La noche transcurrió sin incidentes, y Yoongi se sintió más nervioso e inquieto que nunca. Si algo malo iba a suceder, preferiría terminar con esto de una vez. El miedo y la ansiedad de esperar a lo desconocido lo estaban volviendo loco. Para empeorar las cosas, Jungkook y Zion se habían retirado al porche trasero y se negaron a permitir que Yoongi se uniera a ellos. Sin embargo, no creía que estuvieran ocultándole nada. Era más bien como si necesitaran escapar unos minutos de su incesante divagar. No es que pudiera culparlos. No había parado de balbucear desde que salió el sol.
Jungkook debía estar al límite, pero nunca gritó y nunca le dijo a Yoongi que se callara. Sin embargo, había sugerido a Yoongi encontrar una salida más productiva para su energía nerviosa. Zion no había dicho una palabra, pero el hombre se veía listo para arrancarse el pelo cuando terminaron de desayunar. Aparentemente, él tenía una tolerancia más baja que su hermano ante hurones agitados. Hubo un momento que Yoongi temió que el hombre pudiera sufrir un aneurisma en la mesa de la cocina. Nunca antes había visto que el rostro de alguien se volviera de ese tono de rojo.
Así que lo habían despedido a la casa con órdenes estrictas de no contestar el teléfono o la puerta como si fuera un niño que no sabía nada mejor. Yoongi había intentado limpiar, pero había limpiado el lugar de arriba a abajo el día anterior antes de la llegada de Zion. Entonces, había intentado leer, pero no podía quedarse quieto, y su mente vagó hasta que se dio cuenta de que había estado leyendo el mismo párrafo una y otra vez durante quince minutos.
Después, había intentado reorganizar los muebles. Teniendo en cuenta que el mobiliario de la sala Jungkook consistía en un sofá y dos sillones, la tarea le tomó diez minutos. Para un hombre tan rico, Jungkook vivía como un maldito indigente. Tal vez después de que se resolviera la situación con Jaejeok, Yoongi podría hablar a su compañero para reemplazar los muebles raídos y, posiblemente, agregar otros a la colección. Un golpe en la puerta llamó su atención, y se dirigió hacia ella sin pensar. A mitad del salón, Yoongi se detuvo y se mordió el labio.
No debía responder a la puerta, pero Zion y Jungkook estaban de acuerdo en que Jaejeok no iba a aparecer y anunciar sus intenciones. ¿Quién demonios podría ser, sin embargo? No habían tenido ningún visitante más que Zion desde que Yoongi llegó a Isla Blanca hace meses.
Eso era otra cosa que tenía la intención de cambiar una vez que todo se hubiera establecido. Casi tres mil años o no, ya era hora de que Jungkook entrara en la tierra de los vivos.
⎯ ¡Yoongi, soy yo! ¡Abre!
Con una extensa sonrisa en sus labios, Yoongi cruzó el resto de la habitación, desenganchó el cerrojo y abrió la puerta. —¡Jaebum! —Agarró a su amigo por la muñeca y le dio un fuerte abrazo.
Había conocido a Jaebum hace ocho años cuando asistió a su primera reunión de la UPAC. A pesar de que sólo veía a Jaebum cada cuatro años, hablaban sin cesar al teléfono y el hombre se había convertido rápidamente en el mejor amigo de Yoongi. Bueno, tal vez eso no era exactamente cierto. Más bien se había convertido en el único amigo de Yoongi... más bien.
Pero maldición, era bueno ver una cara amistosa después de estar aislado de todo el mundo durante tanto tiempo.
⎯ ¿Qué estás haciendo aquí? Quiero decir, es genial verte, pero, ¿cómo sabías dónde encontrarme? —El momento en que las palabras salieron de su boca, el terror llenó el corazón de Yoongi, y lentamente soltó a Jaebum para alejarse de él—. Um, bueno, eh, sí, entra. Voy a, eh, iré, y, uh ¡Jungkook!
Yoongi se dio la vuelta, desesperado por llegar a su compañero, pero cayó al suelo mientras que su cuerpo se sacudía por las descargas eléctricas. No del buen tipo, sino de las debilitantes corrientes eléctricas de más y más voltios. Su cuerpo convulsionó, sus músculos se pusieron rígidos y presionó los dientes con fuerza para no morderse la lengua. Todo el tiempo su mente vagó, tratando de averiguar por qué Jaebum le estaba haciendo esto, y qué relación tenía con Jaejeok.