Aquella masa amorfa de humo grisáceo se tornaba de un mustio color ocre sin motivo aparente, igual que un calamar cambia de color. Aunque, en realidad, era signo de su deterioro por contacto con un entorno hostil. Pero su enemigo más temible era el incansable gotear de los segundos, un vúgumol tenía el tiempo contado fuera de su morada y se desvanecía conforme las agujas del reloj avanzaban, imparables. Así que, mientras más oscuros y densos, más frescos y, lo más importante, más peligrosos.
Regresaba a Nigromortum como alma que lleva el diablo, más que reptar, como habitualmente se desplazaba, parecía deslizarse como un fantasma que arrastra una penitencia. Viéndose pillado por el inexorable paso del tiempo, el vúgumol de la Agonía dejó caer un armatoste enorme en mitad de las arenas rojizas de Orbium, justo a los pies del balcón donde culminaba el salón Púrpura de Arucraf, lugar de descanso preferido de Némoris. Una vez liberado del peso, aceleró y se escurrió serpenteando por las rendijas del Portal de las Sombras. Su recuperación fue inmediata, lo que le permitió asistir a la asamblea que, como rey de los vúgumols, había convocado.
⎯Hermanos ⎯se oyó gritar entre la muchedumbre.
⎯Silencio ⎯se oyó sibilar a otro vúgumol.
⎯El rey pide la palabra ⎯dijo la sombra de la Envidia.
⎯Los deuris reclaman nuestra ayuda ⎯continuó hablando el vúgumol de vúgumols, con voz de alimaña.
Las sombras no dejaban de moverse, mostrando un nerviosismo típico de hienas antes de comenzar un festín. En ocasiones, se entremezclaban entre sí, dando la impresión de que el tumulto cobraba dimensiones mayores. Nada parecía poder calmarlos, como nadie esperaba novedades significativas; no estaba en la naturaleza de los vúgumols albergar el más mínimo resquicio de esperanza, de cambio o de mejora. Los había grisáceos que dibujaban olas de humo arremolinadas; otros eran negros y sus partículas parecían motas de polvo brillante; algunos dibujaban tribales indescriptibles en color parduzco; también los había que formaban una especie de lenguaje parecido a las runas; los había como alquitrán o betún hasta ceniza polvorienta. Pero todos coincidían en su fétido olor nauseabundo, olor a humedad, moho y podredumbre. Y mientras más agresivos estaban, más consistencia tomaban y más afiladas se le volvían las garras y las fauces.
⎯No necesitamos a los deuris ⎯susurró una sombra.
⎯Sí, sí los necesitamos ⎯afirmó el rey⎯, se acercan tiempos de guerra y nosotros debemos colaborar con los deuris.
⎯¿Colaborar con ellos o trabajar para ellos? ⎯protestó el vúgumol de la Falsedad.
⎯No somos siervos de nadie ⎯dijo la sombra de la Avaricia.
⎯¿Por qué debemos trabajar para ellos? ⎯se oyó protestar a otra sombra.
Como una olla calentándose al fuego, los ánimos parecían a punto de ebullición, todos estaban deseando atacar. No tenían el más mínimo miramiento no solo con el resto de los seres vivos de la existencia, sino los unos con los otros. Las sombras no se respetaban entre ellas más allá del código básico de supervivencia, cuya ley fundamental era impepinable: no cabrear a un vúgumol más fuerte.
El rey de los vúgumols, antes de que ninguno se le amotinara aprovechando el bullicio de la inestable congregación, sentención la asamblea, con voz firme, como correspondía al vúgumol de mayor envergadura de todo Nigromortum
⎯Porque, gracias a los deuris, existimos...
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El Guardián de Tierra Muerta
Teen Fiction¿Cómo sería tu vida si tu madre fuera Premio Nobel porque ha descubierto cómo manipular la energía de todas las cosas? Hijo de una multimillonaria, despistadísima y poco accesible madre. Pero, además, el Guardián de Tierra Muerta, Furia Oscura, y su...