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No estoy lista...

Pasado

Maia

Acabo de despertar. Arrojo mi cobija lejos de mis pies y parte de ella cae al suelo. Las cortinas están cerradas y la luz del Sol solo se da paso a través de pequeñas aberturas entre cada cortina.

Una vez fuera de mi cama me dirijo a la ducha. El agua está tibia, perfecto para la mañana. Cuando termino de ducharme, salgo de nuevo a mi habitación envuelta en mi bata de fina tela y saco un lindo vestido largo pero con una falda ligeramente inflada. Los tonos del vestido son los colores que eran de mamá... La parte superior, que cubre mi pecho, teñida de un anaranjado casi rojizo; el superior medio del vestido, que queda sobre mi ombligo y un poco más abajo de la cintura es de color rojo, como sus ojos y la falda es color amarillo con terminaciones rosas pasteles, sus colores favoritos...

La extraño como el primer día que se fue... Oh, la mucama toca a mi puerta y recuerdo que debo bajar al desayuno. Salgo de mis pensamientos y rápidamente me pongo mis zapatos de tacón bajo, que apenas se ven por la falda del vestido.

Estando a la mesa con mis hermanas a mi lado y padre y su mujer a lado, mi padre es el que decide hablar, me desconcierta porque estamos acostumbradas a comer en silencio siempre.

—Maia.—¿Mi nombre? ¿Porqué dice mi nombre?— Sabes bien cuántos años tienes, ¿Verdad?— lo sé mejor que él definitivamente.

—Obviamente padre, tengo 14 años, padre.

—Bien. Pues como ya tienes más de 12, te casarás.

Perdón, ¿Escuché bien? ¿Dijo "casarme"?

—¿Qué?— dejo mis utensilios a un lado de mi plato. Pregunto para asegurarme de que he escuchado correctamente, pero la sorpresa dibujada en el rostro de mis hermanas y la sonrisa maliciosa de Marelí me lo aseguran.

—Que te vas a casar, niña sorda.

—Tú mismo lo haz dicho, soy una NI-ÑA ¡una niña, padre!

—Lo eres cuando te conviene.

—¡No quiero casarme!— grito. El matrimonio está lejos en mis planes.

—No te lo estoy preguntando, Maia, te vas a casar y punto. Fin de la discusión.

—¿Porqué?— cuestiona mi gemela Anna. Yo también quiero saberlo.

—El reino hada nos ha condicionado la paz entre nuestros reinos. Dijeron que si una de ustedes no se casaba con su príncipe, la paz se terminaría y no contaríamos más con ellos.

—Entonces, ¿porqué no me estás diciendo esto a mí? ¿Porqué es Maia la que va a casarse?— replica Kaia. Sé que no está celosa, sólo intenta protegerme, y para ello, sacrificaría su felicidad de ser necesario.

—Porque el príncipe pidió que fuera Maia, y sólo Maia. No quiere a ninguna otra de ustedes. Quiere a Maia.— dice orgullosa Miralí, bebiendo tranquilamente de su copa de vino mientras sonríe. Goza de vernos sufrir...

—Pero, ¡El príncipe hada es mayor que yo por 15 años!

—No me importa, el trato está hecho. Se casan en dos años, cuando cumplas 17 años.

—¡Padre!— Kaia y Anna se levantan, golpeando la mesa con sus palmas. Pero antes de que siquiera puedan reclamar algo más, me levanto también y salgo corriendo a mi habitación. Las lágrimas han comenzado a caer fuera de mis ojos y no quiero que padre me vea así. Patética y llorona.

En secreto...      [EN PAUSA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora