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Solo dime «ven» e iré con cada parte de mi alma, sin fuerzas, sin descanso. Y aunque sea por la cosa más tonta, iré. Porque te mereces más que este corazón inservible.

Había ido dos tres días seguidos ya ha hablar con Blace. No era tan aburrido como él mismo decía ser, la verdad era gracioso e ingenioso, incluso llegaba a llamarte un poco más de lo común la atención, no sé si era el hecho de que ese cuerpo tan pequeño pudiese poseer tanta inteligencia o lo asombrosas que eran las cosas que me contaba. Quizá un cincuenta cincuenta.

Miré al cielo la Luna se veía enorme aún tapada por los árboles espesos. Sabía que pronto habría luna roja y tendría que hacer esa tontería de todas las veces que pasaba esto en el año. Desconocía todavía el por qué de ese hecho.

Jalé con más fuerza el cabello de la mujer cuando su cuerpo se quedó atorado con la raíz de un árbol. Fue tan brusco mi tirón que se le hizo un corte en el rostro con la copa, casi ni se notaba en comparación con los demás que tenía. Llegué justo a donde quería. El hedor a muerte se coló por mis fosas nasales, desagradable si era pero los olores no me afectaban, ni se sentían mayores o pequeños en comparación con mi olfato, pero aún así podía distinguirlos fácilmente.

El lugar estaba lleno de flores e hierba, era hermoso, quizás lo suficientemente hermoso como para verlo y tomarte una foto. Pero decir que aquí se hicieron varias guerras cuando el bosque no planeaba nacer era aún más extraño y hermoso. Tal vez millones de personas murieron, y a lo largo del tiempo la descomposición de sus cuerpos dieron origen a este lugar. No en concreto el pequeño prado de flores. Sino, todo el lugar.

La vida y la muerte se completan en la naturaleza, mueren miles, y nace esto. Puro, perfecto, hermoso. Cavé un agujero arruinando las flores violeta y amarillo que se encontraban en la esquina derecha. Metí el cuerpo dentro y cellé el lugar. Antes de irme pasé mi mano por encima del tumulto de tierra y las flores se comenzaron a regenerar.

El hecho de que esté muerto también da un poco de vida. Sonreí viéndolo. Y luego de ver a varios lados del cielo me marché de ahí.

Eché a correr llegando más rápido a la ciudad, el olor de Alex fue lo primero que recibí. Tenía las manos llenas se sangre. Justo hice una mueca en cuento se giró. Él no notó, sabía que después de que se me pasaba la adrenalina del momento me daba asco estar tan sucio. Sonrió señalando mi camisa e inmediatamente la miré. Tenía una mancha de sangre enorme.

Alex pasó por mi lado pasando una mano por mi hombro. Me agaché un poco por la diferencia de tamaño y terminó sobando mi cabeza y haciendo que mi cabello se regaste más. Lo aparté molesto. Él sabía cuanto odiaba eso. En su lugar simplemente se echó a reír.

—Sigue riéndote y terminarás como la dueña de la mancha de sangre.

—Un miedo sobrenatural me calcome los huesos —ironiza—, venga ya, cuando llevas mucho tiempo soportando a alguien te haces su amigo y no lo matas.

—Solo no te mato para seguir esa ideología tuya que veo muy cierta.

—También porque no puedes matarme.

—Por eso también —le sonreí—, ¿comemos algo?

—Siempre y cuando no sean personas...

—Que asco, claro que no.

—Entonces vamos. 

Ahora fui yo quien le pasa el brazo por encima del hombro guiándonos al primer sitio que encontrásemos y para nuestra suerte fue un carrito de perritos calientes. Me recordaban la primera vez que salí con Alex fuera de Wattpad. Era una práctica de dos minutos para saber nuestras reacciones, éramos niños y nada más aparecer en New York lo primero que hicimos fue aventarnos sobre el carrito de perros calientes. Pero nuestro inglés era tan malo por aquel entonces que los dos minutos se agotaron y no pudimos comerlos.

Un demonio para ella [libro #2] [Pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora