—Venga, vete a dormir ya —susurró Noa a su hija, quien llevaba un buen rato frotándose los ojos y bostezando.
—Quiero quedarme un poco más con tío y la niña —negó con la cabeza fingiendo un puchero.
—¡No soy una...! —Iba a saltar Sigil, pero la mano en su hombro de Ojogris la contuvo.
—Mañana nos vemos, Audry.
—Hasta manana. —Y se fue por la puerta que correspondería a la habitación de la antigua tripulación.
Esperaron varios segundos en silencio, escuchando los pasos de la joven alejarse.
—¿No ha visto ninguna especie que no sea humana? —preguntó la gnoma a Noa, que negó con la cabeza.
—Llevamos más de diez años aquí, tranquilos, sin intrusos y sin problemas. —Eso último miró a Hernán, quien durante la cena.
El capitán terminó el trozo de queso que llevaba casi media hora masticando, apuró de un trago su vaso de vino y miró con fiereza.
—Hay algo que necesito contaros —sentenció acariciando la mitad de su doblón.
—Mi marido ya se fue. —Noa se recostó en el asiento, consciente de lo que le iba a contar—. Nada de lo que digas le puede traer de vuelta. —A pesar de la seguridad con la que dijo esas palabras, por la mirada de Hernán dudó—. ¿Verdad?
—No le vi morir en la tormenta.
Noa soltó una pequeña risa nerviosa, negando con la cabeza.
—Este vino debe estar añejo, se te ha subido a la cabeza. —Dio una patada al barril con el licor—. Además, has dicho contaros, y la gnoma no pinta nada en todo eso.
—Exacto —intervino Sigil al ser mencionada—. No entiendo nada de lo que estás diciendo.
—Es... complicado. No sabes toda la verdad, Noa.
La ex-índiga asestó un puñetazo en la mesa, apoyó sus manos en esta e inclinó hacia delante.
—Verás, piratucho. —Desató su vena de teniente—. No me vas a venir ahora y a decir que llevo diez años escondida en mitad de la nada, evitando a índigo y piratas, para que me digas que mis hombres no mataron a mi marido, que los índigos no le habían puesto precio a su cabeza, y que todavía sigue vivo.
—No he dicho que siga vivo —respondió al instante, sin apartar su ojo de los de ella—. Pero entre la vida y la muerte hay un espacio demasiado grande para algunas criaturas.
—¿De qué estás hablando? —Un escalofrío heló la sangre de Sigil, empezando a entender por qué estaba implicada.
—Durante la tormenta había otro barco pirata. —Noa negó con la cabeza, pero Hernán no paró—. Wiznkrew estaba allí.
—Eso es absurdo. Los vampiros...
—Juegan con las ilusiones. Tardé años en comprenderlo.
—La única razón por la que tu hermano atacó el barco era para rescatarte. —Noa estaba cada vez más tensa.
—Pero no era el único que me estaba buscando. Yo había robado algo muy valioso. Algo que solo un gnomo podía tasar de verdad. —Ambos miraron a Sigil, confusa durante unos instantes.
—Yo no... Espera, —recordó—. ¿Hace más de diez años? Recuerdo que mi contramaestre se fue durante meses por motivos familiares, o eso me dijo.
—En ese tiempo se enroló en la tripulación de mi hermano en busca de una leyenda.
—Hernán, deja de contar las cosas a medias y habla del todo —ordenó Noa con rabia reprimida.
ESTÁS LEYENDO
TALETOBER 2023
Fantasy31 palabras, 31 días, 31 capítulos. En eso consiste el Taletober. Sin embargo, este año voy un paso más allá, y me adentro a una historia de piratas sin igual. Si te gusta el humor y la fantasía, además de surcar los mares, quédate y descubre esta h...