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En medio de cada diluvio encontraron su propio reflejo.

Al parecer el tonto de Alex luego de que yo bajase del tejado subió. La insoportable tos que tenía me estaba poniendo los pelos de punta. Sorbía su nariz como si fuese un jugo de mandarina, que asco. Y no dejaba de preguntarme internamente como era que se enfermaba si estaba muerto. Obviamente me daba pereza contestar.

Por otro lado tenía a Ehla hablando con su cabeza y describiendo internamente la situación de Alex como si fuese una meteoróloga televisa. ¿Con quién hablaba? Literalmente hablaba sola por dentro de ella. No sé pero es prácticamente lo que estoy haciendo ahora, es como si alguien pudiese oir lo que estoy hablando y no pudiese parar de hacerlo. Raro, ¿si dejo de hablar así se detendría la historia de mi vida?

No lo sé pero Ehla se bajó antes que todos, no dió explicaciones, simplemente lo hizo. Me acerqué a la ventana ya que ella se había ido y comencé a mirar hacia afuera con un gesto aburrido. Una tristeza profunda me inundó completamente. ¿Por qué mi turroncito estaba triste?

El dolor que Ehla estaba sintiendo ahora mismo, lo sentía más como algo que ella debía solucionar, que ella debía apartar. Jay dió un salto hacia mi, sentándose en mi regazo y acariciando su cabeza con mi mano para que lo hiciese yo mismo. Al ver que no tenía para nada ánimos de acariciarla me rasguñó la mano. Simplemente la miré con mala cara, ni siquiera me moví. Se bien que ella entendía que al ser mágica su rasguño si me dolía. Se bajó de encima se mi y fue a parar al asiento de enfrente con Fernanda.

Se me escapó una gota de sangre hasta la palma de la mano y justo en ese instante se selló la herida dejando la gota al aire como si fuese algo que cayó del cielo y no que salió de mi.

Comenzó a caer una gruesa lluvia del cielo y lo primero que me pregunté fue si turroncito habría logrado escapar de ella, lo menos que quería es que se pusiese como Alex. El mencionado se la había pasado gastando pañuelos y dejándolos en una bolsa de plástico. Gracias a Dios ya estábamos por llegar allí.

Nos bajamos rápido de la camioneta al llegar. Aún seguía lloviendo y el cartel de reparación del ascensor solo hizo que todos bufasemos al ver que teníamos que usar las escaleras. Obviamente la afortunada de todo fue Fernanda que al ser chica no llevó más que una mochila. Luca llevaba la maleta de él y la de ella. Yo mientras la mía y la de Ehla. Y Alex, aún tosiendo y estornudando tuvo que cargar la suya. Pobre.

Dejé las cosas en la entrada, la esquina para ser exactos. Cerré la puerta y me fui con todos al apartamento de Ehla. Estuvieron peleando casi veinte minutos y al final decidieron poner una película de unos tales descendientes y que más que pelear se la pasaban cantando.

La puerta se abrió y todos nos giramos hacia Ehla, venía empapada, y con la mirada decaída. Ni siquiera nos devolvió una sonrisa, o se burló de nuestra expresión, solo se metió en su habitación y nos dejó a todos en la sala.

Alex había empezado a exagerar sobre que se moría. Así que no me quedó más remedio que ir a la farmacia y buscar medicina para él. También compré algunas naranjas para hacerle un zumo natural.i teléfono comenzó a vibrar en mis bolsillos y al ver el nombre de Marta en la pantalla recordé que me había hecho casi un millón de llamadas.

—¡¿Dónde te has metido?!

—En un bosque—le dije.

—¡Eso lo sé!

—¿Para qué preguntas entonces?

—Mira niño, no me cabrees.

—¿Más? Imposible.

—Kang—dice con advertencia.

Giré los ojos y al final accedí. Por lo menos un poco de respeto, que puede ser humana pero es mayor y me ayuda, no mucho, pero la intención es lo que cuenta.

Un demonio para ella [libro #2] [Pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora