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Cristina

Me iba a casar con el hombre de mis sueños. No me lo creía aún. Justo ese día vino a verme. Cada día me gustaba menos vivir sin él. Quería que viniera conmigo o irme con él.

Nada más entrar por la puerta, Galleta se volvió loca con él. Estaba tan enamorada de él como yo. Pero que se joda, la que se lo folla soy yo. Me hizo más caso a mí que a ella. Me vino a llenar la cara de besos, como siempre que venía.

–Vienes contento.

–Pues claro, me voy a casar contigo.

–Y vamos a ser padres.

Se le cambió la cara.

–Dime que no es una broma de las tuyas que me da un ataque.

–No lo es.

Me desperté una mañana cualquiera, llevaba varios días con muchas arcadas y vómitos, no sabía que podía ser hasta que me hice una prueba y fui al medico, donde me dijeron que estaba embarazada de un mes. Al ser tan delgada, no se me había notado la panza ni un poco.

Sus ojos brillaron de ilusión. Era la primera vez que era tan feliz. Me abrazó con todas sus fuerzas.

–Eres lo mejor que me ha pasado, Cristina.

–Y tú a mí.

Volvió a darme besos. Me encantaba que con todo el mundo fuera un borde y que conmigo fuera el hombre más cariñoso y atento del mundo.

–¡Que vamos a ser padres!

–Estoy convencido de que vas a ser la mejor madre del mundo.

–Que lindo eres.

–Y la gente diciendo que soy un borde –rodó los ojos.

–Bueno...

–Vale, soy un borde. Pero es que a ti te amo, ellos me la sudan. El amor de mi vida eres tú.

–Ay, que mono mi futuro marido.

Sonríe. Es perfecto. Tiene todo lo que siempre he buscado. Y espero que no cambie nunca.

La tarde siguiente fui con mis amigas a merendar, les quería dar la gran noticia. Siempre me veía con ellas, por lo que no era nada nuevo sentarnos a hablar de la vida.

–Qué raaaro que estés tan callada, mi niña –me mira Lana.

–Llevo un tiempo pachucha. Hasta he engordado un poquillo.

–¿Tú? ¿Engordando? Que fuerte –comenta Anna.

–Ya ves, mirad –me levanté un poco la camiseta.

–Hostia.

–Lana, eso no es de engordar. Me juego el cuello que eso no es de engordar –Anna le sacude el brazo a Lana, ella pone cara rara intentando adivinar qué quiere decir–, ¡que está embarazada! –Lana abre los ojos como platos y me mira.

–¿Yo? ¿Embarazada?

–Esa barriga es un niño, que tengo a mi hermana embarazada y era igual. Y no me digas que no tengo razón porque ya me he ilusionado de que voy a ser madrina –se le aguaron los ojos.

–Que sí lo estoy, tonta.

–¡Ay, que me muero! –Anna rompió a llorar, y después del shock, Lana también.

–Sorpresii.

Las dos me abrazaron con la cara manchada a costa del rimel corrido.

–Me enteré hace poco.

enséñame lo que sabes [finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora