XXI

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Antes muerta, que tuya...



Maia

Hoy es la boda.

Anna murió. Me dejó sola... ¿Por qué? No lo comprendo. Solo sé que hoy debo estar en ese maldito altar. Con ese... ese... ese monstruo...

Lo odio. Lo odio. Lo odio. Lo odio. Lo odio. Lo odio. Lo odio. Lo odio. Lo odio. LO ODIO CON TODAS MIS FUERZAS, CON TODO MI SER, CON TODA MI ALMA Y CON TODOS MIS PENSAMIENTOS. Y no estoy dispuesta a llegar a ese lugar y dejar que me condene para siempre. No. No lo haré.

El Sol comienza a asomarse por la ventana, iluminando mi habitación, pero no mi mente. Mi mente se oscureció para siempre. No pienso retroceder. Debo hacer esto.

Tocan a mi puerta.

—Señorita Maia, ¿está despierta?

—Adelante, pasen.

Son las damas que seguramente Padre envió para alistarme. En cuanto abren la puerta, un par se dirigen directamente al baño a preparar la bañera.

—Buenos días, princesa.

—Hola...

De bueno, este día no tiene ni tendrá nada.

—Hoy es un gran día, ¿está lista?

—No. Pero debo hacerlo.

—No se preocupe, la dejaremos deslumbrante.

—Sí... gracias...

La bañera queda lista en unos minutos y tomo el baño. Lavan mi cabello con cuidado, limpian mi cara con un montón de cosas y cuando salgo, veo el vestido blanco en mi cama. Se verá hermoso teñido en rojo...

Pasan a secar mi cabello. Me dan una caja con un listón rojo.

—Va debajo del vestido... Su Majestad ordenó que lo llevara puesto para que no hubiera inconvenientes en su noche de bodas...

Claro. Quiere que le parezca atractiva en la noche, porque solo con este ridículo conjunto de ropa interior le causare algo al idiota de Reagan.

—No lo usaré. Por favor, denme ropa interior normal.

—Sí, princesa.

Buscan en mis cajones. Finalmente, me la dan. Me la pongo y comienzan a ponerme el corset. Una vez han terminado con eso, me dan la parte más delgada del vestido y encima ponen el miriñaque. Una capa de la falda cae tras la otra, hasta que son ocho y hacen que la cintura me pese.

Me sientan y continúan peinando mi cabello y maquillándome.
Cuando al fin estoy "lista", me veo frente al espejo.

Cabello medio recogido, flequillo en la frente, la tiara sobre mi cabeza, rubor rojizo, sombras blancas, lápiz labial rojo vivo... El vestido blanco que simboliza particularmente esta clase de celebraciones... Es lindo, hermoso, debo admitirlo. Pero no debería usarlo, no hoy. No con él... Analizo el vestido un rato: escote de corazón, mangas transparentes y detallados de flores en los bordes. Es sencillamente hermoso, y mejor aún, sé ajusta bien a mi cuerpo.

Es una lástima que deba ensuciarlo...

—¿Podrían dejarme un momento a solas? Saldré en unos minutos...

—Claro, princesa. Con su permiso.

Se retiran.

Busco rápido pero con cuidado en los estantes de mi cuarto. Quito un libro, dos, tres... ¿Dónde lo dejé? Ah, aquí está.

En secreto...      [EN PAUSA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora