XVII

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Terminar lo que empecé




Anna



¿Justo hoy? Hoy, en el Baile del Sol... Debo admitir que es una buena estrategia por parte de los demonios, pero este ataque es más grande de lo que creía la Orden. Hay por lo menos doscientos cincuenta soldados enemigos en Angfort y Ciudad Diamante. El humo se expande por el cielo sobre nosotros y se vuelve cada vez más denso a medida que avanzo. Me detengo en seco al borde de lo que parece un acantilado y cubro inmediatamente mi nariz y boca. Sangre. Huelo mucha sangre. Cuando la ligera nube de humo frente a mí se disipa, un cráter lleno de cadáveres aparece en su lugar. No solo hay sangre, también pedazos de cuerpos por doquier. La imagen me revuelve el estómago hasta el punto de sentir el vómito en mi garganta, pero lo retengo. Incluso con una máscara, el olor es insoportable, sobre todo cuando sabes que esa sangre es de tu pueblo.

—Vaya, vaya, señorita. ¿Qué hace una chica en medio de esta batalla? —la voz gruesa de un hombre capta mi atención y noto que proviene del otro lado del cráter.

— ¿Quién eres? —pregunto sin miedo mientras alisto mi arma detrás de mí, adoptando una posición de alerta.

—Tu enemigo, al parecer. Pensé que las chicas tenían prohibido pelear aquí —una sonrisa burlona se forma en su rostro.

—Correcto. Somos enemigos —digo al percatarme del emblema demoniaco en su uniforme—. Y el hecho de que sea una chica no quiere decir que no pueda darte una paliza.

—Si tú lo dices... Mi nombre es Drystan, por cierto.

—Bien, Drystan, prepárate para pelear, porque no pienso perdonarte por haber matado a toda esta gente —levanto el filo del hacha hacia él en muestra de amenaza.

—De acuerdo, pero no pienses que te daré ventaja solo por ser... ¡mujer! —se abalanza de un salto a mí mientras termina la oración.

Un puño suyo roza mi mejilla izquierda y apenas he tenido tiempo para esquivarlo. Retrocedo mientras el ataca. Un golpe tras otro es lanzado en mi contra y los esquivo a menos de un segundo de que estallen en mi cuerpo. Cansado de no acertar ningún ataque, comienza a usar los pies para intentar hacerme caer. Y lo logra. Mientras caigo, una patada choca contra mi estómago y me hace retroceder una considerable distancia, pues ha usado un aumento de fuerza en mí contra.

—Bastardo... —a duras penas consigo hablar en tanto trato de levantarme. Cuando finalmente lo logro, me doy cuenta de que él viene hacía mí de nuevo, esta vez con una daga en mano. Lo primero que viene a mi mente es el impulso de dar la vuelta y correr, pero no haré eso. Tomo el hacha y golpeo el suelo con ella cuando mi enemigo está a pocos metros de mí.

El suelo bajo nuestros pies se desmorona igual que en aquel primer encuentro que tuve con los soldados de la Orden. Uso los pedazos de escombros grandes que brincan por el impacto como camino hacia el tal Drystan, que todavía está aturdido. O eso creí.

Mientras cae, Drystan usa su táctica de demonio para crear muñecos de arcilla que le protegen de mis ataques. Cada vez que los corto, vuelven a su forma original.

—Es inútil, niña estúpida —ríe maliciosamente sin contenerse.

Protegido como está por su barrera de marionetas, no puedo hacer mucho. Suelto un gruñido por ello. Tengo dos opciones; rendirme o acercarme a él. La primera no es una opción realmente. Corro sin pensar mucho hacia sus muñecos sin rostro. Mientras se abalanzan sobre mí, uno tras otro, yo los esquivo y salto sobre ellos para abrirme paso hacia el titiritero. Ni siquiera me vio venir, lo sé por la sorpresa que no se molesta en disimular dibujada en su cara. Los muñecos son lentos y no son capaces de seguirme el paso, lo que me facilita el trabajo. Una vez cerca, lo ataco con el hacha, de modo que el filo le roza el mentón cuando salta hacia tras para evadir mi ataque.

En secreto...      [EN PAUSA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora