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Los días seguían pasando. Bill prácticamente se había quedado a vivir en mi casa, solo se iba para asistir a la universidad y luego volvía conmigo.

Los hematomas de mi cuerpo ya estaban de tonos amarillos, las heridas ya con costras. Mi cuerpo se iba curando; sin embargo, mi mente seguía jodida. Últimamente estaba soñando con el ataque de mi padre, también con la persona que me acosaba. Que ambos intentaban matarme y entonces era Bill quien me calmaba con sus caricias y palabras amables. De alguna forma siempre sabía cuando estaba teniendo una pesadilla.

Los últimos mensajes que me había enviado el desconocido me dejaron consternada. No entendía por qué alguien quería hacerme daño. Tenía miedo, ni siquiera se lo quise contar a Bill, ya le había causado suficientes problemas, así que estaba lidiando con esto sola. Además, intentaba buscar el momento en el cual decirle a Bill que volviera a su casa, porque cada día que pasaba a mi lado era otra amenaza de que me alejara de él y ya me sentía aterrorizada.

Liz me había preguntado por qué llevaba faltando toda la semana y yo le había dicho que por problemas en casa. No quería que nadie más se enterara de lo de mi padre, que Bill lo supiera era más que suficiente.

Sabía que si seguía faltando tanto terminaría reprobado el año, pero ni siquiera el maquillaje hubiera podido cubrir el desastre que mi padre había dejado en mi rostro y cuerpo. Todo estaba tan hinchado y amoratado que apenas me veía como yo misma. Había tenido que poner hielo por dos días para desinflamar. Lo positivo era que, ahora que las marcas de golpes iban desapareciendo, solo iba a bastar un poco de maquillaje para cubrirlas, así que podría volver a la universidad y eso fue lo que hice al día siguiente, día en el que Bill volvió a su casa nuevamente también, aunque contra su voluntad y prometiendo llamarme y enviarme mensajes cada vez que pudiera.

*

Habían cancelado una de las clases de improviso, una en la que lamentablemente no estaba con ninguno de mis conocidos, así que me tuve que quedar sola haciendo hora.

Compré algo de comer en la cafetería y luego salí fuera para fumar. Últimamente, devorar humo era lo único que me calmaba. Qué ironía era que a principio de semestre ni siquiera pudiera soportar unas cuantas caladas sin ahogarme. Parecía que lo mío era del odio al amor con todo, me sucedió con Bill, me sucedió con el cigarrillo.

Como mis sentidos se mantenían en alerta las 24 horas del día de todos los días, noté inmediatamente que alguien me observaba. Fingí no darme cuenta al principio, intentando identificar a la persona. Luego la desesperación me ganó y di una mirada rápida en su dirección, pretendiendo solo estar mirando a mi alrededor, no a esa persona en específico, pero ella se volteó y no pude ver su rostro, solo su cabello, que era rubio dorado.

Caminé hacia otro lugar y la mujer me siguió, luego hasta la cafetería de nuevo y aún podía ver la sombra de su silueta detrás de mí. Me di vuelta para verla cara a cara y me encontré con la ex novia de Bill, quien pretendió dirigirse a otro lugar cuando la enfrenté con la mirada.

Tomé mi teléfono para escribirle, ya que en este momento no me apetecía para nada enfrentarme a alguien directamente.

Tomé mi teléfono para escribirle, ya que en este momento no me apetecía para nada enfrentarme a alguien directamente

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STALK | Bill KaulitzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora