XIV

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Malas decisiones



Reagan


La mañana es helada, como se esperaba en estas épocas, desde luego. El invierno es cruel y mata a muchos en todos lados. Las simples brisas pueden hacer que el niño más joven y saludable se resfríe y la vieja más vulnerable perezca por hipotermia. Esta temporada no tiene piedad de nada ni nadie. Me pregunto si en el mundo humano es igual... Seguro mi bella prometida lo sabe, es muy curiosa por ese territorio desconocido para nosotros y al igual que yo, ella se ha escabullido ya entre sus habitantes. A pesar de que ambos nos hemos aventurado en el reino de los humanos, Maia sabe mucho más que yo de ellos, incluso aprendió casi completamente uno de sus numerosos idiomas. Francés, recuerdo. Seguro tendré oportunidad de preguntarle en un momento.

Nuestra boda está cerca, pero el Baile del Sol está aún más cerca y la familia Angelly ya tiene suficientes preocupaciones con su eterna batalla contra los demonios, por lo que es una oportunidad más que perfecta para mí. Para acercarme a mi mujer.

-Buenos días, joven Reagan. ¿Hay algo en lo que pueda ayudarle? -la dama de Maia me recibe. Hace una torpe reverencia y sus mechones rubios le tapan la cara. Se nota que es nueva.

-Vengo a ver a mi prometida.

-Le avisaré que está aquí.

-Bien -supongo que tendré que esperar en esta sala hasta que ella se digne a bajar. O a despertar. Apostaría lo que fuera a que sigue durmiendo en su cama, metida debajo de sus más suaves y calientes edredones. No la culpo, el Sol se niega a mostrar su luz y las nubes decidieron cubrir su horario. Yo también me quedaría dormido si mi hermana no arrojara un florero a mi puerta para despertarme-. Esperaré aquí.

No espera más y corre lo mejor que puede hacia la habitación de Maia. Le sigo el paso con la vista, hasta que la pierdo detrás de la pared de un corredor. Es bueno darme una idea de donde está la recamara de mi futura esposa.

- ¿Se te ofrece algo? Además de molestar mi sueño, por supuesto -al fin se hace presente frente a mí, con las manos en la cintura, cubierta por un sedoso vestido rojo pegado a cada parte de su piel. Un escote de corazón me deja ver que su cuerpo no es tan plano como aparenta y esa cintura de reloj de arena que tiene lo resalta más todavía. No tiene aberturas en el costado de las piernas, como lo tendría mi hermana, pero ella no lo necesita para lucir hermosa. A veces me pregunto si Maia no será más bien la reencarnación de Afrodita.

Después de recorrerla de pies a cabeza con la mirada, me digno a hablar- Sabía que estabas dormida, pero es algo tarde para seguir soñando, querida -bajo mi pierna derecha de la izquierda y apoyo mis codos sobre mis muslos.

-Lo sé, pero mi sueño era muy placentero, ¿sabes? -me da la espalda e inclina su cabeza, en muestra de decepción.

- ¿Ah, sí? Y, ¿qué soñabas, linda? -con ese apodo sólo me gano una mirada de muerte proveniente de sus ojos granate hessonita.

-Soñaba que un rayo te calcinaba hasta los huesos en medio del bosque y que los dragones te devoraban mientras aún dabas tus últimos alientos -sonríe mientras habla. De verdad me quiere muerto. Un sueño imposible, mi querida princesa.

-Oww... es una pena que sólo haya sido un sueño.

Hace un puchero y procede a hablar tras borrarlo de su rostro- Ve al grano, Reagan.

-Tu familia necesita ayuda con el Baile del Sol, ¿o no? Son mi futura familia también, así que vine a ayudarles, cariño -me levanto y tomo su mano. Trata de zafarse, pero ejerzo más fuerza sobre su muñeca y le resulta imposible.

En secreto...      [EN PAUSA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora