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Toto

Siento que debería irme. Quiero quedarme con ella, pero parece como si no me quisiera aquí. Y ya ha sido un día extraño. Lleva rara durante todo el día. Primero lo de la clase, ahora esto… Me encantaría saber qué coño pasa por su cabeza, porque de verdad que me está rondando mucho por la mente.

–¿Estás bien?

–Perfectamente –la perra jugaba mordisqueando mis dedos–. ¿Por qué?

–Estás serio.

–Es mi cara.

Asintió y volvió a su móvil. La miré. Sí, concentrada era preciosa. Estaba preciosa.

–Me estás mirando.

–Bueno, vale –miré a otro lado.

–No… no me molesta.

Por dios. ¿Se puede saber qué coño nos pasa? Lo que daría yo por volver a hace un par de semanas.

–¡Torger! –me llamó y se sentó.

–¡¿Qué?! Dios, qué susto… Yo no estoy para sustos, que ya tengo una edad, coño –me llevé la mano al pecho.

–Para lo que quieres, ehh.

–Puede ser. Dime.

–¿Unas partidas a la switch?

–Me vas a dar una paliza… –aunque más de una vez había jugado con mi hija y ella me lo enseñó todo.

Nos pasamos toda la tarde jugando a una diversidad de juegos increíble, tenía muchísimos y cada uno de ellos mejor. Era divertido.

–¿Puedes parar?

–No –volví a matarla. Me miró de la peor manera y volvió a centrar su atención en la pantalla. En los juegos de peleas nadie puede ganarme.

–TÍOOO.

–Que conste que te quiero.

–Sí, mucho.

–Mucho –sonreí.

–Comeme el coño.

–Encantado –y otra vez.

Suspiró y abandonó el juego.

–Me he cansado.

–No sabes perder –dejé el mando con una sonrisa triunfante.

–Cállate.

–Nah. Cállame.

–Me voy a duchar.

–Vale.

Y se fue. Yo me quedé ahí. Y joder, las ganas que tenía de ir con ella. ¿Lo hago? A tomar por culo. Fui al baño, toqué la puerta.

–¿Qué?

–¿Me puedo meter contigo? –me asomé por la puerta y la vi.

–No sé si es lo correcto.

–Mira, Cristina… a mi ahora mismo me importa una mierda si es correcto o no. Voy a hacer lo que mis ganas me pidan, y te piden a ti.

–Entra.

No tardé nada en quitarme la ropa y meterme con ella. Se quedó mirándome como si fuera la primera vez que lo veía. Cogió la alcachofa y me la puso sobre la cabeza sin dejar de mirarme. Rodeé su cintura con mis manos y la atraje a mí, entreabrió los labios y yo los cubrí con los míos. No podía más.

–¿Sabes en lo que pensaba?

–¿En qué?

Se acercó a mi oreja y empezó a decirme las veces que follabamos. Y yo, no podía tener más ganas de recrearlo. Me volvió a besar y sentí que el mundo se paralizó. Ahora mismo estábamos solo yo y ella. Aumenté la fuerza de mi agarre, ella jadeó. Solo quería tenerla conmigo y no separarme. Mía. Para mí.

Entre besos nos duchamos. No podíamos estar sin besar la boca del otro. Sus manos estaban en todas partes, las notaba por todo mi torso. Y yo me sentía tan bien… necesitaba sentirla contra mi, sus labios besándome. Eso era lo que quería ahora mismo. Era todo perfecto.

–Te echaba de menos, Chris.

Nunca entenderé la manía que tenía de llamarme por mi segundo nombre, pero yo también la había echado de menos. Como para no…

–Yo también.

Me sonríe.

Al día siguiente no había clases, y yo quería quedarme con ella. Después de salir de la ducha, puso la calefacción. Me di cuenta de que no tenía ropa aquí, sería un problema, y ella claramente no tenía ropa de tío.

–¿Te parece si me voy a por ropa y vuelvo? –no había ni diez minutos de su casa a la mía.

–Claro.

Y sin más, me fui con la ropa que llevaba puesta antes y me hice una mochila, para después volver directo con ella. Estaba en el sofá con su perrita al lado. Yo me fui a cambiar y me puse a su lado, la rodeé con mi brazo y la pegué a mí. No quería estar sin ella ahora que todo volvía a estar bien. Acaricié su pelo, era lo más suave y agradable que había tenido entre los dedos.

–Estoy muy feliz.

–Yo también.

Me mira y sonríe. Pegué sus labios con los míos, ella rodeó sus brazos en mi cuello, y mis manos se fueron a su cintura. La sentía diminuta entre ellas. Era una chica muy delgada, y alta. Lo tenía todo para ser modelo de élite. Cualquier hombre mataría por una mujer como ella.

–¿Y ahora qué hacemos?

–Lo que tú quieras.

–Pues ni idea –ríe.

Yo sí que tenía idea. La subí encima de mí.

–Aaanda.

–Por favor…

–Sí quiero.

Sonreí. Ella volvió a acercarse a mí para besarme, y mis manos fueron debajo de sus pantalones, tocándole el culo. Ella sonríe y dirige sus labios a mi cuello enviando miles de sensaciones al momento por mi cuerpo. Ejercí fuerza en mi agarre, arrancándole un jadeo y la pegué a mí con fuerza. Me notó. Ahogó un gemido y movió sus caderas en busca de más. No soy un hombre con paciencia, así que intercambié lugares y al quedar sobre ella, me deshice de mi camisa mientras ella hacía lo mismo.

Quité el resto de su ropa, y empecé a besar su cuerpo mientras ella se arqueaba ante mi contacto. Un simple roce la volvía completamente loca. Yo solo sonreía, viendo su cuerpo rogar por más. Besé su cuello, su vientre, su ombligo… hasta que llegue a su intimidad y empecé a saborearla. Ella gimió mi nombre. La miré a los ojos mientras seguía dándole placer, los tenía en blanco, disfrutando cada sensación de lo que yo le estaba dando.

–Chris…

No podía responder, por obvias razones, pero seguí así. No iba a ser el primer orgasmo que sentiría hoy.

–¡Dios!

Subí de nuevo, sus piernas temblaban, me hizo sonreír. Estaba a nada de tener un orgasmo, cosa que iba a provocarle en cuanto mi polla estuviera dentro de ella.

–No pares.

–No voy a parar, estás loca si piensas que sí –mi mano paró en su cuello, no iba a ejercer presión pero ella me lo pidió con la mirada. Se mordía el labio y cerraba los ojos.

Es la mejor chica que he tenido el placer de tener en la cama, ha superado a mi ex mujer, y a las anteriores. Es increíble. Tanto dentro como fuera de la cama.

–Follame.

Se la metí hasta el fondo. Chilló como una perra. Ambos gemimos al sentirnos después de tanto. Solté su cuello para poner ambas manos en su cadera y hacerlo como a ambos nos gustaba: duro.

–Dios…

No sé cuánto tiempo estuvimos haciéndolo, pero no paramos hasta que no pudimos más. Nuestros cuerpos temblaban y respirabamos agitadamente. Habíamos estado seguro durante varias horas. Caímos rendidos al sofá, la besé, ella se acurrucó en mi pecho. Me sentía bien.

enséñame lo que sabes [finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora