09 | SOLO UN BESO

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El viernes por la noche, mientras me acomodaba en mi cama, pensaba en lo cómoda que estaba. Tomé mi Kindle y lo encendí, justo en la parte más interesante del libro que había dejado un día anterior. Mi día había sido extenuante y agotador, en clases no había pensando en otra cosa que llegar a mi cama a dormir, y así lo había cumplido. Luego de que Jayden nos trajera a casa, me había encerrado en mi dormitorio para tomar una ducha y dormir. Mamá me despertó para la cena, y los tres, comimos en el comedor con una charla agradable hasta que terminamos y cada uno cumplió una tarea entre limpiar, lavar los platos y guardarlos. Ahora que estaba en mi cama, con una camiseta raída y unos pantalones cortos para dormir, pensé en lo dichosa que me sentía.

Un mensaje de texto me sacó de mi lectura.

Jayden: ¿Quieres ir a una fiesta?

Miré la pantalla con una mueca.

Yo: Paso.

Jayden: Será en casa de Lissa.

Yo: Paso x2

Jayden: Tenemos que actuar, no lo olvides.

Yo: Paso x3

No contestó. Pero segundos después sentí que la puerta de mi habitación sonaba con unos suaves toques. Pensé que era mi madre, pero al mirar la hora me di cuenta que probablemente estaba frita sobre su cama. Trabajar como abogada en aquel bufete la tenía muy cansada y cuando llegaba a casa lo único que quería hacer era dormir.

Como yo luego de clases.

Me puse de pie y abrí la puerta, sin estar muy sorprendida al ver a Jayden.

Sus cejas se arquearon al mirarme. Él vestía una camiseta sin mangas y un pantalón a cuadros como pijama. Desde aquí podía notar los tatuajes en sus brazos, enroscándose en sus trabajados músculos y aquellas alas en el cuello. Me pregunté si tendría más debajo de la ropa, pero aparté esos pensamientos mientras lo hacía pasar para no hablar en el pasillo. Puede que mi madre durmiera como un tronco, pero no iba a tentar a la suerte.

Cerré la puerta a mis espaldas. Jayden se adentró en mi habitación, mirando el lugar con mucha curiosidad, absorbiendo todo con sus ojos verdes que inspeccionaban mi dormitorio por primera vez, como si fuera fascinante. Al terminar fijó sus ojos en mí y sonrió, como si supiera algo que yo no.

—¿Estás aquí para convencerme de ir? —pregunté cruzándome de brazos.

—Algo así. —Su sonrisa no se quitó, me miró de pies a cabeza—. Sé que estás... —Se detuvo abruptamente cuando su mirada se quedó a mitad de mi cuerpo. Creí que estaba viéndome el pecho por haberme cruzado de brazos, pero no. Sus ojos se oscurecieron—. ¿Qué es esto? —Tomó mi muñeca. En ella se veía un pequeño moretón entre verde y negro, del día anterior donde Lissandra me tomó de allí con fuerza—. ¿Quién te hizo eso?

El tono de voz fue bajo, casi letal.

Intenté quitar mi mano de su agarre, pero no lo permitió. Acarició con sus dedos aquella zona. No me dolía tanto como ayer, el color había atenuado y me había olvidado de la marca por completo.

—Ayer, cuando discutí con Lissandra en el baño de chicas, me sujetó la muñeca con fuerza.

Lo vi apretar los labios, sus ojos verdes oscurecidos con furia.

Se pasó una mano por el rostro antes de mirarme fijamente. Seguía sin soltarme la muñeca, me tomaba el brazo con tal suavidad que parecía una pluma acariciándome.

El motivo de amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora