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Nada graba tan fijamente en nuestra memoria como el deseo de olvidarla

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Nada graba tan fijamente en nuestra memoria como el deseo de olvidarla.

M.De Montaigne.

—¡Abuela! ¡reaaciona!

Mi abuela estaba allí tirada, en medio de la sala de estar. Los nervios que tenía en ese momento eran tan grande que temblaba mucho.

Con manos temblorosas tomé el teléfono y llamé a la ambulancia, después a mis padres.

Y pensar que hoy habían salido a una cita.

Yo seguía intentando que mi abuela no quedara inconsciente por completo.

Stella...

Abuela, tranquila, ya viene la ambulancia. Solo... resiste—supliqué.

Tu y Blake se ven tan lindos, me recordaron un montón a tu ma-mamá y Thomas.

Si...

No lo dejes ir, es una persona valiosa y se ve que te quiere.

Y yo a él abuela, lo quiero un montón.

No tengas miedo y sé feliz con él.

No te despida abuela, ¡tu aún tienes tiempo para vivir!

Yo no soy Dios, estrella, él solo lo sabe.

En eso llegó la ambulancia y se llevaron a mi abuela, mis padres y yo nos fuimos directo al hospital...

—¡Stella!—llamó mi mamá—. Hija.

Sacudí la cabeza y volteé para verla, ella me miraba con cierta preocupación en sus ojos.

No paraba en pensar en lo que había pasado hace unas horas.

—¿Y mi papá?—pregunté apenas en un susurro.

—Salió para comprar algo. Stella, ¿quieres algo?

—Que mi abuela esté bien y sana.

—Yo también lo quiero bebé, pero te pregunto de comida.

Me miraba como una cosita que estaba a punto de romperse, y es que si me abuela me dejaba me iba a partir en pedazos.

Y no hallaría a alguien a quién se dedicara a juntarlas.

Haría lo que fuera por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora