Katie iba refugiada en el asiento trasero del coche, mientras que Orson la llevaba directa al aeropuerto. Volvía a casa, a su vida, a Londres… pero no estaba feliz. La simple idea de aproximarse a Haruki le generaba rechazo. Era fascinante como su mente se había encargado de generar aquel sentimiento hacia alguien que, en realidad, jamás la había tratado mal. Esa era la realidad. Nakamura solamente se había preocupado y había sido cordial con ella, así que, eso quizá significaba que, Orson, tenía razón y que el japonés no tenía ninguna mala intención.
—Ya hemos llegado, cogeré tu maleta.
Una vez fuera, él la llevó por el interior del aeropuerto hasta la zona de embarque. Aún quedaba algo más de hora y media para que su vuelo saliera, pero permanecer allí más tiempo, junto a él, sería un error. Así que, tomó su equipaje de mano y lo miró, dispuesta a despedirse del griego que suponía no volvería a ver.
—Cuida de Anwen.
—¿Qué te hace pensar que acataré tú orden? A estas alturas ya deberías saber que a quien obedezco es a Elián.
—Por supuesto, es evidente que todos sois su perrito faldero.
—Katie… —gruñó mientras apretaba la mandíbula.
—No te culpo. Supongo que es quien tiene los huevos más grandes.
Orson cogió la mano de la mujer y la plantó en su entrepierna que aún se encontraba en reposo. Aún así, para Katie fue suficiente pues a pesar de no tener una erección completa era evidente su envergadura. No obstante, en cuestión de segundos sintió como el pene comenzaba a hincharse bajo su tacto, quedándose sin habla.
—¿Crees que tengo algo que envidiar a esos hombres con los que te acuestas?
Katie, en lugar de apartar la mano, miró a su alrededor para cerciorarse de que ningún ojo curioso captaba aquello y después la deslizó a través de la tela intentando calcular su longitud y grosor. Esa caricia fue suficiente para Orson que le robó un pequeño suspiro.
—¿Y bien?
Ella humedeció sus labios. No era un mito lo que decían de los hombres de color, pero Orson calzaba algo insólito. En la cabeza de Katie solamente había una que lo podía superar. En cierta ocasión dio con un mulato que la tenía tan sumamente larga que a la hora de penetrarla tenía que hacerlo con cuidado, ya que solamente podía hacerlo con la mitad del pene. Esa noche ella disfrutó, pero para que negarlo, le había costado el doble llegar al orgasmo…
—No estoy segura…
—No me jodas.
Orson disponía de una gran autoestima y su polla era cuanto menos colosal. Algo que no sólo refutaba él, si no todos los que se la veían. Katie también era consciente de lo que tocaba, pero era mucho más divertido picar al gran Dios griego. Hasta que él, cansado de juegos, la besó. Sus labios la devoraron con un hambre voraz y ella obviamente correspondió. Ambos entreabrieron la boca para deleitarse con el otro, donde Katie comprobó que Orson no besaba para nada mal. Introdujo la lengua en la boca de la mujer y la movió con experiencia mientras la apretujaba contra su cuerpo.
Ella por un momento se sintió perdida y arrepentida de no haber probado lo que Orson le había ofrecido en diversas ocasiones, porque era evidente que los dos podían pasarlo muy bien. Él la agarró de la nuca al sentir como sus dedos apretaban su erección. Erección que posiblemente no pasaría desapercibida para ningún espectador de aquella tórrida escena. Gruñó contra su boca mientras barajaba la opción de perderse en los aseos del aeropuerto, pero sin duda, un pequeño castigo no le vendría mal por su desfachatez.
Poco a poco fue frenando aquella locura que les había arrasado, poniendo cordura y un poquito de distancia con la mujer que lucía también visiblemente excitada.
—Espero que puedas olvidarme durante el vuelo.
<Payaso.> Pensó Katie soltando el miembro al que había permanecido agarrada más tiempo del esperado.
—Enhorabuena campeón. Yo espero que disfrutes masturbándote como un orangután.
Orson respiró con tranquilidad. Así era todo entre ellos, lleno de ataques que no iban a ningún lado… Katie se separó unos centímetros, los justos para percatarse de que en el pantalón del hombre se dibujaba la perfecta erección que recorría gran parte del muslo. Él disimuladamente trató de colocarla por comodidad, aunque aquello no tenía pronta solución.
—¡Joder! —exclamó frustrado.
Elián le había aconsejado que finiquitase aquello que tuviera con Katie en aquellos dos días que ella iba a permanecer en Grecia y sin embargo, ella se marchaba sin haberla catado.
—Mujer, ¿por qué eres tan terca?
Los pezones de Katie se marcaban en la blusa, pero además, ella podía notar como una gran humedad bañaba su ropa interior.
—¿Y tú por qué eres tan gilipollas?
—Dame un buen motivo para no meternos en los aseos y terminar esto que hemos empezado.
—Ya veo que te conformas con poco.
Orson no se conformaba con aquel fortuito encuentro, pero… ¿Quedaba otra opción?
—Si algún día regreso a Londres…
—Si algún día regresas, espero que lo hagas con la única intención de hacer turismo. Merece la pena.
—¿Tanto te cuesta expresar lo que deseas? Mujer, si por mí fuera te hubiera follado en el rellano de tu casa, por no hablar de aquella mañana en el hotel.
Katie lamió sus labios. Por supuesto que deseaba tener un poco de sexo, pero para qué negarlo, la actitud de ambos no habían facilitado las cosas.
—Debo marcharme…
—Katie, aquí tienes mi número —murmuró facilitándole un papel que había preparado anteriormente —. De necesitarlo, llámame. ¿De acuerdo?
—¿Te refieres a…?
—A todo y eso incluye a Nakamura. Si necesitas hablar de ello, llámame. ¿Entendido?
Ella asintió y agradecida se guardó la nota. En sus planes no estaba llamarlo, pero saber que tenía esa opción, en cierta medida, la tranquilizaba.
—Gracias, al final va a resultar que no eres tan orangután como yo pensaba.
—Ni tú tan insoportable —murmuró tocándola la punta de la nariz.
Katie recogió la maleta y sin más, fue directa al control conteniendo las lágrimas. ¿Era normal sentirse tan vulnerable? Orson la siguió con la mirada hasta que la vió girar la esquina, presintiendo que aquella mujer locuaz estaba más aterrada de lo que en verdad decía.
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El amigo del jefe de la mafia #2 | Erótica + 21 | Completa ✅
RomanceKatie Thompson vive bajo la vigilancia de Haruki Nakamura, miembro de la más grande y peligrosa banda criminal de Japón; la Yakuza. Un encuentro fortuito, una oferta extremadamente buena de trabajo y una serie de regalos, serán los responsables de a...