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Los días seguían pasando, Louis había tenido que cuidar demasiado cada cosa que hacía, pues el ojiverde cada día estaba más sensible de lo normal.

—¿Cómo te sientes?—preguntó el ojiazul, viendo al rizado sumergido en la tina con agua tibia.

Estaba descansando en ese lugar pues los calambres en todo el cuerpo lo estaban arrastrando por completo, así que el agua tibia debía ayudarle a quitar ese dolor.

—Un poco mejor. —respondió el menor—¿Cómo sabías que esto quita el dolor? Ni siquiera con dos pastillas se me quitó el dolor.

Louis se encogió de hombros—Costumbres de lobos. —respondió—Desde pequeños nos enseñan cosas básicas de salud, para poder cuidar de nuestros omegas. —asintió—Así que yo sé varios métodos naturales para aliviar muchas cosas.

—¿Eso te lo enseñan tus papás?—preguntó el rizado, acomodándose con cuidado para hablar con comodidad.

—No. —respondió el ojiazul—En realidad te lo enseña el consejo de lobos, ellos son los mayores de toda la manada y son muy inteligentes, ellos saben remedios para casi todos los problemas. —se encogió de hombros.

—¿Ellos pueden ayudarnos para que mi cambio sea menos doloroso?—preguntó el ojiverde, le llamaba la atención todas las costumbres de los lobos.

Louis entreabrió la boca, asintiendo al instante—¡Como no lo pensé antes!—Chilló—Podemos ir con ellos, sabrán como ayudarnos para que tu cambio no sea difícil.

—¿Entonces iremos con ellos?—preguntó el ojiverde, frunciendo levemente su nariz.

—Ellos podrán ayudarnos, omega. —dijo el ojiazul con una sonrisa—Toma tu ducha tranquilo, luego iremos con el consejo de lobos. Tú quédate tranquilo, ellos saben mucho sobre estos temas.

Harry suspiró, cerrando sus párpados—¿Me das un besito?—pidió en voz baja—Y cargame.

—Estás todo mojado, mi amor. —rió bajo, besando los labios del rizado—Puedo darte besos, pero si te cargo me voy a llenar de agua.

El ojiverde hizo un puchero demasiado notorio, las lágrimas cayendo por sus mejillas a montones—¿Te doy asco, alfa?—susurró con voz temblorosa—¿Por eso no me quieres cargar?—preguntó con ojos brillosos, su labio inferior temblando levemente.

No, no, no. Pensó el castaño.

Soltó un largo suspiro y negó suavemente—Claro que no es eso, mi amor. —susurró, tomando la mano del omega—Estás en la ducha por tus calambres ¿Recuerdas?—sonrió levemente—Y estás mojado ahora, por el agua tibia. Si yo te cargo ahora, me vas a empapar de agua. —explicó—Y tendré que cambiarme de ropa otra vez, entonces mejor te ponemos tu bata naranja y luego te doy todos los besos y abrazos que quieres ¿Hm?—susurró, acariciando el labio tembloroso de su omega.

—Okay—respondió el ojiverde, su puchero no desaparecía.

—A ver, dame una pequeña sonrisita—pidió el ojiazul, acariciando suavemente el mentón del menor—Quita ese pucherito, no me gusta ver a mi omeguita así de triste. —susurró, dando un suave beso en los labios del rizado—Te amo más que a la luna, mi pequeño mocoso revoltoso.

Harry le dio una sonrisita tímida, apoyando su barbilla en la orilla de la tina—Me siento muy cansado. —susurró, ladeando su cabeza—Quiero dormir por meses y despertar sin responsabilidades. —susurró—Como un oso, dormir y estar gordito todo el tiempo.

—Estoy seguro que podrás dormir mucho, Hazz, pero ahora debemos cambiarte para ir con el consejo de lobos. —respondió el ojiazul, levantándose del suelo para ir por la bata antes mencionada—Tu piel de bebé ha quedado muy suavecita, eso es tan lindo. —dijo, acariciando las mejillas sonrojadas del ojiverde—Te hacen ver muy inocente, cachorro, me gustas muchísimo.

Los orbes dilatados del rizado seguían cada movimiento de su alfa, arrugando suavemente su nariz—¿Me veo bonito así?—preguntó suavemente—Yo quiero verme bonito para ti, alfa.

—Siempre te ves precioso, omega.—susurró, sacando con cuidado al omega de la tina.

Lo sostuvo suavemente en sus brazos, deslizando la suave tela naranja por el cuerpo del menor para asegurarse de secarlo y mimarlo por un rato.

Una vez estuvo envuelto como un taco, el ojiverde fue trasladado hasta donde estaba su armario, como si fuese un niño pequeño.

A Louis no le molestaba para nada la actitud del rizado, la cual había cambiado por completo, ahora estaba sensible, mimoso y consentido, todo esto gracias a su cambio hormonal, así que por eso merecía todos los mimos del mundo.

Louis se encargaba de mimar mucho a su omega, cuidando de él a todas las horas posibles, para mantenerlo feliz y relajado.

Con muchos cuidados, el ojiverde estaba pasando su cambio hormonal de manera no tan dolorosa, aunque aún le faltaba demasiado por experimentar, así que ambos necesitaban tener demasiada paciencia.

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