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Cristina

Como me imaginaba, Lewis me buscó. Yo no quería ni verlo después de cómo me habló, pero ya era muy pesado.

–¿Qué coño quieres?

–Joder… creo que mejor te hubiera dejado tranquila…

–Perdón… dime –miraba a los lados inquieta.

–Solo quería pedirte disculpas, no tenía el derecho de hablarte así. Y sabiendo que ahora vas a estar más por aquí, no quiero malos rollos. Ya bastante tengo con lo mío.

–Está bien, no te preocupes.

–¿Segura?

–Sí –seguí mirando alrededores.

–Oye… ¿Qué estás mirando? ¿Por qué estás tan angustiada?

–Como te lo explico…

–Explícamelo del tirón –se encogió de hombros.

–Mi novio… no me deja estar con otros chicos, y menos que hayan tenido algo conmigo.

–¿Perdón? –la cara que puso era como si su alma hubiera salido de su cuerpo.

–Ya.

–¿Razones válidas para seguir con él? Mira, ven. Aquí no puedes estar –me arrastró de la mano a otro sitio, y sin darme cuenta, estaba metida en donde Mercedes.

–¿Lo quiero? No, no sé. Desde la última vez, tengo un dolor aquí –me puse la mano en el pecho.

–¿Se puede saber qué te hizo…? –le vi preocupado.

–Te lo cuento pero no quiero que sientas pena por mí.

–Ya sé por dónde vas… tienes que salir de ahí.

–No, no te haces una idea de lo que es.

–... ¿es peor?

Y con un suspiro, le conté lo que me pasó en aquella discoteca y lo mal que me trató Ben.

–... Me he quedado blanco, y mira que es difícil.

–Ya…

–¿Y por qué no te deja estar con otros? ¿Por celos? ¿Inseguridad? ¿Desconfianza…?

–No lo sé.

–¿Y tú quieres seguir con él? –se sentó frente a mí.

–No lo sé. Soy feliz, pero cuando no está de esa manera.

–Ojalá pudiera ayudarte… –puso su mano sobre la mía.

Noté una presencia bajo la mesa y unos ronquidos leves, bajé la mirada y me encontré con un bulldog inglés. Roscoe. Me olisqueaba. Me sorprende como los animales detectan emociones negativas.

–Hola, cosita –lo acaricié con la mano libre, él me dio un par de lametones–. A lo mejor solo me tendría que haber quedado contigo. Y con Toto, ya no hay nada, por si te rondaba por la cabeza.

–Ya, ya lo sé. Está más amargado últimamente.

Me encogí de hombros, no era mi problema.

–Y quítate esa puta gorra –me arrebató la gorra de Red Bull que llevaba puesta.

–Solo si me das la tuya.

Él, encantado, me la entregó.

–No sé cómo lo harás, pero intenta salir de ahí. Se te ve mala cara cuando hablas de ello. Duele incluso para alguien que te conoce tan poco como yo.

enséñame lo que sabes [finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora