XXII

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Las cadenas que nos conectan

Pasado




Akira



Kael no está, como de costumbre... Ya ni siquiera sé si eso debe ser una preocupación o un alivio...

Por ahora, me quedaré con esta idea de que es un peso menos.

Miro por mi ventana, está nublado... Es obvio, supongo, después de todo es invierno. Pronto llegará la primavera. Me visto antes de que mi dama de compañía pueda llegar para hacerlo por mí. No me agrada tener que dejarla hacer eso, si yo misma puedo hacerlo por mi cuenta, pero es su trabajo, es la razón por la que le pagan y ella tiene una familia que mantener. Yo también tengo una para proteger.

-Madre, ¿estás despierta? -la tierna voz de la mayor de mis hijas se escucha al otro lado de la puerta.

-Ya voy, cariño -contesto. Termino de vestirme con un vestido simple pero largo. Me pongo mis guantes, corona, aretes y abro la puerta, solamente para encontrarme con el dulce rostro de Kaia, mirándome con alegría-. Es algo temprano para estar despierta, ¿no lo crees, linda?

-Lo sé, pero escuché a Padre irse y me asomé a mi ventana. Quería ver a dónde iba... -me abraza y levanta su mirada hacia mí-. Mami, ¿podemos ir a jugar al jardín?

- ¿Y si tus hermanas despiertan?

-Entonces, las invitaremos a jugar. Vamos, vamos, mami, vamos a jugar -me ruega con sus tiernos ojos esmeralda.

-Bien, bien, vamos a jugar -digo, mientras acaricio su cabello.

- ¡Sí! -es un poco grande para juegos ya, sin embargo, sigue comportándose como si tuviese la edad de sus hermanas. Ojalá mi madre me hubiera permitido seguir como ella a su edad...

Kaia me lleva de la mano hacia el jardín; un jardín que hemos dejado para ella, que es amante de la jardinería. Al salir, me golpea el aire fresco que la brisa ligera deja caer sobre nuestros cabellos. Tenía ya un tiempo sin respirar aire fresco...

-Mami, ¿a qué quieres jugar?

-Mmm... ¿qué tal si jugamos a... ¡atrapadas!? -respondo, alzando mis brazos como si fuera a abalanzarme sobre ella.

- ¡Ah! -sale corriendo, alejándose de mí, evitando ser atrapada. Aún no ha crecido mucho, por lo que es fácil para ella perderse entre el pastizal de las flores, pues las ha dejado crecer mucho.

-Kaia~ -digo, llamándola con cariño-. No seas una pequeña tramposa, linda...

- ¡Boo! -grita saliendo detrás de mí, logrando asustarme ligeramente. Se echa a correr de nuevo.

- ¡Ah! ¡Pequeña tramposa! -sigo corriendo detrás de ella por varios minutos, con algunos descansos, desde luego, hasta que casi cae al pisar su vestido y la atrapo para que no caiga de cara al suelo. Caigo de espalda con ella sobre mi pecho. Me he asegurado de que no se lastime, cubriendo su cuerpo entre mis brazos.

Nos miramos por unos segundos, todavía en el suelo, y nos echamos a reír a carcajadas.

-Eres muy torpe, mi niña -digo entre risas.

-Tu cara está llena de lodo, madre -me contesta, riéndose.

-Jamás dejes de reír así, Kaia -le pido, acunando su mejilla en mi mano, acariciándola con mi pulgar.

En secreto...      [EN PAUSA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora