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Que bien me siento cuando me miento de que ambos éramos perfectos el uno para el otro.

Había empezado a mirar las estrellas de una forma diferente desde que había visto a Ehla por primera vez, quizás debería decir «de nuevo», aunque era raro. Quité las cortinas del balcón que interrumpían mi vista y acostado en la cama dándole la espalda a la puerta veía perfectamente la constelación de Orión. Blace había venido alrededor de una hora, Alex había jugado con él mientras yo cocinaba.

Vi alguna que otra estrella fugaz pero son con el rabillo del ojo, no fue algo que vi directamente. Cuando las pequeñas luces del cielo comenzaron a desaparecer me levanté de la cama algo mareado y yendo directamente al baño me permití vomitar para quitar mi malestar. Tenía los ojos llorosos y algo rojos. Lavé mi cara para cuando volví a la habitación, ahí en el balcón la pelirroja se acercaba.

Podía ver como con cada paso que daba el lugar cambiaba y de pronto estábamos sentados, ella en un trono de obsidiana que de una forma macabra hacía contraste con su sonrisa. Yo estaba al otro extremo del salón, bastante apartado de ella, también en un trono sólo que este de un material que parecía agua congelada.

Me habló con una voz fuerte que me hacía creer que estaba justo al frente mío.

—¿Ves todo esto?

—Aún no me han sacado los ojos —le respondo algo seco y a modo de respuesta sonríe.

—Aquí empezó todo, y aún falta un tiempo para que termine. Por favor, descubre la verdad rápido —esta vez su mirada decayó—, todo depende de ti.

Apreté la mandíbula, todos querían que supiera la verdad pero nadie decía nada. Entendía eso de que recordar según sucesos que te contaban era como tener una visión algo plana de la tierra, no era la forma correcta. Pero estaban haciendo que tuviese ganas de agarrar una pistola y meterme tres tiros en la frente.

La manija de mi puerta se movió y Malia despareció ante mi vista. Alex se asomó por la puerta como un niño que espera permiso para entrar.

—Kang.

—Pasa —le dije girándome hacia él.

—Oí voces, ¿vino? —asentí—. He invitado a García para que nos ayude con la compra —lo dijo haciendo comillas con los dedos. Obviamente la invitó para que yo la viese.

Alex entró totalmente y de un salto cayó a la cama, se acostó mirando el techo con el ceño fruncido, parecía querer decirme algo pero no insistí en ello, luego en cuanto me vio pararme para agarrar mi ropa e ir al baño este sacó su móvil para esperarme. Turroncito nos estaba esperando justo al frente del ascensor, los tres estamos y nos dirigimos a hacer la compra.

Alex se había comprado un pop-ip, y me había hecho pagar por ello, estaba ilusionado. Nunca había visto uno, aunque lo trataba de ocultar delante de Ehla estaba algo fuera de sitio, algo le había pasado. Habíamos tenido un problemita con la albina cuando las latas del supermercado se le vinieron encima, usé un movimiento de manos para quitar todas las que se veían sobre su cabeza. El niño de unos nueve años que le lanzó tres segundos después el balón a la cabeza no tuvo tanta suerte cuando su madre lo culpó de ser él el responsable del desastre de las latas.

—Bueno al menos cargó con tu pequeña culpa un crío —dije caminando hacia ella—, mira el lado positivo, una vergüenza menos para Ehla García.

Me senté junto a Alex en el autobús, no había insistido en la mañana pero era poco común verle así. Sí, normalmente se decaía cuando nadie lo veía, todos lo hacíamos. Pero esta vez era diferente, parecía estar en el extremo otro del planeta dentro de una pelota inflable justo en el centro del mar. Se sentía asfixiante incluso para mí. Le miré un tiempo más de lo necesario y este dejó su pop-ip para ver el motivo de mi seriedad hacia su persona.

Un demonio para ella [libro #2] [Pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora