No estoy preparado para nada más que mis febriles sueños de soledad infinita.
No puedo despertar, no puedo salir, solo puedo esperar a que alguien abra los ojos por mi.
Furtivo, escondido, duro y seco como las despedidas que viví hace algún tiempo.
Escribo en páginas de aire y lloro en pañuelos de metal, mi saliva sabe a sangre y mis lágrimas son de cristal.
Hace años que no pienso en dios y aún así rezo, esperando que alguien escuche mis plegarias mientras llazco con mis oídos tapados.
¿Qué tengo a parte de este suelo del que me agarro y del que me niego a levantarme?
Peces con alas y aves con branquias. Vidas inventadas que empiezan y acaban bajo la luz de la misma luna que las vio nacer.
Soy un soñador, y mis sueños no caben en esta realidad tonta y vana que me limita.
Pero algún día romperé esos límites, y mis sueños serán verdad, aunque para alcanzarlo tenga que morir en vida.
Pues si mis miedos son infinitos mis sueños también lo son.
Y si puedo soñar por siempre, incluso con los ojos abiertos
Me llenaré de tristeza, soledad y amor.
Hasta que me reviente el corazón
Y pueda ver de qué color es mi sangre.
Si es que se le puede llamar sangre a la tinta que me corre por las venas.