-Creo que voy a vomitar. ¿Los vampiros podemos vomitar?
La pregunta de Adara provocó la risa de Jasper mientras Alice pasaba un brazo por su cintura, intentando calmarla.
Charlie había ido a ver a Bella después de que el idiota de Jacob se transformara en lobo delante de él. Por suerte para todos, no le había dicho el secreto de los Cullen pero sí que le había dicho que Bella estaba bien. Sana. Y no tan enferma como les habían estado diciendo todo ese tiempo.
La defensa de Jake fue que lo hizo para permitir que Bella no rompiera la relación con su padre pero, en realidad, todos sabían que no quería marcharse como tenían planeado hacer. Eventualmente lo harían y él los seguiría, pero al menos había ganado un año o dos más en Forks.
Todo había ido bien en ese primer encuentro. Bella no se había lanzado a la garganta de su padre e incluso conoció a Renesmee, la "sobrina" que había adoptado la pareja.
El problema fue cuando preguntó por Adara. Charlie no era tonto. Sabía que, de algún modo, el repentino viaje de la pelirroja tenía algo que ver con el misterio que rodeaba a los Cullen.
Bella no supo qué decir, no se esperaba esa pregunta así que sin pensarlo demasiado Adara se mostró a Charlie, con Alice a su lado para apoyarla.
El jefe Swan se había quedado sorprendido del repentino parecido entre ambas amigas, misma piel, misma gracilidad, misma belleza...Pero aceptó pasar todo por alto, sin preguntas, con una condición: Adara debía ver a su madre. A cambio él prometió que Claire no haría preguntas.
La pelirroja acabó aceptando. Echaba de menos a su madre y si había podido ver a Charlie, podría hacerlo con ella.
Así que en ese instante estaba en el salón de la casa con el oído agudizado esperando escuchar el ruido del vehículo aproximándose y un nudo de nervios en el estómago.
La calma llegó hasta ella como un bálsamo y soltó un suspiro mientras sonreía agradecida a Jasper.
Pero cuando el ruido del coche llegó hasta ellos todos se marcharon, incluido Jasper y su calma de la mano de Leah. Sólo quedaron Alice y ella. Bella no quería arriesgarse a estar de nuevo frente a dos humanos. Había aguantado la sed bien con su padre pero no quería tentar a la suerte en tan pocas horas.
El coche enfiló el camino de entrada y aparcó justo en la puerta. Dos corazones latían. Charlie y Claire. Adara sabía que si pudiera sudar, sus palmas habrían estado húmedas en ese mismo instante.
-Todo saldrá bien. –le susurró Alice, agarrando una de sus manos para que dejara de retorcérselas.
Carlisle les abrió la puerta y los invitó a pasar. Y por fin, Claire entró en el salón donde su hija estaba de pie.