Interrupción

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El ligero canto de colibríes ya no suena con el sol. El café se pone frío y las libélulas aparecen muertas en la ventana.

Me siento a observar el jardín y me pregunto en qué momento cada hoja se volvió grisácea. Debe haber sido en algún punto entre hoy y la última vez que me puse a observarlo, que no sé cuando fue.

El aire se siente pesado, como si tuviera que sentirme culpable por respirarlo. Empiezo a toser. Las lágrimas comienzan a caer por mis mejillas como si la ausencia de aire no dejara más espacio para ellas.

¿Por qué me dejé secar así? Ignoré el hambre de las mariposas y sus gigantes alas se fueron haciendo pequeñas. Con cada pisada, una polilla vibrante escapa de mis pies.

Quizás es un avance despojarme de ellas intentando caminar.

Las mariposas vuelven y rondan mi cabeza, provocando mis anhelos y haciéndome acordar que un día tuve acceso a ellas.

Su vuelo se hace redondo y se cierra sobre mí, se posan en mi pelo y me susurran que aún estoy a tiempo de seguir con el proceso.

Nunca me detuve, solo me pausé. Cada parada en el camino es parte del proceso y cada polilla fugitiva se lleva consigo un retazo de mi vieja yo.

Poesía surrealista del siglo XXIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora