—Seokmin —gruñó Jungkook. Parecía como si su vieja llama hubiese ganado algunos poderes más en los últimos años. No muchos usuarios de magia podrían cambiar de forma y mantenerla por largos períodos de tiempo.
La mujer que estaba al lado de la cama comenzó a vibrar, moviéndose tan rápido que se convirtió en nada más que una borrosa sombra. Cuando el temblor finalmente se detuvo, Seokmin apareció donde acababa de estar Mina, su largo cabello negro fluyendo sobre su hombro desnudo. Se veía tan hermoso como siempre, vestido solo con un par de jeans bajos, haciendo alarde de su cuerpo inmaculadamente musculoso. Sus labios se curvaron en una sonrisa maliciosa, mientras extendía sus brazos hacia un lado y giraba en un lento círculo.
—¿Todavía te gusta lo que ves, Jungkook?
—¡Que te jodan!
—Oh, llegaremos a esa parte—Seokmin se rió de su propio chiste más de lo que realmente era necesario. —No te ves muy feliz de verme, pequeño fae.
Puro odio lo atravesó, mientras luchaba contra los lazos mágicos que lo mantenían en el colchón. Sin magia propia y los poderes de Seokmin eran superiores debido a su desafortunado hábito de drenar a sus víctimas, sabía que no tenía ninguna posibilidad de vencer al bastardo. Sin embargo, eso no significaba que simplemente esperaría pacientemente los juegos que había planeado para él.
—Ya te llevaste mi magia. ¿Qué más quieres de mí?
—No te quiero, tonto. —Seokmin se burlaba, mientras paseaba por la habitación. —Solo eres solo el cebo.
Un frío miedo, se filtró en él, enfriándolo hasta los huesos. —¡No puedes tenerlo! —Rugió. —¡Él nunca te hizo nada!
Seokmin solo rodó los ojos. —Raramente hacen algo. No es nada personal. Simplemente deseo su llama. No es como si fuera a matarlo. Solo será un poco más... frágil.
—¡No puedes hacerle eso! Incluso tú no puedes ser tan cruel.
—No tienes idea de lo que soy capaz, Jungkook. —Seokmin se encogió de hombros. —Sacrificios tienen que hacerse. Me aseguraré de que se vaya con una sonrisa en su rostro—Lo observaba con satisfacción, mientras se tapaba la entrepierna y se frotaba la palma contra su creciente erección.
Rechinando los dientes, gruñó y gruñó tratando de alcanzar al bastardo que estaba al otro lado de la habitación.
—Si tan solo respiras sobre él, te juro que no habrá lugar para esconderte en el que no vaya a encontrarte. Te perseguiré como un perro y te arrancaré las bolas a través de tu ombligo.
—Suficiente—Seokmin habló con calma, mientras movía la muñeca perezosamente.
Gritó cuando su ropa desapareció, y fue empujado al aire antes de voltearse y caer de espaldas a la cama boca abajo. Fuertes manos se agarraron a su trasero, apretando los cachetes y separándolos.
—¡Quítame las manos de encima!
—Ahora pórtate bien, amor. —Las yemas de los dedos de Seokmin le rozaron la piel entre sus omóplatos. —¿Y qué tenemos aquí? Una marca de apareamiento. ¿Te has emparejado con el fénix? —Sonaba pensativo, mientras hablaba pronunciándolas lentamente.
Una súbita idea surgió dentro de su cabeza, y se quedó completamente quieto, intentando calmar su voz y su respiración.
—¿Sabes que es inmortal, ¿verdad?
—Sí, pero también, yo lo soy.
—Es cierto, pero no como Yoongi. Él no puede ser asesinado. Sin embargo, no puedes extraer eso de él, ¿verdad? —Dejó que la sonrisa se filtrara en su voz, incitando al hombre. —Siempre que esté emparejado con él, tampoco puedo morir. —Bueno, eso no era exactamente cierto, pero esperaba que Seokmin no lo supiera.