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Nico di Angelo Pov:
Ella está sentada a mi lado, con solo un par de sillas de distancia.
Tiene la cabeza baja y las manos sobre las rodillas, ella contiene un sollozo en su garganta y lucha por no romper en llanto. Está encorvada sobre sí misma, haciéndose pequeña, está tratando de ocultar con su cabello corto, su rostro golpeado y amoratado. Tiene el labio roto, la mejilla hinchada y rojo, pero sin dudas lo peor es el ojo morado que se nota a través de su cabello.
Su ojo derecho está morado, casi negro. Hinchado y horrible.
Las demás heridas están ocultas por la ropa, pero Nico estaba seguro de que tenía el cuerpo repleto de moretones.
Ella se veía … Sumamente miserable.
Temblaba como gelatina y sorbía su nariz cada tanto. Intentaba limpiar las lágrimas rebeldes que se escapaban de sus ojos inyectados en sangre.
Portaba la típica camisa morada del campamento Júpiter, solo que la suya estaba llena de tierra y sangré. Unos jeans oscuros rasgados en las rodillas, no por decisión propia, por qué los suyos estaban llenos de sangre.
Por la forma en la que actuaba, Nico no tardó en deducir que este tipo de sucesos eran habituales para ella. Ese ojo morado era anterior, debía tener unos dos o tres días de antigüedad.
Él tenía apenas un rasguño en la mejilla. Pero estaban aquí, en el senado, para recibir un castigo.
Esta era la primera vez que conocía a la hermana de Jason, aunque Nico no sabía que esa sería la última vez que la vería en mucho tiempo. Ni siquiera había ido al campamento Júpiter para conocerla, como Jason le había pedido en innumerables ocasiones. Vino por Hazel, por su cumpleaños número 17 como un buen hermano. Apareció por en los campos de Marte por error y vio como le estaban dando una paliza a una chica. En ese momento no sabía quién era, intervino por impulso.
Estaban obligándola a luchar, pero era obvio que ella no tenía nada más que dar. Pero seguían golpeándola.
No tenía que mirar dos veces a la chica para saber que no sabía usar una espada, lanza, daga… O puños.
Entonces vio sus ojos azules como el cielo y sintió una familiaridad que hizo la sangre arder en sus venas.
