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Cristina

El lunes entré en clase y vi a Toto con una taza de café en la mano. Sonreí de oreja a oreja, había vuelto. Ahora las clases no se me harían tan aburridas.

–Buenos días… Lo primero que creo que tengo que hacer es disculparme. Mezclé problemas personales con profesión y recibisteis tratos por mi parte que no eran correctos, todo volverá a ser como antes. Y dicho esto, ¿cuanto habéis avanzado?

Empezamos entre algunos a explicarle lo que habíamos hecho.

–Vaaale… me sorprende lo mucho que habéis avanzado leyendo una birria de PowerPoint –la clase rió–. Habrá que retomar el ritmo.

Nos daba pereza, pero es lo que había, por lo menos explica bien.

–¿Alguien tiene dudas? –toda la clase levanta la mano–. Jesús…

¿En serio yo era la única que lo entendía todo? Manda huevos. Él me ve con la mano bajada y me guiña un ojo sonriendo. Procedió a volver a explicar lo anterior y cuando se acabó la hora todos se fueron. Yo, como siempre, a mi ritmo.

–Tú cuando quieras…

–Claro.

–Y pensar que a principios de curso no entendías nada. Estoy orgulloso de ti –sonríe.

–Graaacias.

–Es probable que te encuentres a mi hija esta semana.

–Que bien.

–Por cierto, se han ido antes de que lo diga… el próximo examen es en quince días. Díselo tu por mí.

–Vale.

–Que vaya bien, reina –dice cuando voy a salir por la puerta.

–Y a ti.

Me sonríe. Está más alegre. Me alegro de verlo, y me alegro de verlo contento. Al día siguiente, me choqué con una chica rubia. Se le cayeron los libros por mi culpa.

–Joder… –resopló y se agachó para recogerlos.

–Lo siento.

–Nada, no te preocupes. La que iba con el móvil soy yo.

Le ayudé.

–¿Cómo te llamas? –me pregunta mientras volvemos a avanzar, ella iba en la misma dirección que yo.

–Cristina, ¿tú?

–Rosa –sonríe.

–Anda… eres Rosa.

–Ehm… sí, ¿por? –ríe. No entiende nada.

–Eres la hija de Christian.

–Ese es el segundo nombre de mi padre, ¿lo conoces? –luego puso cara de que cayó en algo–. Aaaaaaahhh, tu eres Cristina.

–¿Si?

–Me había dicho que eras su mejor alumna. Está contentísimo contigo.

–Es buen profe.

–Pues cualquiera diría lo contrario, con lo estricto que es…

–Pues para nada.

–Al menos le caes bien, eso sí que es difícil. Luego te veo, me tengo que ir.

–Sin abrazar a tu padre, qué falta de respeto… –ella se gira automáticamente al oír esa voz.

Yo sonreí y los miré. Lo abrazó y se fue tan contenta.

–Creo que no ha hecho falta presentaros… –ríe él.

–Pues no –sonreí.

–Es muy agradable. Entra anda, que casi te pongo un retraso.

enséñame lo que sabes [finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora