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Cristina

Ya estábamos volando de vuelta a casa. No había querido volver a saber nada de Ben, y él tampoco quiso buscarme. Bueno, mejor para mí. De vuelta a la soltería. Volví a compartir asiento con Toto. Él estaba en sus cosas, mirando unos planos. La temporada estaba por acabar, y ya estaban diseñando el nuevo coche. Yo lo miré con curiosidad, él pareció notarlo.

–¿Algo que quieras cambiar? –me miró, como diciendo: no será capaz.

–Pues… sí. Si le bajas la altura dos centímetros y pones un poco más de longitud aquí… ¿Me dejas ver el motor? –me miró con los ojos casi salidos de las órbitas, y me pasó los planos del motor.

–¿Cómo no pudimos caer…? ¿Te das cuenta de lo que acabas de hacer?

–¿Qué? –lo miré sin más.

–Acabas de hacer el trabajo que literalmente veinticinco ingenieros profesionales con más de cinco años de experiencia no han sido capaces de hacer.

–Ah…

–Joder… tengo que mandar esto cuanto antes pueda. Eres increíble –me sonríe.

–Gracias –sonreí.

Y esa misma semana, entró en clase con una sonrisa enorme.

–Tengo noticias, que a muchos no os importará, pero a un par de personas sí. Estos –proyectó unos planos–, son los planos del Mercedes de la temporada que viene. Y han sido aprobados por la FIA, ¿y que os importa? Que el diseño final, pertenece a vuestra compañera, Cristina López.

Abrí la boca. No podía ser verdad. Toda la clase aplaudió y me felicitó.

–Y saben que sigues estudiando, pero te quieren allí cuanto antes –se acercó a mí mesa y me entregó unos papeles. Tenían el sello con el escudo de Mercedes.

–¿Y qué voy a hacer yo ahí?

–Ayudarlos a fabricar el nuevo modelo de la temporada –estoy soñando.

–¿Cuándo puedo ir? –estaba ansiosa.

–El mes que viene, para la pretemporada. Enhorabuena, Cristina –me guiñó un ojo.

No podía estar más feliz. Estaba cumpliendo un sueño.

Nada más acabar las clases, fui a comprar flores y me dirigí al cementerio a ver a mis abuelos. Ellos habían sido desde que crecí mis referentes y mis ejemplos a seguir. Prácticamente eran mis padres, los míos biológicos se habían ido de mi vida hace mucho tiempo. No me aceptaban, y yo no quería saber nada de ellos.

–Lo he conseguido –me senté frente a las lápidas dejando el ramo.

Parecía una loca o cualquier cosa hablándole a dos trozos de piedra, pero sabía que me escuchaban. Estuvieran en donde estuvieran. Seguro que estaban orgullosos de mí.

Desde bien pequeña había sido muy fan del motor, mi abuelo siempre que podía me llevaba a ver carreras o exposiciones de coches. Mis padres nunca lo habían aprobado, había veces que no me dejaban, pero mi abuelo diciéndoles que nos íbamos al parque, íbamos a carreras. Me gustaba conducir, motos y coches. Me gustaba el motor, me gustaba diseñar cosas relacionadas. Mis cuadernos del colegio estaban plagados de dibujos de coches nuevos, incluso cuando no existían esos, yo ya había hecho coches parecidos. En el cole llamaban a mis padres contándoles lo bien que dibujaba y el arte que tenía desde pequeña, habían recomendado que fuera a clases de dibujo, obviamente, dijeron que no. Pero ahí estaban mis abuelos, que me apuntaron haciéndome feliz. En esas clases siempre dibujaba cosas relacionadas con los coches y las motos. Era mi pasión. Y estaba bien orgullosa de haber sacado esto de mi abuelo.

enséñame lo que sabes [finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora