Cuidarme

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Rompieron la casita, igual que antes.

Me gusta cuando las cosas permanecen, pero debe haber un límite. Tiene que existir algún punto donde soltar se vuelve necesidad.

Le temo al cambio, a la perdida y a la nostalgia, pero al final del día, lo que no suma, mejor que siga su camino.

Busco un punto donde el amor que me tengo le gane a cualquier miedo que provenga del exterior.

Vive dentro de mí. Sé que esa llamita arde en algún punto de luz en mi interior. Solo estoy dándome tiempo para encontrarla.

El cerebro repite que alejarme está bien, y que la culpa no es más que un espejismo en el desierto de la intimidad , pero me permito estar confundida un rato más.

Soy mi casita, con jardín y luces de colores. Cualquiera que maltrate la casita, debería perder inmediatamente el derecho de admisión. Estoy trabajando en lograr hacer cumplir esa clausula.

Uno no valora lo que tiene hasta que lo pierde. Y no hablo de ellos, de los que corren riesgo de perderme. Hablo de mí. Ya no quiero perderme nunca más.

Estoy acá para mí, para cuidarme y respetarme, de la misma forma que intento hacerlo con el exterior. Estoy para mí, para permanecer y ponerle rejitas a mi corazón.

Para obligarlo a elegir y a perdonar sin olvidar, para que no vuelvan a destrozar la casita.

Para más bien elegir personas que me ayuden a florecer el jardín y renovar las lucesitas que se vayan gastando. Personas que sumen, y se dejen sumar. Personas recíprocas.

Personas con las que el cambio se vuelve rutina, y el aire huele a libertad y buen humor.

Quiero lograr ser esa persona que cuide de la casita más que nadie.

Poesía surrealista del siglo XXIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora