santa dulce misericordia. —Jadeé, casi tragándome la lengua ante la vista frente a mí. Mis dos compañeros estaban desnudos sobre la mesa y se estaban estirando uno a otro mientras lubricante y un consolador de doble cara yacía entre ellos.
—Le pedimos a Miyeon que mantuviera la cena por una hora y no nos molestara —dijo Jungkook con un gemido mientras los dedos de Seokjin lo penetraban—. Siéntate.
Asentí, incapaz de encontrar palabras mientras mis rodillas se sentían como jalea. Mientras mis manos, labios y polla hormigueaban por unirse al buffet antes que yo, si mis compañeros querían dirigir el espectáculo, estaba dispuesto a simplemente observar.
—¿Te gusta tu sorpresa, Yoongi? —Seokjin ronroneó cuando sacó sus dedos libres de Jungkook y agarró el consolador. Tenía unos dos pies de largo con bandas texturizadas a lo largo de él para mejorar el placer de las dos personas que lo utilizaran.
—Muchísimo —contesté, tragando con fuerza.
—Bien —contestó Jungkook, y luego gritó cuando Seokjin empujó el juguete dentro de él no muy delicadamente. Plantó los pies y levantó las caderas mientras su cabeza rodaba de lado a lado.
Una vez que estuvo dentro de Jungkook unas buenas pulgadas, Seokjin sostuvo el otro extremo en su agujero y movió sus caderas hacia adelante. Miré con asombro como era absorbido por su culo apretado también. Se movieron para poder tomar un poco más, Seokjin lanzando una pierna sobre la de Jungkook y viceversa, de manera que ambas caderas estaban inclinadas mientras se apoyaban en sus antebrazos.
—¿No son ustedes mis lindas putas? —Gruñí y moví hacia adelanté la silla. Ambos gimieron ante mis palabras sucias. Oh, a mis compañeros les gustaba eso, ¿verdad?— ¿Quieren ser mis pequeñas putitas para siempre?