9. Eternamente Orbium, ligeramente sombra

9 3 0
                                    

Por fin, el atardecer chisporroteó antes de pasar directamente a amanecer. En la tierras de los deuris jamás era de noche, la luz de los astros potenciaba los poderes de aquellos seres ancestrales. Como quien hace un pacto con el diablo, dos luminosos soles se alternaban sus ciclos para que el día fuera eterno.

—Majestad —dijo un hombre de piel morena como canela tostada al sol, —invocado soy en la luz del Orbium.

—Estimado dual, te he convocado para conocer tu posición ante los acontecimientos que se avecinan. Los deuris deseamos saber quién está a favor de la verdad y la legitimidad y quién en contra ¿podemos contar contigo? —dijo el padre de todos los deuris.

—Por supuesto, Gran Señor —contestó mientras se mesaba una barba negra como el tizón, adornada con pequeñas cuentas de marfil y tiras de cuero.

—Entiendo que tu dual también está con nosotros, Roulen ⎯dijo Némoris con cierto tono de duda.

⎯Las serfes son volubles, mi señor, por muy duales que sean. Nos complementamos y convivimos en equilibrio, somos la cara y cruz de una moneda... ⎯contestó Roulen dudoso en sus pensamientos pero firme en sus palabras.

⎯Nasel nos sirve bien, Roulen, solo quería saber si habéis comentado algo al respecto de nuestros planes y qué posición adopta, si a favor o en contra.

⎯Majestad, Nasel es inteligente, estoy seguro de que sabe cuál es el bando legítimo ⎯afirmó Roulen.

—¿Qué nuevas noticias tenemos? —preguntó Nemoris, distraído, sin ganas de seguir la conversación.

Un hediondo ser, que se trasladaba en el aire como las serpientes se arrastran por el suelo, se adelantó para pedir la palabra.

—Los humanos avanzan en el control de la energía, están diseñando un concentrador muy poderoso —contestó un ser sin boca, con voz grave, casi de ultratumba, entre eses sibilantes.

—Lo sabía... Contesta, Sombra, antes de que te deshagas con la luz del sol... —¿Cuándo estará listo ese artefacto?

—No lo sé aún, Gran Señor —dijo la Sombra mientras el centro de lo que podría ser el cuerpo le revoloteaba, vibrando.

—¿Podrá destruir a un deuri? —Continuó preguntando Nemoris.

—No lo sé aún, Gran Señor —volvió a contestar la Sombra.

—¿Cómo es de potente el artefacto?

—No lo sé... aún..., Gran Señor —susurró el morador de Nigromortum.

—Se me está agotando la paciencia, vúgumol, no sé si más contigo que con los humanos. Si quieres continuar reinando en el apestoso lugar de donde procedes, deberías plantearte colaborar con mejores resultados. Ahora, retírate... Antes de que sea demasiado tarde y tengamos que recogerte del suelo con una escoba.

El vúgumol de la Agonía se replegó sobre sí mismo y retrocedió huyendo de Nemoris como gremlin que huye del agua. No tanto por la debilidad que le producía la luz solar sino por ser consciente de que realmente corría peligro. La personalidad caprichosa y egoísta de Nemoris era de todos conocida y no quería ser objeto de sus berrinches. Su reino no corría peligro, pero su lugar en el trono sí, eso era motivación suficiente para obedecer la voluntad del Gran Deuri.

Arucraf podía ser el rincón de la existencia más placentero que jamás hubiera conocido ser vivo. Kurdu Kan estaba recostado en un esponjoso diván de terciopelo color borgoña.  Los cojines púrpura eran suaves como los besos de los ángeles y grandes como sus abrazos. Parecía estar en un cielo morado, cargado de rencor a punto de ser derramado en forma de lluvia. Su largo pelo encrespado era negro como una noche sin luna, y las estrellas eran pequeñas tachuelas que adornaban su espesa cabellera. Meditaba con un aire tan misterioso que parecía ocultar sus pensamientos en la profunda negrura de sus ojos. Nadie sabría decir si estaba triste o alegre, pero sí que estaba perdido en sus pensamientos más insondables.

Y a nadie le gusta que le molesten cuando su concentración lo lleva dos o tres mundos más lejos de donde están.

—Querido hermano, hete aquí —saludó Valesy, sin obtener respuesta alguna—. No ignores mi presencia, Yantal...

—Disculpa, estaba descansando —se excusó Kurdu Kan.

—Desde cuándo se descansa con los ojos abiertos, hermanito, confiesa que estabas pensando en la traición de los humanos y en la decisión de Némoris —dijeron unos ojos grises casi blancos.

—Pensaba en que aprender a manejar la energía no es algo nuevo, los humanos siempre han tenido esa posibilidad. De hecho, algunos llevan usándola con cierto tino desde que el hombre es hombre —meditó en voz alta el deuri de la Oscuridad.

—Shhh... Cuidado no te oiga tu hermano mayor, todo avanza según sus planes y él tiene muy claro que los humanos se rebelarán —añadió Valesy.

—Pero no lo sabe con seguridad, no podemos consultar el Oráculo, no podemos saltarnos el castigo que nos impuso Natura. Mantenemos nuestros poderes pero se nos prohibió consultar el futuro y se nos confinó a no salir nunca del Orbium...

—Yo solo por poder salir de esta jaula de oro sería capaz de cualquier cosa —confesó el deuri del Miedo.

—Sí... Es cierto que esto hace mucho que se nos quedó pequeño... La eternidad es mucho tiempo para tan poco espacio. Pero no sería justo iniciar una guerra contra la humanidad solo por eso —concluyó Kan.

—Pero ¿y si Némoris tiene razón? Si dejamos que los humanos sigan avanzando en su descubrimiento ¿dónde podrían llevarles? La historia ha demostrado constantemente que el ser humano es egoísta, ególatra y egocéntrico —dijo Valesy sin despeinarse.

—Más o menos como nosotros, pero sin poderes... —casi susurró Kurdu Kan con media sonrisa.

—Por ahora... —añadió Valesy, convencido.

Aquel deuri de ébano desvió la vista hacia el suelo, observó cómo el mármol brillaba bajo sus pies devolviendo el reflejo de una divinidad que antaño fue un gran guerrero.

—Sea, pues, la extinción de los humanos también.

El Guardián de Tierra MuertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora