3. Orbium, Tierra de deuris

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Al otro lado de Tierra Muerta, los días siempre eran agradables. Orbium mantenía un clima primaveral constante, y los deuris se mostraban especialmente activos. Así, las bondades que la naturaleza vuelve rutina, los seres vivos acaban despreciándolas con el tiempo, como si fuera obligación de la Naturaleza mantener el tipo.

En esas auras, las musas, que siempre andaban alborotando, llevaban tiempo recluidas en el Jardín de los Sueños huyendo de los insufribles deuris. Por lo tanto, iban y venían a la tierra de los humanos, que venían alcanzando cotas de inspiración jamás sospechadas.

—¡No podemos permitirlo! —exclamó con firmeza Calíope, musa de la elocuencia.

—¡Estás loca! ¡Nos meterás en un lío! —se horrorizó Melpómene, la musa trágica.

—Pero mujer, tenemos que hacer algo... —añadió Clío, musa de la Historia.

—Es cierto, no podemos permitir que hagan esto solos —añadió Terpsícore, musa de la danza.

—Por supuesto que no —se sumó al sí Polimnia, musa del canto

—Ellos han traído aquí con su poder a humanos, engañando a Furia Oscura —comentó Euterpe, musa de la música.

—¿Y qué vamos a hacer? —preguntó Erato, la musa más romántica.

—¡Nos vamos a la Tierra! —gritó sonriendo Talía, musa de la comedia.

—No lo veo claro —dijo Urania, musa de la enseñanza.

—¿Por qué no? —preguntó Calíope—, somos musas, no deuris, nadie nos lo ha prohibido. Podemos pasar Tierra Muerta por las buenas, Furia Oscura ni se enterará —dijo la más elocuente.

—O seguir comunicándonos con los humanos a través de sus sueños —comentó Clío.

—Pero somos inmortales. Rectifico ¡estáis locas! Todas, sin excepción. Furia Oscura es el Oráculo, lo sabrá —protestó Melpómene indignada.

—¿Qué no piensas unirte en armonía? —preguntó Euterpe.

—Pues claro que sí —contestó Melpómene—. Pero estáis locas.

                                                                                              ∞

Kurdu Kan, Valesy y Némoris conversaban distendidamente en el Salón Púrpura de Arucraf,  templo de Némoris, deuri de deuris.

―A mí no me miréis que yo no he tenido nada que ver ―se justificó Némoris -deuri de los Perdidos.

―Pues sigo sin comprender cómo un simple mortal ha aprendido a manejar la energía ―añadió Valesy mientras sus ojos grises se clavaban en su hermano Kurdu Kan.

―No me dirás, querido hermano, que los humanos ahora tienen la capacidad de manipularla por generación espontánea. Confiesa ahora que aún no nos hemos empezado a enfadar en serio ―concluyó Kurdu Kan -deuri de la Oscuridad-, el tercer hermano.

―Os recuerdo, hermanitos, que nosotros ahora reinamos porque también nos rebelamos en su momento, que es justamente lo que están haciendo los humanos —ironizó el padre de deuris mientras su pelo corto y ensortijado dejaba brillar pequeños adornos dorados.

―Maticemos ese concepto, Nemoris. Nosotros nos rebelamos contra nuestros propios padres, pero somos deuris por nacimiento, por derecho. ¿Desde cuándo los humanos están en igualdad de condiciones que los deuris? Son seres insignificantes, sin cualidades ni méritos, simples peones, siervos.

―Sírvenos más aymara, Nasel ―requirió Némoris clavando sus ojos ámbar en la muchacha.

Un jarro vertió un líquido dorado en las copas de los deuris de manos de la sumisa serfe, que acataba órdenes sin rechistar.

El Guardián de Tierra MuertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora