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Entonces, ahí estábamos frente a hombres que se veían como que con una mirada nos podrían herir de gravedad. Yo, desconfiando completamente en mis muy reciente y apuradamente obtenidas habilidades de combate, me oculté tras de Zoro, mis músculos tensos y el aire atrapado en mis pulmones mientras intentaba, rezaba, volverme invisible, inmune al daño.

Zoro se encontraba en una posición similar. Pero él no rezaba por clemencia. No, él analizaba la situación, como si en su mente se preguntara a cuál debería de atacar primero.

Hasta que de pronto, su cuerpo flaqueó, haciendo que perdiera el equilibrio.

En pánico agaché mi cuerpo junto al suyo, acercándolo al mío para que me usara de soporte. Él pareció agradecer esto, moviendo levemente la cabeza, pero sin decir una palabra. Casi se podían escuchar los engranajes en su cerebro intentando idear un plan de ataque, y reconozco que mi presencia lo hacía un poco más difícil, pues aparte de pelear, debería intentar defenderme.

Me maldije mentalmente por no tener experiencia en combate.

¿Puedo reclamármelo? Realmente no, nunca pensé que terminaría en situaciones así. Y es que si hubiera seguido con la vida que antes parecía escrita en piedra para mi, la situación más peligrosa a la que me enfrentaría sería intentar obtener el remate de frutas en el mercado. Las señoras pueden ser muy agresivas en lo que a ofertas respecta.

Pero, no sabía si esto también tenía nervioso a Zoro, porque lo que sí lograba oír levemente era el sonido de su corazón. O, tal vez no lo oía, pero mis manos –aún en su cuerpo en caso que cayera de nuevo–, sentían su palpitar con tanta fuerza que se hacía la ilusión de existir un sonido. Esto y también me hacía preocuparme sobre si terminaría teniendo un infarto en ese momento.

Eso me recuerda, desde hace un poco de llegar a esta isla él había estado teniendo situaciones extrañas con el corazón. ¿Se solucionaron? ¿Estaba peleando y haciendo tanto esfuerzo con una situación médica de gravedad?

Mis ojos se abrieron un poco más ante esos pensamientos, mi agarre sobre él aumentando en fuerza, como con miedo. Esto sólo provocó que los músculos del marimo se contrajeran con mucha más fuerza.

Raro.

Él carraspeó un poco, tomando una mejor postura y una gran bocanada de aire. Perdió la mirada que denotaba sorpresa, cambiándola mejor por la típica mirada llena de determinación que siempre tenía cuando desenvainaba sus espadas.

— Primero va la serpiente. — Me anunció, su voz ronca regresando.

Yo asentí, también con determinación, como si yo pudiera hacer algo.

Él se acomodó mejor, como dispuesto a atacar, pero nos distrajimos por un grito que se acercaba.

Una mujer.

Le gritaba al guerrero que se encontraba cercano a nosotros, el que parecía estar en guerra con el Dios de esta tierra. Un muchacho moreno de buen físico. Con alas, como los habitantes de Skypie, pero definitivamente no era uno de ellos. Sus tatuajes faciales llamaban la atención, así como que su vestimenta era prácticamente un taparrabos.

Él se veía agresivo, listo para matar. Me recordaba a Zoro en ese aspecto. Se veía tan... determinado, cómo que nadie lo podía distraer de la meta que tenía en mente en estos momentos.

Pero se distrajo.

Tan pronto cómo se escuchó el grito de la chica, este pareció reconocer su voz al instante, su atención pasando enteramente a ella.

Zoro me había comentado que uno de los mayores errores que puede cometer un guerrero era distraerse en plena batalla, el sólo desviar la mirada medio segundo podía marcar la diferencia entre sí se salía vivo de esa o no.

Sonrisas. ¦¦ Zoro Y Tú ¦¦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora