Las siguientes semanas pasaron con tal grado frenético de actividad que Adara ni siquiera tuvo tiempo de dejarse llevar por la pena de lo que había perdido. Todos estaban involucrados en organizar la boda de Edward y Bella y, además, intentaban ayudarla en sus sesiones de práctica para manejar su habilidad.
A ello había que sumar sus intentos por controlar su sed, la cual era cada vez más soportable. Ir a la boda estaba descartado, demasiados humanos, pero quería tenerla bajo control para ver a Bella, la echaba de menos.
La oportunidad de ver a su mejor amiga-hermana llegó antes de lo esperado.
Casi un mes después de la llamada a su madre, Edward apareció en el prado donde Rosalie, Emmett y ella estaban practicando. Emmett había llevado un extintor, el cual estaba precavidamente a su lado y había provocado la risa de Rosalie y que Adara pusiera los ojos en blanco.
Justo acababa de conseguir hacer una bola de fuego, similar a las que hacía cuando era humana, aunque de mayor tamaño, y había conseguido mantener el control sobre ella durante todo un minuto antes de que el fuego se volviera a extender por el brazo y le costara más de cinco minutos encontrar la calma suficiente para extinguirlo.
-¿Quieres unirte al espectáculo? –preguntó Emmett con una amplia sonrisa cuando vio a Edward aparecer, bajando de nuevo el extintor al suelo después de ver cómo el fuego perdía fuerza.
Éste negó con una pequeña sonrisa pero había una sombra de preocupación en sus ojos dorados cuando miró a la pelirroja.
-Bella quiere verte. –anunció.
Un destello de pánico atenazó el corazón de Adara.
-¿Qué? ¿Está loca? ¡Es peligroso!
Edward suspiró, pasándose la mano por el pelo cobrizo.
-Está determinada a ello. Dice que es suficientemente malo el no tenerte el día de la boda. Y, aunque seas un peligro al que mi futura mujer es capaz de enfrentarse sólo con tal de librarse de caminar hacia el altar supongo que ahora llevo llamarte hermana por doble motivo. –su mirada se suavizó con una tierna sonrisa en su rostro marmóreo. –Y sé que tú también la echas de menos.
Edward tenía razón pero aún así le seguía pareciendo una mala idea. Adara buscó el apoyo con la mirada de Rosalie que se encogió de hombros, agitando su melena rubia.
-Si sale mal simplemente adelantaremos lo que ella tanto desea.
-Rose. –la regañó Edward pero ella lo ignoró por completo.
-Venga, si se te va la olla yo te pararé. –se ofreció Emmett con sus enormes músculos tensándose bajo la camiseta para reforzar sus palabras. –Será pan comido.
Finalmente, la pelirroja se rindió y asintió.
-Bien, iniciemos el desastre.