22 | EMOCIONES A FLOR DE PIEL

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El día del partido llegó más rápido que nunca.

El instituto estaba lleno de afiches y volantes sobre el partido amistoso que se daría entre Trinity Hall y Barrow. Dos escuelas rivales desde siempre. El buen ánimo entre los estudiantes era tanta que la mayoría vestía las camisetas de color guinda del equipo de fútbol. Las animadoras usaban sus uniformes y casi todos tenían pintados en las mejillas los colores de nuestro instituto.

Incluso Trey vestía la camiseta del equipo.

Solo Cloe y yo éramos las únicas en jeans y camisetas de otros colores. Mi mejor amiga ya no vestía falda ni botas, ese atuendo lo tenía bien guardado para que sus padres nunca lo encontraran. Pero extrañamente llevaba una bufanda roja alrededor de su cuello, a pesar del calor del día. Era otoño pero por el día hacía calor, mientras que por la noche corría aire fresco lo suficiente como para enfermarte.

Ahora mismo era de día y el sol irrumpía con fuerza aquella mañana. Quería dirigirme a mi salón de clases, pero no lo compartía con mis amigos.

—¿Vamos al baño? Necesito echarme agua a la cara —dije mientras me daba aire con las manos.

—¿El calor? —adivinó Cloe.

—El sueño —intervino Trey señalándome—. La pobre niña está que se muere de sueño. ¿No has dormido nada, cielo? ¿Tendrá algo que ver con un chico llamado Jayden?

Rodé los ojos.

Anoche había dado vueltas en la cama y no por Jayden, por la conversación que tuve con mamá. Traté de adivinar sus palabras y leer entre líneas, pero no había llegado a ninguna conclusión, excepto la de dormir temprano. Tenía ojeras bajo mis ojos que había intentado tapar con maquillaje, pero cuando entré al baño del brazo de Cloe mientras Trey se iba a su clase, me di cuenta que mis ojeras eran muy notorias.

—Parezco un oso panda —murmuré frente al espejo inspeccionando mi rostro.

—Un bonito oso panda. —Cloe sonreía.

Negué.

—No sé cómo pude salir así de mi casa. —Me encogí de hombros—. No importa, todo el mundo está demasiado entusiasmado por el partido que nadie notará mi cara de zombie.

Cloe asintió.

—Nadie lo notará. Si tú no lo dices, no lo hubiera notado. —Sacudió una mano frente a su rostro como quitándole importancia—. Haré pis, sostén mi bolso.

Tomé su bolso y me lo coloqué en el hombro haciendo malabares entre el suyo y el mío. Con ese peso extra encima, me apoyé en la pared del baño esperando a mi amiga. Una vez que salió, noté que su bufanda roja estaba suelta alrededor de su cuello exponiéndolo por delante.

Me enderecé, jadeando.

—¿Cloe? —murmuré su nombre con voz temblorosa—. ¿Qué rayos te pasó en el cuello?

Tenía tres manchas grandes de color morado en un lado y en el otro, marcas de dedos. Era un lío muy feo y parecía doloroso. Cloe rápidamente se anudó la bufanda, dejándome claro por qué se la había puesto.

Sus mejillas se colorearon de rojo mientras se lavaba las manos, evitaba mi mirada incluso a través del espejo.

—¿Fue Ivor, no?

El nombre de su chico la hizo saltar.

—Sí, como que nos pusimos intensos.

—Amiga, esas marcas parecen otra cosa. —Hice una pausa—. ¿No te forzó a nada, verdad?

—¡Claro que no! Yo quería esto tanto como él. —Se encogió de hombros—. Al principio se me hizo extraño, pero me terminó gustando. Te juro que no me duele, solo son chupetones y las marcas de sus dedos, pero no hubo dolor, Clara. Fue justo lo contrario. Deberías intentarlo.

El motivo de amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora