El ansia predominaba por sobre cualquier cosa. Éramos dos desesperados que nunca tenían suficiente del otro.
Bill se agarraba con fuerza de mis caderas, moviéndome sobre él en un va y ven mientras yo depositaba besos húmedos por todo su cuello y mandíbula. Todo lo que él tocaba de mí se sentía caliente, como si sus caricias quemaran. Nuestra respiración se había vuelto pesada y de alguna forma el pequeño cubículo de baño en el que nos encontrábamos había tomado un matiz romántico, más por la intimidad del momento que por otra cosa.
Ser besada por Bill era una mezcla de sensaciones, pero sentirlo dentro mío era llevar todo al límite. Nos deseábamos tanto que todo había surgido naturalmente, como si cada uno supiera a la perfección lo que debía hacer, dónde debía tocar, cómo debía moverse.
Bill me besó mientras abrazaba mi espalda y yo me sentí plena, embriagada por su aroma, sus labios, su piel. Había sido un camino largo, pero aquí estábamos, con todo por fin claro, fundidos en el placer de tener al otro.
—Kiara... —gimió en mi oído. Nuestros movimientos eran cada vez más erráticos a medida que nos acercábamos al clímax.
Besé con fuerza los labios de Bill, luego su cuello, en el que seguramente dejaría una marca, luego sus labios otra vez. Era la primera vez que lo hacía de esta forma, estando yo arriba, o más bien sentada sobre él, y se sentía increíble. Mi vientre bajo ahora parecía a punto de explotar. Me sostuve del cuerpo de Bill cuando sentí que ya no podía más, llegando al límite. Bill siguió unas cuantas veces más, hasta que finalmente quedó rendido igual que yo. Abrazados mientras nuestra respiración luchaba por estar en calma.
Afuera del cubículo se oía ruido, la puerta abriéndose de cuando en cuando, alguna que otra conversación siendo ahogada por el ruido de la música del club, pero nosotros estábamos en una burbuja aparte.
*
Bill sujetaba mi mano mientras me guiaba por el estacionamiento. Él y Tom compartían un vehículo que yo había tenido el honor de ocupar hoy por segunda vez.
Le había dicho a Bill que me llevara a casa, pero él había insistido en llevarme con él, ya que le conté que mi padre no llegaría hasta más o menos medio día.
—Al menos debería pasar a mi casa para conseguir un pijama — Bill pasó el cinturón de seguridad por mi pecho sin quitarme la mirada de encima.
—Puedo dejarte algo de mi ropa si quieres... —Si quería, la idea de usar cualquier cosa que perteneciera a Bill me gustaba.
—Nos vamos directo a tu casa, entonces...
Me dio una sonrisa de lado a la vez que empezaba a conducir por la carretera que llevaba al centro de la ciudad.
Su casa quedaba a unos 20 minutos de distancia. Aparcamos afuera. Todas las luces estaban apagadas, por lo que asumí que nadie se encontraba en casa o quizás estaban dormidos. Fuera lo que fuera era bueno para mi ansiedad, tener que presentarme con sus padres o hablar con su hermano habría sido incómodo. La última vez solo me había topado con Tom, pero no tenía idea de cuánta gente podía vivir aquí.
Bill apoyó su mano en mi espalda baja, instándome a entrar junto a él a su casa. Ya dentro encendió la luz del salón principal. Todo estaba ordenado, tanto que parecía una casa piloto, lo mismo con las habitaciones que procedían. Nos detuvimos en la cocina.
—Debes tener hambre, hay algo de pizza en el refrigerador, horneé un pastel esta mañana también, sé que eres más de cosas dulces...
¿Hornear? Cualquier cosa me hubiera resultado más creíble que Bill Kaulitz horneando un pastel, pero me gustaba que lo hiciera. Descubrir un talento oculto en la persona que te gustaba siempre era atractivo.
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STALK | Bill Kaulitz
Mystery / ThrillerTras tener que cambiarse de hogar por el trabajo de su padre, Kiara inicia su año universitario en una nueva ciudad. Alejada de todos sus amigos, solo intenta encajar con el resto, hasta que Bill Kaulitz comienza a enredarse en su camino y no de la...