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Hamilton

Iba a ir. Por mi perro que iba a ir. Le pregunté a Torger donde estaba su casa, pero no quiso darme ningún tipo de información. Borde. Que le costará… Busqué la universidad en donde ella estudiaba, así que alguna información ya tenía. Igualmente, fui insistente y volví a preguntar, me acabó diciendo que su casa estaba al lado de la universidad, un bloque de pisos. Bingo. Hora de coger el vuelo. Esta chica era guay. Molaba. Y la vez que acabé en su cama fue increíble. Es de esos polvos que quieres que se repitan. Y no sólo una, sino que dos, tres, cuatro… y las que hagan falta. Subí una historia de Instagram una vez que estuve en el avión, ella no tardó en responder.

–ESTÁS LOCO.

–¿Por verte? Puede.

–Por dios.

–¿Qué? ¿No se supone que ya tengo sitio en tu cama? 😂.

–Si mi perra te deja sí.

–¿Tienes una perra? ¿Para cuando tú siendo la mía? –me he pasado ahí.

–Cuando quieras, campeón.

–Vale, cuando llegue hablamos.

–Vale.

Llego al aeropuerto, recojo la maleta, me cojo un taxi hasta donde tengo que ir, y cuando estoy en el portal… soy tan imbécil que me he olvidado del piso.

–Avísame al llegar.

–Estoy literalmente en tu portal intentando acordarme de tu piso.

–JAJAJAJA.

Me abrió. No sabía cuántas escaleras subir, pero decidí hacer el viaje hasta encontrar una puerta abierta con un cachorro de perro salchicha enfrente de ella. Moviendo la cola e inclinando la cabeza de lado a lado mientras me miraba.

–Venga, ve…

La perra salió corriendo a mí, yo me arrodillé con una sonrisa a recibirla, saltó a mis brazos.

–Es adorable –reí mientras lamía mi mejilla entera.

–Y traviesa.

–Dicen que los perros se parecen a los dueños –me levanté con la perra en brazos y entré en su casa.

–Eso dicen.

–Mhm –asentí y me acerqué a ella. La miraba y solo me acordaba de la última vez. Cuando me dormí con el brazo encima de ella, justo después de tener un buen polvo–. ¿Me has echado de menos?

–Nah.

–Entonces me voy…

–No.

Sonreí, ella sonrió también. Aparté un mechón de pelo de delante de su cara y di un beso en su frente, y ella alzó la cara para recibir uno en los labios. Y quién soy yo para decirle que no a esta preciosidad.

–¿Cuánto te quedas?

–Un par de días, me quedaría toda la semana pero me quieren allí para el lunes…

–Sin problema.

–¿Qué planes tienes?

–Pues, nada a aparte de ir a clase.

Olvidaba que era universitaria. Me quedaría solo con la perra. Bueno, qué mejor compañía.

–El finde lo que quieras.

–El finde… más bien puedes hacer lo que quieras conmigo.

–Genial.

Me senté en el sofá, la perra se subió inmediatamente a mi regazo, antes de que ella siquiera tuviera la intención de hacerlo.

enséñame lo que sabes [finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora