III

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Reunión


Kaia

Los días han pasado más rápido de lo que pude imaginar y finalmente, ha llegado el día en que me reuniré con él.

Debo admitirlo, ha sido una semana difícil, para mí y mis hermanas. Igual que todas las otras semanas desde que madre ya no está... Anna se ha visto obligada a tomar clases de modales todos los días, Maia trata de encontrar paz con el que será su futuro esposo, y espero que la encuentre, aunque quien debería estar eligiendo un pretendiente soy yo, a final de cuentas, el próximo año seré coronada... Y bueno... De Nule... de ella no puedo decir mucho, el simple hecho de soportar a nuestra madrastra todo el día debe ser exhaustivo en exceso.

Sin importar aquello, despierto emocionada junto con el Sol, que se cuela por el balcón y deja que sus cálidos rayos iluminen mi cuerpo aún entre edredones.

Me levanto, cepillo mi cabello, lo peino ligeramente y escojo un vestido corto pero lindo a color azul pastel con margaritas en la falda. No me preocupo por mi ropa ahora, porque el encuentro será por la noche, cuando ese momento se acerque, volveré a cambiarme de ropa.

Bajo las escaleras con mis sandalias de tacón adornadas con flores en la punta que indican cada escalón que bajo con su »tac« »tac« »tac« en cada paso que doy. Ya en la cocina, me encuentro con mi madrastra, como siempre, vestida desde temprano con sus mejores ropas y su inflado vientre marcado en su fino vestido.

—Vaya, no cabe duda de que eres igual de simplona que tu madre.— se burló. Díos mío, sácame este impulso de arrojarle el plato a la cabeza y clavarle el tenedor en los ojos.

—Buenos días para ti también, Miralí...— me defendí. Puedo permitirle muchas cosas, pero hablar así de mi madre no es una de ellas.

Se queda callada después de que básicamente la ignoré, rodó los ojos y volvió a su comida. Ella era así, con nosotras es una cosa, pero frente a mi padre es otra. Es una doble cara sin vergüenza. Pobre del niño que será su hijo en unos meses...

Mis hermanas llegan pronto también, desayunamos en silencio —como siempre— y  padre ni se aparece. Es mejor así. Cuando terminamos, nos levantamos, agradecemos y nos vamos. Los mayordomos entran inmediatamente después de que salimos a limpiar y nosotras seguimos nuestros días.

Como futura reina, me doy un paseo por el pueblo para revisar las necesidades de mi gente, junto a Mai y Rose, quien ya está completamente recuperada después del ataque hace unos meses.

La gente se me acerca como si yo fuése un imán y ellos fichitas de metal. Algunos me saludan, otros me hablan de sus negocios, y así, todos hablan de algo distinto. Mai me ayuda y logra disolver toda la multitud que me rodea para poder continuar el recorrido.

(...)

El Sol ha empezado a ocultarse, y yo ya estoy de regreso al castillo, con una larga lista de pedidos de mi gente entre mis manos. Al llegar, me dirijo directamente a mi habitación. Me cambio de nuevo, esta vez con un vestido un poco más largo que el de esta mañana. Tiene un lindo tono rojo y aunque no tiene nada de flores estampadas en la falda, tiene unos adorables holanes de tonos negros en las mangas y en la falda también. Es simple, pero elegante al mismo tiempo.

Pienso en atarme el cabello, pero pienso que dejarlo suelto estará bien. No me maquillo porque en realidad, ahora mismo me da algo de pereza hacerlo, además de que no hay necesidad. Tomo la misma gargantilla del dije familiar que siempre uso, unos aretes en forma de Sol —pequeños, no muy vistosos— y por último me pongo unos botines negros que van a juego con el vestido. Iré en caballo, por lo que no es buena idea usar tacones.

En secreto...      [EN PAUSA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora