Stella Cooper, una chica muy habladora y escandalosa, amante de la pintura y las estrellas. Blake Morgan, un chico silencioso y amante de la soledad. Él piensa el lado negativo del mundo, ella lo positivo. Ella busca conocerlo, él no quiere que nadi...
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Y era como si sus ojos grandes y tan tristes, me dijesen:
Debes estar loco como para querer amar a alguien cómo yo.
Gian Franco Huarache.
—¿Qué tal si mañana hacemos una pijamada?—preguntó Monica, guardando sus cosas en su mochila.
—Me parece bien... ¿lo hacemos en mi casa?—pregunté.
—¡Si! Tu habitación es más grande. Además, tu mamá cocina divino.
—Voy a ver que me dice mis padres—explicó Amanda ya que solo faltaba ella para confirmarlo—. Saben cómo son ellos.
—Tranquila, esperemos que acepten—y le di una sonrisa.
Amanda se apartó un mechón de su cabello rubio y sonrió también.
—En la noche les confirmo.
—Vale ¡estoy emocionada!—chilló Monica.
—Yo también—admiti.
Teníamos tiempo que no hacíamos una pijamada.
—¿Contaremos historias de terror?—preguntó la rubia.
—Eso es de niños. Pero... ¿Quién dijo qué nosotras somos maduras? ¡claro! Y también podemos hacer una cueva con sabanas y almohadas—y comencé a reírme junto con Monica y Amanda.
—¡Y también podemos tener una guerra de almohadas!
Seguimos riéndonos hasta tocaron el timbre y cada una de nosotras agarro a nuestra respectiva clases.
En mi caso tenía qué ir a clases de arte.
Pero hubo algo.
O mejor dicho, alguien me detuvo.
El chico del otro día.
—Hey, mira por donde caminas estúpido—masculle recordando la mismas palabras que él me había dicho—. Se supone que yo soy la que tiene miopía, no tu.
Volteó a verme y me dio una sonrisa de lado.
—Hola linda, me debes unas disculpa.
—¿Yo? Yo no me llamo linda, te equivocaste de persona.
—Mira, Stella—me sujetó del brazo, trague saliva—. No te la tires de graciosa.
Me asustó un poco el hecho de que supiera mi nombre.
—¿Por qué? ¿Vas a llorar?—hice un mohín—, que mal, pero a mi no me van los llorones—me solté de su agarré.
